Antonio V. Ferrer-Montiel, subdirector del Instituto de Biología Molecular y Celular de la UMH

“Investigamos varios tipos de dolor para diseñar medicamentos a la carta”

El dolor. Una palabra que encierra todo un abanico de enfermedades. No es lo mismo el dolor que produce un corte, una infección, la inyección de un antitumoral, que el que produce un tumor, nos explica Antonio Ferrer. El subdirector del Instituto de Biología Molecular y Celular (IBMC) de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche lleva media vida dedicada al estudio de las diferentes causas que generan dolor, esa molestia desagradable que llega a ser insoportable cuando los medicamentos disponibles en el mercado no logran mitigarlo.

“Investigamos varios tipos de dolor para diseñar medicamentos a la carta”

¿Cuáles son los principales logros del IBMC, antes Centro Universitario, en sus 10 años de existencia?

Los primeros retos de José Manuel González Ros - director en aquel momento y director actual – cuando se creó el Centro era transformarlo en un Instituto de Investigación, que aglutinase a distintas disciplinas para que fuera lo más pluridisciplinar posible y encaminarlo a la investigación tanto básica como aplicada, con el objeto de crear un centro de excelencia en investigación en biología molecular y celular.

Después de 10 años lo hemos conseguido. Los investigadores tienen un alto nivel, igual que su producción, tanto a nivel de publicaciones científicas como de patentes y contratos con empresas. Realmente tenemos una dedicación muy significativa hacia el mundo empresarial porque entendemos que la ciencia debe tener una aplicación. También desde el punto de vista clínico hemos conseguido grandes avances. A través de un acuerdo con el Hospital de Elche, nuestro grupo de oncólogos moleculares están en continua relación con la sección de Oncología para progresar conjuntamente y que haya una traslación de las investigaciones de la Universidad a la clínica.

¿Qué han planeado para el futuro inmediato del Instituto?

Uno de los propósitos es completar las disciplinas de nuestro Instituto. Somos un Instituto de Biología Molecular y Celular pero nos gustaría también añadir la rama de la Biología Estructural. Es extremadamente difícil incorporar científicos de esta especialidad en un entorno universitario porque la creación de plazas hay que justificarlas desde el punto de vista docente y eso no es posible en este momento. Por tanto, la vía que estamos considerando es hacer un Instituto mixto con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, igual que ya hizo el Instituto de Neurociencias. Estamos duplicando las instalaciones y algunos de los laboratorios han sido pensados para ser ocupados por los investigadores que se incorporen a través del CSIC el día en el que formalicemos el acuerdo, previsiblemente en 2009.

¿Por qué interesa incorporar esta sección al Instituto?

Nosotros, los biólogos celulares y moleculares manipulamos las moléculas e intentamos entender cómo funcionan pero avanzaríamos mucho más en el diseño de fármacos, por ejemplo, si tuviéramos estudios sobre su estructura. La incorporación de esta sección complementaria además nos ayudará a alcanzar el segundo de nuestros retos que es la mayor internacionalización de nuestros resultados. Estamos convencidos de que la proyección hacia el exterior será mayor a la actual con esta ampliación.

Usted se dedica a la búsqueda de fármacos para luchar contra el dolor y el cáncer, dos grandes problemáticas sin una solución satisfactoria en la sociedad contemporánea.

Mi interés desde la investigación básica es en la neurobiología sensorial y me dedico a intentar comprender las causas por las que se produce el dolor. Cuando hablamos del dolor parece que sea una única enfermedad pero al investigar uno se da cuenta que un conjunto de enfermedades causadas por diferentes motivos y que generan diversas clases de dolor. Por tanto, necesitan remedios diferentes, que actúen sobre las causas.

No podemos pretender curar todos los tipos de dolor con los mismos medicamentos. En este momento, para nuestra desgracia, sólo existen dos remedios en el mercado: los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) entre los cuales tenemos el ibuprofeno y los opiáceos o narcóticos donde el emblemático es la morfina. Hay mucha gente que incluso tratándoles con morfina no sienten alivio, como, por ejemplo, los pacientes con ciertos tipos de cáncer. Por otro lado, estas dos soluciones están muy cuestionadas por los efectos secundarios que producen. Por tanto, está claro que necesitamos mayor diversidad de compuestos con mejores propiedades que mitiguen las sensaciones dolorosas. Para ello, uno tiene que buscar la causa de un determinado dolor y atacarla. Sólo entonces, los efectos secundarios serán menores y los beneficios terapéuticos mayores.

También investigamos el cáncer, aunque esta parte la hago en colaboración con mi mentor, el profesor José Antonio Ferragut. De nuevo, nos encontramos muchas enfermedades de causas y síntomas distintas aglutinadas bajo un mismo nombre que, obviamente no pueden ser tratadas de la misma forma. De modo que uno tiene que entender cada tipo para poder desarrollar una medicación a la carta.

Por tanto, todas las investigaciones básicas que llevan a cabo tienen su aplicación práctica.

Toda la ciencia básica pasa por un proceso de validación, después por la aplicación de los resultados a un problema clínico y su transferencia a empresas farmacéuticas para que puedan desarrollar el medicamento.

A propósito de la relación del Instituto con el sector privado, llama la atención la figura de la Unidad Mixta con la empresa DiverDrugs.

