El mundo entero es testigo de fenómenos extremos cada vez más dramáticos, como los huracanes que han arrasado el Caribe y Puerto Rico. La ciencia tiene una explicación. María José Sanz, directora del Basque Centre for Climate Change, recuerda que la crudeza que han cobrado estos eventos tiene que ver con la acción humana y el cambio climático: el agua del océano almacena más energía que antes.
Primero el huracán Irma, que causó estragos en las islas del Caribe y Florida, y ahora María, que ha arrasado Puerto Rico, han puesto en alerta al mundo por la magnitud de estos fenómenos atmosféricos cuya crudeza va en aumento como consecuencia del cambio climático. María José Sanz (Valencia, 1963) dirige el Basque Centre for Climate Change (BC3), una institución que ha sido seleccionada en varias ocasiones para formar parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y que también estará en el próximo informe de evaluación.
Estamos sufriendo huracanes cada vez más intensos y devastadores. ¿Qué papel tiene el cambio climático en este proceso?
El sistema climático es bastante complejo. Cuando se hizo el Cuarto Informe de Evaluación del IPCC en 2007 se intuyó que podía haber un incremento de fenómenos extremos. En el texto de 2014 ya se recogían evidencias. Estos ciclones ocurren porque hay ciertos puntos de inflexión en los procesos físicos que regulan el clima y, una vez que se pasan, ciertos fenómenos se aceleran. Es muy probable que estemos muy cerca o hayamos pasado el punto de inflexión.
¿Por qué se concentran en el Caribe?
En el Atlántico y el Caribe estos fenómenos suceden porque el agua del océano almacena más energía que antes. Pero también se observa una tropicalización en el Mediterráneo debida al calentamiento de la superficie del agua, que está provocando tornados sobre este mar.
Pero los tornados en el Mediterráneo no son nuevos, ¿no?
Siempre ha habido pequeños tornados, pero ahora se dan con más intensidad no solo en el Mediterráneo, también en el Caribe. Se han alterado los grandes fenómenos que regulan el clima. Por ejemplo, el anticiclón de las Azores ya no se coloca donde debería. Esto hace que pasen borrascas por el norte de España y tengamos el tiempo anómalo de este verano.
¿El derretimiento del hielo ártico también tiene algo que ver?
Que se haya fundido gran parte de la capa de hielo en el Ártico implica un descenso de las corrientes marinas, lo que altera la circulación oceánica, que es otro regulador del clima. El mayor peligro no está en la atmósfera, sino en lo que la atmósfera traspasa a sistemas que tienen una inercia mucho mayor, como el océano. Y eso no se cambia de un día para otro. Aunque dejáramos de emitir CO2 hay procesos que continuarían acelerándose.
En España lo que preocupa es la sequía, que se prevé como la peor en los últimos veinte años.
Siempre ha habido ciclos de sequía con ritmos bastante más amplios que los actuales. En España, en primer lugar, los cambios en el uso de la tierra que se han producido en los últimos siglos influyen en la climatología. Pero además, dependemos mucho de la energía hídrica. Cuando hay sequía, utilizamos otros tipos de energía que aumentan las emisiones.
¿Lo estamos haciendo bien a la hora de adaptarnos al cambio climático?
España siempre ha sufrido este tipo de fenómenos, no nos resultan nuevos. Por ejemplo, ya se ha debatido mucho sobre cómo gestionar de forma más racional el agua para la la agricultura. Ahora habrá que poner más énfasis en la conservación y en la respuesta a otras demandas de agua, porque tenemos un turismo muy intenso, que provoca fuertes variaciones en el consumo humano.
¿Qué ocurrirá con el Acuerdo de París?
El Acuerdo de París supone un cambio de paradigma: todos los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo, toman conciencia de que hay un problema. Todos coinciden de forma voluntaria en que deben hacer algo, lo exponen públicamente y se comprometen a que les hagan un seguimiento. Es un cambio radical. Antes, los únicos que tenían obligación de hacer algo para reducir emisiones, según el Protocolo de Kioto, eran los países desarrollados.
¿Qué supone el boicot de Donald Trump a este acuerdo?
Como EE UU es uno de los motores del Acuerdo de París, al cambiar políticamente parece que se desvincula. Sin embargo, la sociedad estadounidense no se desliga del problema y, de hecho, su Senado ha destinado una partida presupuestaria para apoyar la convención del IPCC.
¿Y las otras grandes economías?
China, que tiene problemas muy graves de contaminación atmosférica, ha visto una ventana de oportunidad económica en tecnologías contra el calentamiento global. Hoy es la primera potencia en equipos de energía eólica del mundo. El sector privado está cambiando a mayor velocidad de lo que nosotros percibimos. Hay nuevas oportunidades de negocio.
Aunque hubiera punto de retorno, algunas regiones van a sufrir igualmente las consecuencias del calentamiento global. ¿Se hace un análisis de su impacto local en los informes del IPCC?
Cada vez más, porque es una de las demandas de los últimos años. Dentro del IPCC se ha debatido mucho sobre cómo bajar a escalas que son relevantes para quien hace las políticas que deben tener efecto en las zonas afectadas. Hay que actuar a nivel local.