A principios del siglo XX, los exploradores británicos como Scott y Shackleton atravesaron grandes superficies desconocidas de hielo junto a su fiel equipo de compañeros caninos, alimentado sobre todo con galletas para perros. El estudio de uno de estos alimentos, conservados durante décadas, sugiere que los canes, protagonistas del #Cienciaalobestia, hacían las largas y agotadoras rutas con los estómagos semivacíos.
Hace más de 160 años nacía en Reino Unido una empresa de alimentación canina especializada en galletas. La compañía del empresario-fundador James Spratt, de la que adoptó el nombre, se convirtió en el primer fabricante mundial de galletas para perros a gran escala.
Cuando a finales del siglo XIX y principios del siglo XX empezaron las primeras expediciones británicas a la Antártida, las galletas Spratt fueron las elegidas para alimentar a la tripulación canina. A los exploradores polares les resultaban fáciles de transportar, no requerían ningún esfuerzo de preparación y no perecían.
Ahora, el análisis de una de esas galletas, parcialmente desmenuzada y que hasta ahora se había conservado junto a otras tres en el Museo de Canterbury en Reino Unido, ha arrojado luz sobre la historia y la composición de esta comida para los perros de trineo.
En un estudio, publicado en la revista Polar Record, el equipo de científicos ingleses, estadounidenses y neozelandeses demuestran que su contenido no era muy diferente a la actual alimentación canina, es decir eran un alimento completo adecuado para los canes de la Antártida.
Sin embargo, tras repasar las raciones que se les daba en ese momento, los investigadores concluyen que en realidad los perros de trineo de las primeras expediciones polares no fueron alimentados con cantidades suficientes.
“La cantidad con la que se alimentaba a los perros en las expediciones no proporcionaba suficiente energía respecto a sus actividades de alto rendimiento”, explica Jill Haley, autora principal del trabajo y conservadora de Historia Humana del Museo de Canterbury en Reino Unido, que ha investigado la vida de los perros en la Antártida y ha sido la comisaria de una exposición de 2018 sobre perros en el Polo Sur.
Los perros de Shackleton observan el Endurance que quedó atrapado en el hielo y se acabó hundiendo. Los exploradores estuvieron aislados más de dos años, pero gracias a la habilidad de Shackleton consiguieron regresar todos con vida del continente helado. / Royal Geographical Society
Compuestas de trigo, avena y huesos, las galletas Spratt mejoraron a principios del siglo XX las opciones de comida de los animales de compañía. Hasta entonces se alimentaba a las mascotas con sobras de la mesa o se las dejaba buscarse la vida por sí solas.
Al compararlas con comida moderna y las necesidades de los perros de trineo actuales, los científicos calcularon la energía que habría aportado la ingesta de cada galleta. Así, los canes de las primeras expediciones antárticas habrían necesitado comer entre 2,6 kilos y 3,2 kilos de galletas al día. Pero los relatos históricos sugieren que las raciones diarias de los perros en algunas expediciones eran solo de unos 0,3 kilos o 0,5 kilos.
En la expedición Discovery liderada por el capitán Robert Falcon Scott (1901-1904), los perros se nutrieron de estas galletas. Pero en el empeño del explorador de alcanzar el punto más al sur del Polo Sur, junto a su oficial Ernest Shackleton –un récord que lograron en noviembre de 1902–, 22 de los perros sucumbieron en la expedición después de consumir pescado rancio, que complementaba el aporte nutricional de las galletas.
Probablemente con el objetivo de evitar que se repitiera este episodio, los adiestradores de la expedición Terra Nova de Scott (1910-1913) alimentaron a los animales solo con galletas Spratt. Según los investigadores, las raciones no superaban los 0,3 kilos de galletas al día, por lo que los perros pasaron mucha hambre, llegando a comer sus propios excrementos. Se recuperaron cuando se incorporó a su dieta carne de foca.
Ya en las expediciones de Ernest Shackleton Nimrod (1907-1909) y Endurance (1914-1917), en la que se transportaron 70 perros, las galletas Spratt formaban parte de una dieta que también incluía carne de foca, grasa y pemmican, una comida concentrada, consistente en una mezcla de grasas y proteínas de alto valor energético.
Shakespeare, Samson, Hércules, Smiler, Surly y Sire fueron algunos de los nombres de los canes que viajaron con Shackleton al continente helado y fueron esenciales para los expediciones, no solo porque guiaban y transportaban a los exploradores, sino porque también se convirtieron en sus animales de compañía durante los largos periodos que pasaron en la Antártida. “Valoraban a sus perros, no solo para tirar de los trineos, sino por su compañía en el sombrío aislamiento de la Antártida”, concluye Jill Haley.
Una de las galletas de perro conservadas en la colección antártica del Museo de Canterbury. / Canterbury Museum 1982.147.2
Referencia:
Sara Fraser-Miller, et al. “Analysis of a Spratt’s dog cake from Antarctica”. Polar Record doi:10.1017/S0032247421000103