Nuestra complejidad biológica como especie no viene determinada por el número de genes presentes en nuestro genoma -conjunto de genes-, sino por cómo se descifra la información contenida en ellos gracias a la labor desarrollada por genes reguladores. Estos genes –que expresan proteínas o ARNs– tienen la capacidad de controlar la expresión de otros genes, cuya activación/inactivación permite el establecimiento de los programas biológicos adecuados en función de las instrucciones del desarrollo o de las demandas ambientales. Los biólogos moleculares se enfrentan al desafío de identificar quienes son estos genes reguladores, cómo funcionan y entender los mecanismos moleculares a través de los que ejercen el control sobre otros genes.