¿Qué relaciones personales se establecen entre personas migrantes y autóctonas, y qué cambios se generan entre ellas? Estas son las cuestiones a las que los investigadores Isidro Maya-Jariego y Silvia Domínguez dan respuesta en un estudio publicado en la revista American Journal of Community Psychology.
Isidro Maya-Jariego, Profesor Titular de Psicología Social en la Universidad de Sevilla, y Silvia Domínguez Profesora Asistente de Sociología en la Universidad Northeastern de Boston han realizado un novedoso estudio sobre los procesos de aculturación, es decir sobre el intercambio mutuo que se produce cuando dos culturas distintas conviven.
El trabajo, dividido en dos partes, es novedoso porque, hasta ahora, las investigaciones realizadas en este campo se habían centrado en los cambios y el esfuerzo de adaptación de la población que se desplaza, pero apenas habían atendido a los cambios que también experimenta la población autóctona de acogida, es decir, lo que ocurre “en el otro lado del proceso de aculturación”, explica a SINC Maya-Jariego. “Incluso cuando los colectivos no conviven directamente”.
La primera parte del estudio examina las redes personales de las personas migrantes con la población autóctona en Sevilla y Cádiz. Individuos procedentes de Argentina, Ecuador, Alemania e Italia que residen en España describen el vínculo que mantienen con el vecindario de su barrio en España, y en su país natal, así como con compatriotas residentes también en España.
“Observamos que los miembros de la comunidad receptora tienen un papel secundario dentro de las redes personales de la población migrante”, apunta a SINC Maya-Jariego, aunque señala que los datos también sugieren que “con el paso del tiempo ese papel cambiará”.
Desde Andalucía hasta Boston
La segunda parte del trabajo se ha realizado en Boston (EE UU). Los investigadores han examinado las redes personales entre los miembros de la comunidad receptora, en concreto, entre la gente que proporciona ayuda y servicios a la comunidad latina. El objetivo, determinar las consecuencias que el contacto continuo tiene sobre esas personas que Domínguez define como “puentes de integración”.
El impacto de la población latina sobre la estadounidense es distinto según el tiempo compartido por ambos colectivos. Para Maya-Jariego, esta diferencia permite describir tipologías en el proceso de aculturación.
“Distinguimos entre gente ‘viajera’, ‘fronteriza’ y ‘residente’. La primera está expuesta sólo temporalmente a la cultura latina; la segunda lo está de forma constante y hace de intermediaria entre las minorías migrantes y la mayoría receptora; la tercera vive inmersa en los enclaves latinos”, detalla el psicólogo social.
Pero para la vida de la población autóctona de Boston, las personas latinas se perfilan como una fuente de riqueza económica, social y cultural. “Un impacto -creen los autores- que podría ser válido en otras sociedades en las que otras culturas conviven, y un ejemplo de cómo el apoyo a la diversidad puede configurarse como un mecanismo para abordar problemas de carácter social”.
Los beneficios de la diversidad cultural en el ámbito laboral son también importantes. “Los grupos interculturales son potencialmente más creativos en la resolución de problemas que los culturalmente homogéneos”, y a veces también más efectivos, afirma Maya-Jariego. La diversidad, en definitiva, “aporta innovación y contribuye a la creatividad y al dinamismo social y económico”, concluye el investigador.
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Referencia bibliográfica:
Silvia Domínguez, Isidro Maya-Jariego. “Acculturation of Host Individuals: Immigrants and Personal Networks”. American Journal of Community Psychology 42(3-4): 309-327, 2008.
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