Desarrollan un nuevo test de anticuerpos contra la malaria

Científicos del Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH) de Zurich, dirigidos por el profesor Peter Seeberger, han desarrollado un nuevo test basado en la detección de unas moléculas azucaradas tóxicas denominadas GPI (glicosilfosfatidilinositol), que están situadas en la superficie del Plasmodium falciparum, el patógeno de la malaria. El método desarrollado por los investigadores demuestra que estas moléculas, que se pueden identificar individualmente, provocan una respuesta inmune en las personas adultas.

Los test prueban que las muestras de sangre tomadas de adultos que viven en zonas de África donde la malaria es endémica contienen anticuerpos específicos contra algunos GPI particulares. La enfermedad se puede desarrollar en estos individuos pero las consecuencias son menos serias que en aquellos que no poseen los anticuerpos. El sistema inmune reconoce esas moléculas nocivas como cuerpos extraños y bloquea su impacto tóxico. Las personas que viven en áreas de alto riesgo, como los europeos, carecen de los anticuerpos precisos. Tan pronto como se infectan con malaria, el número de anticuerpos se incrementa significativamente, y por consecuente los investigadores han encontrado un enlace directo entre la cantidad de anticuerpos y la protección contra la enfermedad.

Para llegar a esta conclusión se ha utilizado un novedoso método de detección de anticuerpos. Faustin Kamena, perteneciente al laboratorio del profesor, ha desarrollado un chip especial que, económicamente y con cantidades insignificantes de suero sanguíneo y moléculas de azúcar, puede determinar si alguien ha formado o no anticuerpos particulares contra varios GPIs. Para ello los científicos usan los GPI más puros que sea posible. Estos pueden producirse sintéticamente y en grandes cantidades en un laboratorio, como el equipo de Seeberger ya había demostrado en una investigación previa.

El nuevo método implica pegar más de 64 placas con puntos de marcación a portaobjetos de cristal. Cada pequeña placa incluye varios diminutas muestras de diferentes GPIs, variando las concentraciones. Cuando el suero sanguíneo se administra en una determinada placa, los posibles anticuerpos se pegan a ciertas moléculas de azúcar, revelando entonces a qué GPIs se han unido los anticuerpos.

Gracias a la información obtenida del chip los científicos pueden producir las moléculas específicas de azúcar que el sistema inmune tiene que reconocer. Los hallazgos sobre resistencia natural adquiridos son cruciales para el desarrollo de una vacuna para la malaria basada en el azúcar. Esto puede demostrarse como algo particularmente beneficioso para los niños en las regiones infestadas de malaria.

Los niños con edades inferiores a los cinco años son las principales víctimas de la malaria, ya que sólo los adultos desarrollan los anticuerpos contra los azúcares patógenos de la malaria. El sistema inmune de un niño es incapaz de reconocer y combatir las moléculas de azúcar tóxicas. En la búsqueda de una vacuna selectiva contra la malaria, el nuevo método “es un paso importante porque ahora sabemos qué anticuerpos protegen a los adultos”, concluye el profesor Seeberger.

Fuente: SINC
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