Normalmente el injerto se ha utilizado en fruticultura y jardinería, pero desde hace unos años se ha empezado a emplear para cultivar hortalizas. Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han logrado que una parte importante del pepino y tomate producido en la comunidad madrileña se consiga con plantas injertadas, que no necesitan desinfectantes del suelo y benefician a los pequeños agricultores.