Elizabeth Blackburn ganó el Premio Nobel de Medicina en 2009 por su hallazgo de la enzima telomerasa, responsable de la formación de los telómeros. Estas estructuras protegen el material genético durante la división celular y su desgaste se relaciona con enfermedades oncológicas. Sinc ha hablado con ella durante su encuentro con periodistas en España.
El material genético no flota en nuestras células al tuntún, sino que se organiza en estructuras llamadas cromosomas. Estos adquieren su apariencia más famosa, en forma de X, cuando la célula va a dividirse. Es un proceso arriesgado, e igual que los cordones de los zapatos tienen herretes que evitan que se deshilachen, el ADN cuenta con su propia versión de ese plástico protector: los telómeros.
Elizabeth Blackburn (Australia, 1948) descubrió en 1984 la enzima encargada de su formación, la telomerasa. Un hallazgo cuya magnitud solo se entiende si tenemos en cuenta que la salud de los telómeros está directamente relacionada con la del organismo y su envejecimiento. Conforme estas estructuras altamente repetitivas de ADN no codificante se ‘estropean’ y acortan, aparecen enfermedades como el cáncer.
La bioquímica de origen australiano recibió el Premio Nobel de Medicina en 2009 gracias a la telomerasa. Esta semana ha visitado nuestro país para dar una charla durante el evento ‘Presente y Futuro de la Investigación del Cáncer’, coorganizada por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), La Sexta y la Fundación AXA. Sinc ha asistido al encuentro para saber qué tienen que decir los telómeros sobre nuestra salud.
“Tener unos telómeros más largos implica una menor mortalidad debida a las principales enfermedades que acaban con la vida en los países desarrollados”, comenta la investigadora. Pero estos ‘herretes’ genéticos albergan una paradoja: “En los últimos años se ha visto que ciertos cánceres raros y agresivos, como melanomas, gliomas y ciertos cánceres de pulmón, aumentan su riesgo al tener más telomerasa activa”.
¿Cuánto podríamos vivir si nuestros telómeros no se estropearan? Blackburn considera que lo importante es la calidad de vida que nos aportan. “Su longitud se relaciona con tener una vida sana, no necesariamente con extenderla”. Por eso dice que tener una buena calidad de vida “es un buen comienzo”. A fin de cuentas, “puedes ser viejo pero estar muy sano por dentro”.
Blackburn también ha estudiado qué factores afectan a la longitud de los telómeros. Uno de los más importantes, por lo sencillo que resulta influir en él, es el estilo de vida. ¿Quieren mantener unos telómeros largos y hermosos? Apunten: “Ejercicio moderado, dieta mediterránea sana, dormir bien y socializar”.
Por el contrario, dice la bioquímica, “el consumo de azúcar, el tabaco y el estrés crónico y grave acortan los telómeros”. En este sentido, destaca la falta de conocimiento sobre la relación entre estrés, telómeros y cáncer, que cree que debería ser explorada con más detalle. También predica con el ejemplo: “Por las mañanas camino porque tengo una imagen mental de cómo los telómeros se van gastando”.
El ambiente afecta a los telómeros hasta puntos insospechados. Blackburn destaca cómo el contexto sociocultural y político de un individuo puede determinar la salud de estos ‘herretes’. “Existen estudios de niños en EE UU expuestos a violencia y eventos traumáticos capaces de acortar sus telómeros y aumentar el riesgo de enfermedades”. El nivel de educación y la vida en barrios inseguros sin acceso a comida ni zonas verdes son otros factores correlacionados, según la nobel, con este fenómeno.
Por este motivo defiende el impacto que puede tener su campo de investigación en la toma de decisiones políticas. “No somos solo nosotros, también hay que mirar las políticas sociales, el urbanismo… son implicaciones que debemos investigar y cuantificar”.
Según Blackburn, todavía queda mucho por entender sobre la relación entre la longitud de los telómeros y el riesgo de mortalidad, incluido el cáncer. “La estadística es útil para las políticas de salud pública, pero no tanto para casos individuales”. La meta sigue lejos pero se acerca y la nobel cita los más de 15 millones de supervivientes de esta enfermedad que hay hoy en EE UU.
La investigadora apuesta por la prevención, que es, en su opinión, la aproximación “definitiva” para combatir el cáncer. “En vez de esperar a la alarma de incendios cuando la casa está ardiendo y dañada, tengamos un detector de humos”. Sin metáforas: “En vez de tratar un cáncer en desarrollo que está dañando el cuerpo, sepamos cómo interceptarlo”.
La clave para lograr esta prevención puede estar en combinar los telómeros con otros datos. La investigadora cita un estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas (EE UU). Estos midieron los telómeros de los glóbulos blancos de 464 pacientes con cáncer de vejiga. También si tenían síntomas de depresión, según una escala de veinte niveles.
“Al mirar la mortalidad de los pacientes, las diferencias eran pequeñas entre los que tenían o bien telómeros cortos, o bien síntomas depresivos, o ninguno de los dos”. La supervivencia se reducía de manera drástica entre quienes reunían ambos factores negativos: “Era de 30 meses frente a los 200 meses de los otros”.
Si existe una relación directa entre el estado de mantenimiento de los telómeros y nuestra salud, ¿podríamos mejorar ambos con fármacos? Blackburn considera que este tipo de estudios están en una fase “muy temprana” y que es “demasiado pronto” para recomendar cualquier tipo de tratamiento. “De momento, el mejor consejo es mantener un estilo de vida sano”.
La teoría está ahí: “Hasta un 90 % de los cánceres avanzados tienen la telomerasa muy activa, lo que sugiere que inhibirla podría servir para tratarlo”. Por desgracia, no es tan sencillo. “Muchas células normales, como las inmunes y sanguíneas, necesitan una telomerasa activa para su producción”, explica la bioquímica.
En otras palabras, inhibir la telomerasa podría tener graves efectos secundarios. Solo en “casos extremos”, como algunas enfermedades raras, cree Blackburn que “estaría justificado intervenir. Aun así, considera esta vía de investigación “muy racional” y merecedora de ser explorada a fondo.
En el encuentro también ha habido tiempo de hablar de fake news. Internet está lleno de paparruchas relacionadas con la salud y el cáncer, y Blackburn defiende la necesidad de “aprender a pensar como un científico, de forma crítica”. Solo así podremos distinguir entre lo que es verdad... y lo que es demasiado bueno para serlo: “La ciencia prospera cuando lucha contra las ‘fake news”.
La nobel se despide asegurando que “nunca hay suficiente financiación para la investigación oncológica”, sea la que sea, en España o en cualquier sitio. Cita a la fundadora de la Fundación Lasker, Mary Woodward Lasker: “Si creen que la investigación es cara, imagínense la enfermedad”.