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Agencia Sinc

El cambio climático y ciertas prácticas forestales afectan a la población de pinsapos del bosque mediterráneo

Investigadores de las universidades de Jaén y la de Pablo de Olavide, junto al Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC, describen cómo el cambio climático y el sistema actual de protección forestal hacen más vulnerable al bosque mediterráneo cuando se enfrenta a periodos de sequía o plagas. El trabajo, que se ha publicado en la revista Global Ecology and Biogeography, apunta al aumento de la temperatura o la actual gestión de los espacios protegidos como el origen del debilitamiento de las poblaciones de pinsapo, modelo experimental de esta investigación.

El investigador Juan Carlos Linares muestra los anillos de un ejemplar de pinsapo
Un ejemplar de pinsapo Imagen: Mesese Jose.

El pinsapo (Abies pinsapo) es un abeto cuya distribución está reducida a algunas zonas del sur de España y el norte de Marruecos. Sus peculiaridades hacen que esta especie sea muy sensible a los cambios producidos en su entorno. Por esta razón los investigadores Juan Carlos Linares (UPO), José Antonio Carreira (UJA) y Julio Camarero (CSIC) han estudiado durante los últimos años estas poblaciones como buen observatorio temprano de los efectos del cambio global. Para ello han recibido financiación de la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia de la Junta de Andalucía, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación Aragón I+D.

Uno de los aspectos analizados en este estudio ha sido la estructura de los bosques de pinsapo, ubicados en entornos protegidos. Los resultados obtenidos muestran una elevada densidad, y con ella, una alta competencia de los individuos por los mismos recursos de agua o nutrientes. La luz comienza a ser un bien escaso, ya que las copas de los árboles no dejan ningún hueco libre. Además, muchos de ellos tienen una edad parecida, lo cual disminuye aún más la diversidad de la población.

“Hasta hace algunos años, en Marruecos aún se da el caso, había un cierto manejo del monte por parte de la población local. Los habitantes de la zona extraían leña, introducían ganado, etc., de forma que se abrían claros, se cortaban árboles, algunos eran jóvenes yotros viejos, etc. De esta forma, se favorecía la diversidad de tamaños y de habilidades competitivas”, afirma el investigador de la UPO. Al eliminarse el factor humano, los bosques de pinsapo han disminuido su crecimiento y, con él, sus “defensas”. Producen cada año lo justo para mantenerse y dejan poca energía libre para generar hormonas o sustancias de protección frente a patógenos o plagas.

En esta línea, Juan Carlos Linares señala: “La estructura que conocemos y la funcionalidad de los sistemas mediterráneos es producto en buena medida de la evolución que han tenido con la cultura humana desde el neolítico hasta la actualidad. Pretender ahora, en una escala de tiempo muy reciente, convertir en santuarios naturales lo que se ha desarrollado con la presencia del hombre, no es natural, aunque pueda parecerlo”.

Cambio del clima

El estado de vulnerabilidad en el que se encuentran los bosques de pinsapo es especialmente significativo si se tiene en cuenta un factor importante: el cambio climático. Es por ello que los investigadores han prestado especial interés al estudiar las variaciones registradas en la temperatura y la lluvia y su efecto sobre estas poblaciones.

“Desde los años 60 hasta la actualidad, la temperatura media se ha ido incrementando, con lo cual, y asumiendo que no se han producido cambios importantes en las precipitaciones, la evaporación del agua es mayor y, con ella, el grado de estrés hídrico”, señala el científico de la Pablo de Olavide. De esta forma, el estudio concluye que los bosques de pinsapo tienen un estrés acumulado a lo largo de los años que les coloca en peor situación cuando, por ejemplo, viene un año de fuerte sequía.

“Al hablar de cambio global muchas veces pasa desapercibido un dato: aunque la media de precipitación de las últimas décadas se mantiene prácticamente uniforme, se encuentra una mayor oscilación”, afirma Juan Carlos Linares. Los datos muestran cómo los años con baja precipitación son significativamente más secos de lo que solían serlo y, cuando se dan lluvias, éstas son torrenciales. Este tipo de eventos hace que los árboles superen su umbral de tolerancia, y quedan debilitados frente a situaciones adversas.

Fuente: Andalucía Innova
Derechos: Creative Commons
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