Los seres humanos también contaminamos acústicamente. Los ruidos que generamos interfieren en los sistemas comunicativos de ciertos animales y ponen en peligro su supervivencia. Es el caso del murciélago con labios de flecos, protagonista de #Cienciaalobestia, que emplea un segundo sentido –la ecolocación– para percibir a su presa cuando el sonido es demasiado alto y enmascara sus señales.