A Carmen González Enríquez, recién nombrada catedrática de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, se le ilumina la cara al recordar la etapa que vivió en Hungría –coincidiendo con la caída del Muro– y que le abrió las puertas de la UNED. Tras esta experiencia, ve como una oportunidad el obligado éxodo de muchos jóvenes españoles licenciados y confía en que la mayoría volverá cuando la situación mejore.
Lo suyo con Budapest fue un flechazo. Se enamoró de la ciudad en un viaje que hizo en 1986 y al volver a Madrid, se empeñó en aprender húngaro, un idioma que, sencillamente, aquí no se enseñaba. “Mi objetivo era regresar para iniciar allí una investigación”, subraya Carmen González Enríquez, recién nombrada catedrática de Ciencia Política y de la Administración de la UNED –entonces, una socióloga con ganas de aprenderlo todo de la república socialista–.
Y lo consiguió. En 1989, gracias a un acuerdo entre la Fundación Pablo Iglesias y el Centro de Investigaciones Sociales del Partido Socialista Húngaro, pudo vivir en Budapest el período “más emocionante” de su vida. “Estaba tan emocionada que no podía dormir”, asegura, y no es para menos. Desde allí asistió a la caída del Muro de Berlín y al acelerado cambio de sistema de una república comunista, como era Hungría, a la democracia parlamentaria que es hoy. Exprimió su experiencia al máximo y realizó más de 80 entrevistas con la élite política, económica y cultural de la capital. De ese esfuerzo intelectual nació su tesis, que le abrió las puertas de la UNED en 1991, como profesora ayudante del departamento de Ciencia Política.
Recuerda de forma muy positiva su estancia en el extranjero y, por eso, prefiere ver como una oportunidad la obligada marcha de los jóvenes licenciados españoles fuera de nuestras fronteras. “Por desgracia, ha hecho falta una crisis tan grande como esta para que la gente se anime a salir al extranjero”, señala y menciona la fuerte resistencia que ponemos para vivir fuera en comparación con otros países europeos.
Mejorar la formación, conocer idiomas y establecer redes profesionales son algunas de las ventajas que enumera. Además, está convencida de que la mayoría de estos jóvenes volverá a España cuando la situación de nuestro mercado de trabajo lo permita. “Los lazos familiares son muy fuertes aquí, como en toda Europa del Sur, y eso, que por un lado dificulta la movilidad juvenil, por otro traerá de vuelta a muchos de los que salen”, puntualiza.
Retomando su periplo profesional, cuando Europa del Este había dejado atrás el sistema comunista y avanzaba mal que bien hacia la consolidación democrática y a su entrada en la Unión Europea, estalló el conflicto interracial de El Ejido en el año 2000. Fue entonces cuando decidió orientar su investigación hacia la inmigración en España. “Las encuestas de opinión mostraban una actitud muy positiva de los españoles hacia los inmigrantes, por lo que la violencia de El Ejido resultaba sorprendente”, explica. Y comenzó a trabajar con entrevistas personales y reuniones de grupo en los barrios con mayor índice de inmigración de Madrid, Barcelona y Alicante.
Muchas de estas personas, inmigrantes irregulares, se han visto afectadas por los últimos recortes en atención sanitaria. ¿Cuál es su opinión al respecto? La catedrática afirma que en ningún país del mundo se les ofrece la cobertura sanitaria que han tenido en España hasta este año. Sobre este asunto ha publicado recientemente un análisis, que se suma a su abundante lista de publicaciones.
En este contexto, pone el acento en que gran parte de la inmigración irregular que llega a Europa tiene un nivel muy bajo de cualificación mientras que lo que el viejo continente necesita para frenar su declive en la economía internacional son talentos, que ahora emigran a EE UU, Canadá y otros países. “Hay que atraer talentos para que la economía de la Unión Europea sea mucho más competitiva”, propone.
Al margen de polémicas, y teniendo en cuenta el panorama en el que nos encontramos, considera muy oportuno el reciente Nobel de la Paz concedido a la UE. Aunque reconoce los errores y deficiencias de la política exterior europea, recuerda que desde la II Guerra Mundial no se han vuelto a producir conflictos bélicos entre los países de la UE, y que ése es un gran logro por el que sin duda merece el galardón.
Tras veinte años como docente, asegura que no encuentra nada más satisfactorio que poder seguir investigando de forma independiente, sin partidismos, como lo hace en la UNED. Y por si la nostalgia acecha, su extensa biblioteca de obras húngaras le basta para rememorar aquella emocionante etapa.
Carmen González Enríquez
Nació en Zamora en 1957 pero desde los nueve años vive en Madrid. Es catedrática de Ciencia Política y de la Administración de la UNED e Investigadora Principal en el Real Instituto Elcano.
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