Con las ciudades vacías, muchos animales, que antes tenían miedo a los humanos, salen con más facilidad o cambian sus comportamientos. Para los expertos, la casi nula actividad humana crea una trampa ecológica y una falsa percepción de que las urbes son un buen lugar para vivir. Además, algunas especies pueden dejar de percibir a los humanos como un peligro.
Los que conocen la historia de las enfermedades infecciosas saben que la epidemia actual por SARS-CoV-2 no es un fenómeno raro. No es necesario que científicos locos fabriquen virus para infectar a la humanidad. El estudio de varios coronavirus de los cerdos, que aparecieron en las granjas de todo el mundo desde los años 80, permite sacar varias conclusiones sobre la actual COVID-19.
Los virus y bacterias se suelen detectar mediante test basados en sus datos genéticos, pero en el futuro se podrían identificar de otra manera: por sus vibraciones. Usando sensores optomecánicos, investigadores del CSIC han logrado medir la frecuencia de resonancia de una sola bacteria, una información muy valiosa para conocer sus características y el tipo al que pertenece.
Los ensayos clínicos de provocación con vacunas son estudios experimentales de infección en humanos que han generado conocimientos científicos muy valiosos. Investigan si una hipotética vacuna protege a voluntarios frente a la infección provocada de forma controlada. Ahora, tres investigadores plantean su uso para investigar la eficacia y seguridad de vacunas frente al SARS-CoV-2. El debate ético está sobre la mesa.
Un equipo de científicos de la Universidad Autónoma de Madrid ha hallado un compuesto que impide la entrada de los virus en las células. El polímero natural, que está en proceso de ser patentado, podría abrir nuevas vías para encontrar un antiviral frente al coronavirus.
Un equipo formado por 22 laboratorios ha trazado en tiempo récord el primer mapa de interacciones de las proteínas del virus SARS-CoV-2 con las proteínas humanas. La estrategia se ha completado buscando fármacos ya conocidos. Esto supondría un atajo hacia un tratamiento eficaz.
Un equipo del Centro Nacional de Biotecnología del CSIC emplea solo un componente viral, la proteína S, y no el virus SARS-CoV-2 completo como estrategia para llegar a una vacuna. Estas investigaciones se basan en años de experiencia en el desarrollo de vacunas frente a enfermedades como el VIH, el ébola, el zika o el chikungunya.
Las autoridades chinas han dado el visto bueno para que comiencen los ensayos en fase 1, en la que se prueba la seguridad en personas, de una vacuna experimental contra el COVID-19. Mientras, continúa la carrera mundial por desarrollar una solución contra esta epidemia que ha matado a más de 8.000 personas en todo el mundo.
Las medidas de control para superar la pandemia de COVID-19 afectan a unos y a otros sectores de población de manera radicalmente distinta. En la actual situación, casi distópica, se muestran con más claridad algunos determinantes sociales de la salud.
El Instituto de Salud Carlos III recibirá 25,2 millones de euros y el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC obtendrá 4,5 millones para estudiar el nuevo coronavirus y trabajar en el desarrollo de vacunas.