Un equipo de astrónomos ha descubierto en la Vía Láctea un extraño objeto, denominado SWIFT J195509+261406, con un comportamiento único. En apenas tres días, tras detectarse una emisión en rayos gamma, se observó en el óptico un total de cuarenta erupciones y once días después, una pequeña erupción visible en el infrarrojo antes de desaparecer.
“Estamos ante un objeto en estado de hibernación e inactivo durante años para después entrar en actividad durante unos pocos días; de ahí la dificultad de estudiar este objeto, que muy probablemente sea un magnetar en nuestra propia galaxia”, explica Alberto J. Castro-Tirado, científico del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA) que figura como primer autor del artículo de Nature donde mañana se publican los resultados.
Los magnetares son estrellas de neutrones jóvenes con un campo magnético cientos de veces superior a la media. Las estrellas de neutrones o púlsares se originan cuando, tras la explosión de una estrella muy masiva, ésta queda contraída en un objeto esférico de unos pocos kilómetros de diámetro que gira muy rápidamente en torno a sí mismo. Como un imán en rotación, genera un poderoso campo magnético. Los magnetares pueden permanecer inactivos durante décadas hasta que, debido a su actividad magnética, generan de forma regular fugaces erupciones muy energéticas, llegando a emitir tanta energía como el Sol a lo largo de mil años.
Los modelos teóricos predecían que conforme estos objetos envejecen, pierden energía haciéndose las erupciones más esporádicas . Esto significa que probabilísticamente son más difíciles de detectar. El actual descubrimiento supone la comprobación observacional del fenómeno, lo que convierte al J195509+261406 en un eslabón perdido de la secuencia evolutiva de las estrellas de neutrones, al situarse entre los dos estadios conocidos: los jóvenes magnetares y las ancianas estrellas de neutrones sin actividad.
En el descubrimiento, liderado por el IAA, ha intervenido un grupo de 42 investigadores, tres de ellos -Martín Durant, José Miguel González Pérez y Tariq Shabbaz-, pertenecientes al Instituto de Astrofísica de Canarias. Los resultados se han basado en observaciones realizadas con ocho telescopios, entre los que se encuentra el IAC80 del Observatorio del Teide, donde se detectó por primera vez en el óptico una gran variabilidad del brillo debida a rápidas y fuertes erupciones, y el Mercator del Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma.
“Desde el IAC80 detectamos en el óptico que algo extraño para este tipo de objetos estaba pasando, lo que desató la colaboración con otros telescopios para el estudio en los demás rangos”, explica el investigador del IAC José Miguel González Pérez, que destaca la importancia del trabajo en equipo cuando se producen este tipo de alarmas relacionadas con fenómenos muy breves e inusuales.
El grupo investigador cree necesaria una observación detallada tanto en rayos X como en el óptico de J195509+261406 para esclarecer definitivamente su naturaleza. Tras el insólito comportamiento del objeto, con sus fugaces erupciones, los expertos sospechan que habrá que esperar años hasta que se produzca un nuevo periodo de actividad.