La subida del petróleo, la recesión económica, la sequía y el incremento de precio de los alimentos castigan a millones de personas en el Cuerno de África que reclaman ayuda urgente y atención médica. Los pronósticos de futuro para las población que padece la hambruna no son halagüeños.
“El contexto económico y político internacional contribuye a que la actual crisis alimentaria esté recibiendo escasa atención tanto mediática como política a escala internacional”, lamenta Karlos Pérez de Armiño, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del País Vasco, consultor del Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional (HEGOA) y experto en seguridad alimentaria y derecho humano al alimento.
En algunas regiones del Sur de Etiopía, Yibuti, Norte de Kenia y en varias provincias al sur de Somalia (África) se ha declarado el estado de hambruna desde hace meses atendiendo a tres criterios: una severa falta de acceso al alimento para gran parte de la población, malnutrición aguda de más del 30% y una tasa de mortalidad de más de dos decesos diarios por 10.000 personas. En lo que vamos de año, solo en Somalia se ha pasado de 2,4 a 4 millones de personas afectadas.
Pérez de Armiño explica a SINC que la falta de acceso al alimento por buena parte de la población y los aproximadamente 13 millones de personas que necesitan ayuda de emergencia, apuntan a que lo peor está por llegar. Las previsiones de Naciones Unidas indican que durante los próximos meses, hasta final de año, la hambruna continuará extendiéndose por el sur de Somalia.
Turkana, al norte de Kenia, es una de las regiones más afectadas por la dramática situación de desnutrición y escasez de alimentos. Según la organización no gubernamental Oxfam Internacional, “hace más de cinco años que no llueve lo suficiente como para que crezca el pasto para alimentar al ganado”, principal medio de subsistencia de la zona.
Desde 2004, un equipo médico español del Hospital Clínico San Carlos y del Hospital Ramón y Cajal, ambos en Madrid, realiza una campaña quirúrgica anual en un hospital estatal próximo al gran lago Turkana, en la ciudad de Lodwar (Kenia). Ellos mismos se encargan de financiar, organizar y ejecutar cada campaña.
“La situación de este año ha sido mucho más compleja que en ocasiones anteriores. En el hospital hemos encontrado escasez de material a todos los niveles: cortes de agua permanentes que nos impedían hacer un lavado correcto entre paciente y paciente, no había oxígeno y, por supuesto, la situación tremenda de los enfermos al no contar con suministro de agua”, declara Carmen Hernández, cirujana del Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Los miembros de este proyecto practican cirugías para dolencias comunes en la zona, como hernias en niños y niñas, cesáreas, prolapsos uterinos (descolgamiento del útero) en mujeres muy jóvenes, fístulas, operaciones de tiroides o tumoraciones.
De los cuidados paliativos a la desnutrición
Además de la situación en el centro hospitalario, han podido observar sobre el terreno cómo el recorte presupuestario provocado por la crisis global ha hecho que los casos de malnutrición extrema hayan aumentado en la zona. “Se había acabado el grano en Kenia, estaban buscándolo en otros países. Ya están al límite y cualquier cosa que les desequilibre, por pequeña que sea, pone a la población en situación de verdadero peligro”, apunta Hernández.
Aunque no es parte de su proyecto, el equipo también ha colaborado con misioneros de la zona responsables de seis guarderías. “El objetivo de estos centros es acoger a los niños durante el día, enseñarles a leer, escribir, técnicas para cultivar, pero principalmente alimentarles dos veces al día. Sin embargo, este año van a tener que cerrar porque no tienen alimentos”, afirma Javier Rodríguez Velasco, psicólogo en la Asociación de Mujeres para la Formación y el Desarrollo (Amformad) y profesor en la Universidad Francisco de Victoria de Madrid, que también colabora con el proyecto Cirugía en Turkana.
La crisis económica se traduce en crisis alimentaria por varias vías. El hecho de que las bolsas perdieran rentabilidad desde 2007 motivó que grandes fondos de inversión pasaran a invertir en commodities, incluyendo ‘futuros de alimentos’ (cosechas futuras). Es decir, se ha incrementado la especulación en torno a los precios que alcanzarán las cosechas, lo que ha incrementado artificialmente el precio de los alimentos.
Otro punto caliente de esta crisis alimentaria es el encarecimiento del precio del petróleo, que ha elevado los gastos agrícolas en combustibles y fertilizantes, lo que encarece a su vez los costes de producción y los precios de los alimentos. A esto hay que añadir los importantes recortes en los presupuestos de cooperación al desarrollo de los países donantes.
“En cualquier caso, a la hora de analizar el impacto de la crisis en el ámbito alimentario, hay que distinguir entre unos y otros países pobres, ya que se ven más afectados los que dependen de las importaciones del exterior. Existen colectivos particularmente vulnerables, como campesinos y pastores con pocos recursos, familias monoparentales, personas refugiadas o desplazadas, niños y niñas”, subraya Pérez de Armiño.
Vulnerabilidad alimentaria crónica
La actual crisis alimentaria hay que entenderla como la punta de un iceberg. Existen factores puntuales o coyunturales que la han propiciado, y otros estructurales que han provocado altos niveles de vulnerabilidad alimentaria crónica.
“Los factores estructurales son múltiples y comunes a muchos países de África: la pobreza, el deterioro medioambiental, la debilidad de los estados y sus políticas públicas, las altas tasas de morbilidad, etc. El sida y otras enfermedades reducen la mano de obra agrícola y aumentan el porcentaje de personas dependientes”, apunta el experto.
Además, el conflicto armado que afecta a Somalia desde hace al menos dos décadas ha dañado la producción agrícola y la economía rural, con el consecuente desplazamiento de personas y dificultades para la distribución de ayuda humanitaria.
Respecto a los factores coyunturales, el detonante más directo de la crisis es la grave sequía que viene afectando a la zona en los últimos dos años, unos de los más secos desde 1950, que ha reducido notablemente la producción agrícola de la que depende el 80% de la población del Cuerno de África.
Este impacto de la sequía se ve reforzado por el fuerte incremento de los precios internacionales de los alimentos básicos experimentado desde 2007, algunos de los cuales han llegado a doblar su coste.
Pérez de Armiño achaca la subida de los precios internacionales de los alimentos a las políticas de desregulación de los mercados que facilitan, a escala internacional, una creciente concentración del sector agroalimentario en manos de unas pocas multinacionales, a la erosión de la agricultura familiar, y al auge de prácticas especulativas con los precios.