Machos promiscuos. Hembras monógamas. Esta es la idea que teníamos hasta hace poco de la reproducción. La ciencia ha terminado desvelando la realidad: las hembras también copulan con varios individuos a lo largo de su vida y no siempre lo hacen para perpetuar la especie. ¿Qué ganan con esta conducta ranas, monas, pájaras o lagartas? Sea lo que sea, la mayoría de los machos permanecen junto a sus compañeras.
Con el único objetivo de ligar y reproducirse, las aves se exhiben, cortejan y compiten con estrategias de lo más inverosímiles; y hay científicos, como Juan Moreno Klemming, que son expertos en el tema. Pero el atractivo sexual no siempre las beneficia: cuanto mayor es su belleza, más probabilidades tienen de acabar con sus plumas en un sombrero, lo que favorece su extinción. Lo ha explicado en el Congreso Español de Ornitología, organizado estos días en Madrid por SEO/BirdLife.
La evolución humana le debe mucho al momento en que las mujeres empezaron a escoger compañero, según un trabajo de la Universidad de Tennessee (EE UU). De acuerdo con sus conclusiones, este fue un factor decisivo en el paso de la promiscuidad a la formación de pareja, que ayudó a la especie centrarse en la supervivencia de la descendencia.
Investigadores de las universidades de Southampton, Liverpool y Calgary (Reino Unido) han utilizado dedos fosilizados como indicadores de los niveles de exposición de las especies a los andrógenos prenatales, el grupo de hormonas implicadas en el desarrollo de la agresión y la promiscuidad. Según el trabajo, nuestros ancestros podrían haber sido más agresivos y promiscuos.
Hembra (derecha) y macho (izquierda) de gorgojo en posición de apareamiento.