Cuando se cumplen dos semanas de la invasión rusa a Ucrania, dos millones de refugiados ya han huido del país, según Naciones Unidas. Los conflictos bélicos son actos violentos tanto por sus características propias como por las secuelas que generan, con repercusiones inmediatas y futuras sobre la salud de las personas.
La dolorosa incertidumbre de los refugiados, atrapados en los campos y acorralados en una espera eterna, no ha doblegado a los gobiernos anfitriones que son reticentes a que entren en sus sociedades. La ayuda humanitaria se ha convertido en una solución temporal a un problema permanente: la duración media de la estancia en un campamento es ahora de unos 17 años. Científicos de todo el mundo han detectado las debilidades de los sistemas de ayuda y ponen sus investigaciones a disposición de las pequeñas y grandes agencias para mejorar la coordinación del trabajo sobre el terreno.
La subida del petróleo, la recesión económica, la sequía y el incremento de precio de los alimentos castigan a millones de personas en el Cuerno de África que reclaman ayuda urgente y atención médica. Los pronósticos de futuro para las población que padece la hambruna no son halagüeños.