Un equipo internacional de científicos ha secuenciado la información genética de siete variedades de cáncer de próstata y ha descubierto nuevos mecanismos relacionados con la enfermedad. Con estos datos, los investigadores esperan desarrollar herramientas de diagnóstico personalizadas para cada paciente.
“Nunca habríamos sospechado que existieran tantas alteraciones genómicas en este tipo de cáncer”, explica Mark Rubin, uno de los autores del estudio y miembro del Colegio Médico Weill Cornell (EE UU). En este nuevo trabajo, los expertos secuenciaron el genoma de siete tumores de próstata y lo compararon con muestras de tejido sanos.
“Una de las mayores sorpresas es que no hemos encontrado muchos errores transcriptivos, pero sí una significativa cifra de reorganizaciones”, señala Rubin. Estas alteraciones se producen cuando un fragmento de ADN del genoma se desprende y se acopla en otro sitio. Los cambios pueden crear nuevos genes, que funcionan sin control o que no realizan su tarea, lo que abre una vía para que se forme el tumor.
Los científicos buscaron genes afectados por estas reorganizaciones en las muestras de cáncer de próstata y descubrieron que así ocurre con el gen que codifica la proteína CADM2, un supresor tumoral. El mismo comportamiento registraron los genes PTEN y MAGI2, inhibidores del cáncer.
El estudio, publicado hoy en la revista Nature, revela que las alteraciones producidas en el ADN no se distribuyen al azar a lo largo del genoma: en algunos tumores se localizan en zonas inactivas o silenciadas y en otros se ubican en áreas de mucha actividad.
Diagnóstico ‘a medida’
Actualmente, se desconoce a qué ritmo avanza la enfermedad en los pacientes, lo que obliga a fijar tratamientos que a veces resultan inadecuados. “Gracias al análisis de nuevas alternaciones genómicas, se desarrollarán herramientas de diagnóstico personalizadas para enfermos con tumores recurrentes al seguir la progresión del cáncer”, subraya.
La primera secuenciación completa del genoma del cáncer, conseguida hace más de dos años en un caso de leucemia, abrió nuevas vías de investigación. “Antes muchas de las características nos resultaban completamente invisibles”, concluye Levi Garraway, otro de los autores del estudio y miembro del Broad Institute (EE UU).