Cuando las condiciones son adversas, no queda más remedio que adaptarse a ellas. Las plantas también lo hacen. Algunas hierbas que crecen en terrenos mineros tienen una resistencia inusual; están acostumbradas a vivir en un entorno tóxico y saben cómo hacerle frente. Partiendo de esta capacidad de adaptación, la investigadora Lur Epelde ha usado estas plantas como hierbas medicinales para suelos contaminados.
La intervención del ser humano ha hecho que el nivel actual de contaminación del suelo sea muy preocupante. Sin embargo, más que la contaminación en sí, lo que más preocupa a Epelde es el efecto que ésta tiene en la salud del suelo. La investigadora propone la fitorremediación —es decir, tratar con plantas los males medioambientales, sin necesidad de excavar— como medio para hacer frente a este problema.
Además, se ha basado en las propiedades microbiológicas del suelo para medir la efectividad de esta técnica: la masa de su comunidad microbiana, su actividad y su biodiversidad. Evaluation of the efficiency of metal phytoremediation processes with microbiological indicators of soil health es el título de su tesis.
Técnicas adaptadas a cada condición
Epelde ha investigado sobre todo las plantas pseudometalofitas que crecen en los entornos mineros, así como su reacción ante los metales. En primer lugar, ha relacionado el tipo Lanestosa de la especie thlaspi caerulescens con el cinc y el cadmio. Lanestosa es un pueblo de las Encartaciones de tradición minera, y por eso esta planta tiene allí unas condiciones inmejorables para la fitoextracción en continuo (proceso para diferenciar el metal de los demás elementos).
Según la investigación, es capaz de soportar grandes concentraciones de metal, y también de acumular notables cantidades de cinc y cadmio en sus tejidos aéreos. Al igual que esta especie hiperacumuladora , las plantas grandes también son efectivas. El sorgo, por ejemplo, tiene un gran potencial para fitoextraer cinc y cadmio.
Para fitoextraer suelos contaminados por el plomo, Epelde ha optado por combinar plantas y química, utilizando por un lado plantas de cardo (planta de gran tamaño) y por otro una sustancia quelante. Ha probado con dos quelantes: EDTA y EDDS. La investigadora ha concluido que el EDTA es más efectivo para la fitoextracción y menos tóxico para las plantas de cardo. Sin embargo, el EDDS es menos tóxico para la comunidad microbiana del suelo y se biodegrada rápidamente.
En suelos muy contaminados (cinc, cadmio y plomo), Epelde ha dejado a un lado la extracción y ha optado por la estabilización con cultivos herbáceos, utilizando para ello la especie de hierba lolium perenne y abono. Es especialmente efectivo el purín vacuno, ya que mejora las propiedades de los suelos mineros y reduce la toxicidad de los metales.
Finalmente, Epelde ha combinado tres especies de plantas con distintas estrategias de tolerancia a metales, para ver cómo actúan juntas. Estas tres especies son thlaspi caerulescens, rumex acetosa eta festuca rubra. Se ha visto que esta técnica podría tener un gran futuro. De hecho, la thlaspi caerulescens provoca el crecimiento de las otras dos especies, y la rumex acetosa extrae más cinc cuando actúa junto a aquella.
Las propiedades microbiológicas como indicador
Epelde ha probado que las propiedades microbiológicas son efectivas para medir la fitorremediación. Las propiedades microbiológicas son bioindicadores de gran valor, debido a su sensibilidad, rapidez de respuesta y carácter integrador.
Con ayuda de esta técnica, ha concluido que la clave son las plantas fitorremediadoras, más que la fitorremediación en sí. La sola presencia de estas plantas mejora la salud del suelo, y lo hace, además, a muy corto plazo, mediante el aumento de actividad y funcionalidad de la comunidad microbiana del suelo. Sin embargo, se requiere más tiempo para que la fitorremediación limpie la contaminación dejada por los metales en el suelo. De todas maneras, lo más importante es recuperar la salud del suelo, así que se cumple el objetivo.
Sobre la autora
Lur Epelde Sierra (Markina-Xemein, 1981) es licenciada en Biología. Ha escrito la tesis bajo la dirección de Carlos Garbisu y María Jesús Sevilla, profesores de Inmunología, Microbiología y Parasitología de la Facultad de Ciencia y Tecnología. Actualmente trabaja como técnico en NEIKER-Tecnalia, Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario. Para realizar la tesis, ha trabajado en colaboración con NEIKER-Tecnalia, Caleb Brett Iberica, el Centre for Terrestrial Ecology of the Netherlands Institute of Ecology y el Institute for Environmental Genomics de la Universidad de Oklahoma.