En España, el oso pardo, que está experimentando un aumento de sus poblaciones, puede encontrarse de manera ocasional y fortuita con las personas, al igual que sucede en el estado de Montana, EE UU. Allí, un equipo de científicos ha analizado qué factores sociales influyen para evitar que los entornos humanizados atraigan a estos úrsidos, protagonistas del #Cienciaalobestia.
El pasado domingo, una mujer de 75 años que paseaba por un camino de Cangas de Narcea, en Asturias, se encontró con un oso pardo que reaccionó levantándose sobre sus dos patas traseras y dando zarpazos. Uno de ellos tumbó a la mujer y le provocó graves lesiones en el rostro, entre otros daños físicos.
Este tipo de encuentros, aunque infrecuentes, suelen surgir en entornos humanizados, donde los úrsidos se sienten atraídos por los deshechos de los contenedores u otros alimentos como los árboles frutales de los jardines o la comida para el ganado. Uno de los métodos para evitar que los animales se aventuren a adentrarse y merodear en los pueblos es asegurar este tipo de “tentaciones”.
Cuando se aplica esta medida, los encuentros suelen reducirse, pero para ser del todo eficaces, los comportamientos de las personas también tienen que cambiar. En un nuevo estudio, publicado en el Journal of Wildlife Management, un equipo de la Universidad de Montana en EE UU ha analizado qué factores individuales y colectivos permiten lograr una coexistencia pacífica con los úrsidos.
“La expansión del oso pardo en España tiene muchos paralelismos con lo que está ocurriendo en Montana, EE UU, en estos momentos”, dice a SINC Alexander Metcalf, uno de los autores del estudio e investigador en la universidad estadounidense.
En España, sobre todo en la Cordillera Cantábrica y los Pirineos, las poblaciones de osos pardos (Ursus arctos) están en aumento, rozando ya la cifra de 300 ejemplares gracias a las labores de conservación. Una situación similar experimentan en el estado americano de Montana, donde a medida que las poblaciones de osos se expanden, el desarrollo humano continúa invadiendo su hábitat.
“Hay muchas fuentes de alimentos alrededor de las casas que pueden atraer a los animales y elevar el riesgo de conflicto con los osos. Entre ellas se encuentran los cubos de compostaje no asegurados, los cubos de basura, la comida de las mascotas o la comida del ganado”, detalla Metcalf. A estos se añaden las plantas que cultivamos, los huertos o simplemente la hierba verde de los jardines.
Para los científicos, las interacciones entre los seres humanos y la fauna salvaje son un problema de bien público y de acción colectiva, y las soluciones requieren la contribución de muchas personas, no solo de acciones individuales, para resolver el rompecabezas. “Se trata de equilibrar lo que la gente quiere con lo que la fauna necesita, pero lo que la gente quiere cambia entre comunidades y a lo largo del tiempo”, señala el investigador.
El equipo analizó, gracias a los datos de una encuesta realizada en 2018 a los propietarios de tierras de Montana, los comportamientos de las personas en las áreas de distribución del oso negro y el oso pardo en este estado, donde ya se habían producido algunas historias de éxito, como el creciente uso de cubos de basura resistentes a los osos. Las redes sociales también han permitido informar a las personas sobre la actividad de los osos y así proteger los comederos de aves o las zonas rurales durante, por ejemplo, la temporada de partos del ganado.
“Otras comunidades cuentan con una persona contratada cuyo trabajo consiste en patrullar los pastizales vigilando a los depredadores y ayudando a los ganaderos a trasladar o vigilar los rebaños cuando un depredador está cerca”, declara el científico.
Todos estos programas han tenido cierto éxito, pero es necesaria una adopción mayor de disposiciones tanto en las zonas rurales como en los barrios residenciales semirurales, especialmente a medida que los osos pardos se expanden. En este sentido, el equipo investigador se centró en los propietarios y cómo estos se preocupan o no en asegurar los comederos de aves y los cubos de basura, así como dejarse asesorar por profesionales de la vida silvestre.
“Nuestro estudio descubrió que el contacto cara a cara entre profesiones y propietarios de tierras era uno de los factores que más predecían los comportamientos favorables a los osos. El siguiente factor fueron las normas sociales entre vecinos; los propietarios que percibieron estas señales de normas sociales fueron mucho más propensos a proteger lo que podía atraer a los osos”, comenta a SINC Metcalf.
Según los científicos, estos factores de influencia social pueden ayudar a lograr la coexistencia de forma más eficaz. Los investigadores esperan que los resultados de este trabajo permitan a los gestores de la fauna silvestre a replantear su forma de comunicarse con los propietarios de estas tierras.
Referencia:
Holly K. Nesbitt et al. “Collective Factors Reinforce Individual Contributions to Human-Wildlife Coexistence” Journal of Wildlife Management