Fue una iniciativa pionera de la dirección de este Instituto como una forma de fortalecer los vínculos con la empresa privada y de facilitar la transferencia de tecnología. La idea es que fuera una relación como la que se pretende alcanzar ahora con el CSIC, es decir, un entorno en el que se facilitase el intercambio de investigadores y que personas de la empresa utilizasen nuestros laboratorios. La compañía cosmética envió a la Universidad una persona en los inicios y la relación ha resultado tan beneficiosa que ha creado un centro de trabajo en la Comunitat Valenciana con siete personas. A finales de año, la empresa trasladará todo su departamento de I+D al Parque Científico de la UMH.

Hábleme de los beneficios que ha supuesto el convenio para la UMH.

Ha facilitado, en primer lugar, la transferencia de patentes, como la que se cedió en 1999 relacionado con un producto cosmético y, a cambio, la empresa se comprometió a transferir anualmente unas regalías relacionadas con las ventas del producto. A su vez, la empresa ha financiado de forma regular investigaciones de nuestro Instituto desde hace 9 años. La inversión realizada supera ya los 2 millones de euros. La relación está dando sus frutos y, a través de la construcción del Parque Científico, esperemos que sea un punto de nucleación empresarial importante que atraiga a otras empresas del sector biotecnológico y que también anime a estudiantes y profesores a que funden sus propias compañías.

Como hizo usted, que emprendió en su momento y es socio fundador y director científico de la empresa de la que hemos hablado, DiverDrugs.

Se presentaba como una idea arriesgada en 1999 pero nos lanzamos varios profesores a la aventura porque pensamos que podía ser viable. Aunque en ocasiones me parece que avancemos muy lentamente, me congratulo que hayamos sido capaces de mantener la empresa viva y creciente con una plantilla de 14 personas. El investigador que entra en estos terrenos aprende mucho pero, eso sí, a base de golpes. Nosotros sufrimos cuando, debido a la crisis bursátil de 2000, las entidades financieras se negaban a invertir en nuevos proyectos empresariales. Los socios hicimos una ampliación de capital con nuestro propio dinero. En el 2003 volvimos a caer un batacazo porque el dinero se terminaba y las firmas de capital riesgo seguían desconfiando.

¿Cuál fue la solución que encontraron para salir a flote?

Hicimos un análisis autocrítico de qué estábamos haciendo mal para no tener éxito. El enfoque de la empresa puede muchas veces ser el problema y, en nuestro caso, lo era. Pretendíamos ser una gran farmacéutica y eso era imposible por los costos que conlleva. Entonces nos planteamos investigar para el campo de la cosmética porque los desarrollos son más cortos y nuestra capacidad en I+D era muy fuerte. La decisión dio resultados y salvó a la empresa.

Para tener éxito, continuamente hay que hacer autocrítica y tener mente abierta porque se puede nacer con una idea pero no necesariamente tiene que funcionar. Lo importante es que el proyecto de empresa sea viable y a veces hay que replantear los objetivos.

Tanta es su convicción sobre la importancia de transferir tecnología que imparte una asignatura de creación de “spin-offs” a doctorandos…

Sí, además asesoro a estudiantes y egresados sobre sus planes de negocio. La asignatura la propuse yo porque creo que es fundamental que tengamos una visión de que nuestras ideas pueden tener un valor comercial que finalmente se traduce en la creación de riqueza para la sociedad. Si crees que una investigación es realmente valiosa, no hay que dejar que otros la desarrollen, lo tiene que hacer uno mismo.

Según mi experiencia, también es importante reinvertir los beneficios en la propia empresa para que siga creciendo y otro consejo es que no hay que dejar de investigar. DiverDrugs empieza cada año 4 proyectos nuevos que vienen en parte a demanda del mercado. En este momento se comercializa un antiarrugas, un despigmentante, dos reafirmantes y un anticaspa basados en las investigaciones del Instituto para la empresa y estamos actualmente trabajando en antialopécicos, anticelulíticos, sistemas de protección de la piel y soluciones para pieles sensibles.

No podemos finalizar la entrevista sin hablar del proyecto Consolider que recientemente ha concedido el Ministerio de Ciencia e Innovación y que coordinará la UMH.

Es un proyecto que surgió a partir de las conclusiones de la primera reunión de la Red Nacional de Canales Iónicos que organizamos en la UMH el año pasado. Engloba a 14 instituciones y 26 grupos de investigación, de los cuales 3 pertenecen al Instituto. Se conoce como la “Iniciativa española en canales iónicos” y aglutinará la gran mayoría de grupos españoles que trabajan en este tema. La iniciativa pretende comprender la estructura, función, implicación en la patología y desarrollar nuevos medicamentos que corrijan las patologías en los que están implicados los canales iónicos. Éstas son ya tan numerosas que reciben el nombre de canolopatías. Son muy diversas y tienen ya una prevalencia muy importante. Lo desarrollaremos dentro de los próximos 5 años y el presupuesto concedido por el Ministerio es de 6 millones de euros. El 3 de noviembre tenemos la primera reunión del consorcio o “kick-off meeting”. Será un reto pero creo que podremos desarrollar los hitos que nos hemos marcado.

Fuente: RUVID
Derechos: Creative Commons
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