Imagen obtenida con el instrumento OSIRIS, instalado en el Gran Telescopio CANARIAS, el pasado 10 de julio.
Imagen de parte del remanente del estallido de una estrella, registrado el año 185 antes de Cristo. Gracias al estudio de este remanente, el equipo de científicos pudo resolver el misterio de los súperaceleradores de la Vía Láctea.
Cúmulo globular Omega Centauri tomada por el telescopio espacial Hubble.
Observan dos estrellas gigantes de la Vía Láctea
A lo largo de su historia, nuestra galaxia ha ido secuestrando estrellas de cientos de galaxias más pequeñas. En el proceso, las estrellas que se desprenden forman largos caminos que siguen la órbita de la galaxia satélite alrededor de la Vía Láctea. Estos rastros de estrellas reciben el nombre de corrientes de marea y su estudio proporciona un nueva forma de medir la materia oscura que envuelve a nuestra galaxia. Comprender la naturaleza de este tipo de materia es el principal reto del investigador checo Pavel Kroupa, del Instituto Astronómico Angelander (Alemania), dispuesto en su empeño a reformular, si cabe, las actuales leyes de la física.
A pesar de que el Universo está compuesto de galaxias y que habitamos una de ellas, apenas estamos comenzando a leer su historia. Sin embargo, no es fácil reconstruir este escenario, sobre todo, cuando la teoría parece revelar la existencia de un nuevo componente que nadie ve: la materia oscura. Tratar de añadir claridad sobre los frágiles modelos establecidos en la secuencia de sucesos de la evolución galáctica es precisamente el objetivo del astrofísico Julio Navarro, de la Universidad de Victoria (Canadá).
Observan cómo el agujero negro de la Vía Láctea tritura la materia a su alrededor
Descubren en la Vía Láctea un cuerpo celeste de extraño comportamiento