Los seres humanos también contaminamos acústicamente. Los ruidos que generamos interfieren en los sistemas comunicativos de ciertos animales y ponen en peligro su supervivencia. Es el caso del murciélago con labios de flecos, protagonista de #Cienciaalobestia, que emplea un segundo sentido –la ecolocación– para percibir a su presa cuando el sonido es demasiado alto y enmascara sus señales.
El humano es un ser ruidoso, hasta tal punto que ciertos animales tienen que adaptar sus sistemas de comunicación para sobrevivir, como es el caso de los pájaros de ciudad que alteran su canto en ambientes urbanos. Un nuevo estudio demuestra que ciertos murciélagos también modifican sus técnicas de caza cuando el ruido antropogénico les impide actuar.
El murciélago con labios de flecos (Trachops cirrhosus), que vive en los bosques tropicales sudamericanos, se alimenta principalmente de ranas túngaras guiándose por su agudeza auditiva para percibir las señales de baja frecuencia que los anfibios generan para aparearse. Sin embargo, cuando el ruido en el exterior es demasiado elevado tiene que cambiar de táctica para sobrevivir y seguir cazando.
Un estudio, publicado en Science, revela que el ruido antropogénico le obliga a emplear un segundo sentido: la ecolocación, una capacidad que les permite conocer su entorno por medio de la emisión de sonidos e interpretar el eco que los objetos a su alrededor producen debido a ellos.
Según Mike Ryan, profesor en la Universidad de Texas en Austin (EE UU) y coautor del trabajo, indica que los murciélagos hacen algo similar a lo que hacemos los humanos en una fiesta ruidosa. Entre todas las conversaciones que se escuchan, las personas pueden centrar su atención en un único orador y “desconectarse” del resto.
“Este cambio en la tácticas sensoriales podría hacer de los murciélagos los únicos animales, además de los humanos, en reaccionar de esta manera ante el excesivo ruido”, explica Wouter Halfwerk, coautor del trabajo e investigador en el VU University de Ámsterdam (Holanda).
Un murciélago ataca a una rana robótica. / Rachel Moon
Un experimento con ranas robóticas
Teniendo en cuenta que las ranas son las presas favoritas de esta especie de murciélagos, el equipo empleó 12 murciélagos capturados en la naturaleza para realizar varios experimentos en jaulas al aire libre en Panamá con dos ranas robóticas. Además de emitir llamadas, las ranas mueven el saco vocal que se hincha y es lo que permite a los murciélagos localizarlas en ambientes ruidosos.
Cuando los científicos aumentaron el sonido por encima de las señales de las ranas, la ecolocación de los murciélagos aumentó y los mamíferos atacaron con más frecuencia al robot que emitía ambas señales (llamada y movimiento del saco vocal) que al que solo emitía señales de apareamiento. Sin el ruido artificial, los murciélagos atacaron a ambos anfibios robóticos por igual.
“Con este estudio demostramos que los animales se pueden adaptar al nivel del ruido usando sus otros sentidos, y esto tienen grandes implicaciones para otras especies que buscan presas, evitan depredadores o atraen a parejas en entornos en el que impactado el hombre”, concluye Halfwerk.
Referencia bibliográfica:
D.G.E. Gomes et al. “Bats perceptually weight prey cues across sensory systems when hunting in noise”. Science. Vol. 353, September 16, 2013, p. 1277. doi: 101126/science.aaf7934.