La evolución humana le debe mucho al momento en que las mujeres empezaron a escoger compañero, según un trabajo de la Universidad de Tennessee (EE UU). De acuerdo con sus conclusiones, este fue un factor decisivo en el paso de la promiscuidad a la formación de pareja, que ayudó a la especie centrarse en la supervivencia de la descendencia.
En una comunidad, el éxito reproductivo eleva al individuo alfa por encima del resto. La promiscuidad preserva sus genes, que quedan ampliamente representados en la descendencia del grupo. En el caso de la especie humana, “la elección por parte de la hembra fue crucial en la evolución”, según un estudio de Sergey Gavrilets, investigador de la Universidad de Tennessee (EE UU), y autor del trabajo publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Desde los departamentos de Matemáticas y de Ecología y Biología Evolutiva, Gavrilets ha utilizado una función matemática para analizar la interacción entre individuos de un mismo grupo. La novedad de su modelo respecto a anteriores es que destaca la importancia de que las mujeres escojan pareja, que representa un “paso decisivo” en la reducción del conflicto entre hombres y el aumento de la inversión en los hijos.
Según la hipótesis de este artículo, cuando los hombres peor valorados socialmente se esforzaron para convertirse en los “mejores proveedores” del grupo, se rompió la hegemonía masculina de la comunidad. Además, este cambio de estrategia supuso un beneficio adicional en la fertilidad de la mujer y la supervivencia del linaje.
Como consecuencia, los machos que se dedicaron al aprovisionamiento de las mujeres desarrollaron un sentimiento de fidelidad hacia sus compañeras que desbancó a la promiscuidad.
La investigación apunta que “la evolución de muchas de las especies mejoraría si los esfuerzos dedicados a la competencia masculina se invirtieran en el aumento de la fertilidad femenina y la supervivencia de las crías, en lugar del emparejamiento”.
Teorías poco realistas
Después de diferenciar entre hombres y mujeres, el modelo divide el esfuerzo masculino en dos actividades principales: los que centran su esfuerzo en mantener la dominancia y los que lo invierten en ser mejores proveedores para el sexo opuesto y la descendencia. Además, incorpora otros factores, como el rol femenino y la desigualdad física masculina.
Estas variables se suman a anteriores modelos simples para explicar la transición de la promiscuidad a la unión de pareja: la atención comunitaria, la protección del compañero, la alimentación y la provisión de alimentos para el apareamiento.
El científico afirma que las teorías sobre la pareja propuestas hasta ahora son “poco realistas”. En comparación, su hipótesis muestra cómo la unión de pareja puede representar una adaptación clave que subraya la singularidad de la evolución humana e incorpora otros factores como la evolución de la elección de la hembra y la fidelidad.
Además, el investigador expresa la necesidad de incorporar la variación individual en los estudios teóricos y empíricos sobre dilemas sociales y de comportamiento.
Referencia bibliográfica:
Gavrilets, S. “Human origins and the transition from promiscuity to pair-bonding” PNAS, 28 de mayo de 2012. DOI: 10.1073/pnas.1200717109
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