Una mala alimentación, la ingesta de alcohol, el sedentarismo… Los hábitos de vida poco saludables ya se detectan en la adolescencia temprana, y predominan especialmente entre las mujeres y los jóvenes de entre 19 y 26 años. Por lo tanto, las campañas de prevención deben tener muy en consideración dichos grupos de riesgo, y dirigirse incluso a menores de 13 años.
La tesis de Marta Arrue, presentada en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y titulada Hábitos de vida y factores psicológicos durante la adolescencia y juventud en la Comunidad Autónoma del País Vasco, analiza a 2.018 jóvenes del País Vasco que han contestado a diversos cuestionarios. Con los datos recopilados, ha desglosado sus hábitos de vida, según el sexo y la edad (adolescentes de 13 a 17 años y jóvenes de 18 a 26 años).
Los datos apuntan a que la juventud tiene más conductas de riesgo de las esperadas, e incluso de las que ellos mismos perciben, ya que creen estar más sanos de lo que realmente están. El hábito menos saludable resulta ser el de la alimentación, seguido de la ingesta de alcohol, el sedentarismo, el riesgo en las relaciones sexuales, el consumo de tabaco y drogas y un sueño de baja calidad e insuficiente.
Por edades, cabe destacar que las conductas de riesgo se presentan ya en la adolescencia temprana, y que todos los hábitos a excepción del sueño empeoran con los años. Arrue determina que se debe prestar especial atención a los adolescentes de 16 años: es el punto de inflexión, la edad en la que se decantan bien hacia las actividades saludables, bien hacia las de riesgo.
Respecto al género, las mujeres presentan mayores conductas de riesgo que los hombres. El punto débil de las mujeres es el sedentarismo, el tabaco, el sueño y el riesgo de embarazo e infecciones de transmisión sexual. Los hombres, en cambio, presentan puntos débiles en el consumo de alcohol y drogas ilegales, así como en la alimentación.
Por otra parte, Arrue concluye que los factores de riesgo tienden a asociarse simultáneamente, aunque bien es cierto que las conductas saludables también vienen en cadena. Existe correlación, por ejemplo, entre la actividad física o falta de ella y el consumo o no de alcohol y tabaco. Esto significa que no se debe minimizar la importancia de un único hábito de riesgo, ya que puede arrastrar otros. Pero a su vez, también facilita las campañas de prevención, ya que promover un único hábito de vida saludable puede acarrear más buenas conductas.
Factores psicológicos
Esta tesis no solo describe los hábitos de vida, sino que realiza un análisis correlacional entre éstos y el estado psicológico de las personas estudiadas. Ésta es una de sus principales aportaciones. Los resultados muestran que los adolescentes y los jóvenes con hábitos de vida saludables tienen una autoestima más elevada, mayor bienestar psicológico, mayor satisfacción corporal y menos indicadores psicopatológicos. Arrue afirma que hay un efecto de retroalimentación entre los hábitos y las condiciones psicológicas: unos buenos hábitos benefician la salud psicológica, y, a su vez, son unas condiciones psicológicas óptimas las que facilitan llevar una vida sana.
Precisamente por correlaciones positivas como ésta, la investigadora destaca la importancia de tener en cuenta las múltiples variables que rodean el hábito de vida al lanzar las campañas de prevención. Además del factor psicológico, sugiere que deberían considerarse factores como el cultural, el económico o el legal (la escasa protección de los menores frente al alcohol y el tabaco). Arrue recuerda que la tendencia a los malos hábitos no se debe a la falta de información, ya que de eso ya se han encargado las numerosas campañas realizadas, por lo que deben de estar implicados otros factores.
Por lo tanto, la lucha contra los malos hábitos de vida requiere un abordaje multifactorial y pluridisciplinar, además de detectar el problema lo más tempranamente posible y prestar especial atención a los grupos de riesgo (mujeres y jóvenes).
Sobre la autora
Marta Arrue Mauleon (San Sebastián, 1971) es licenciada en Historia Contemporánea y diplomada en Enfermería. Ha redactado la tesis bajo la dirección de Carmen Maganto Mateo y Maite Garaigordobil Landazabal, catedráticas pertenecientes al Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU. Para realizar la tesis, la investigadora ha llevado a cabo muestreos en diversos centros de educación de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, así como en la UPV/EHU y en la Universidad de Deusto. En la actualidad, Arrue es profesora de la Escuela de Enfermería de Leioa (UPV/EHU).