Las consecuencias de un sismo de gran magnitud no terminan cuando se atiende la emergencia humana y material. Visitamos Valdivia y Chiloé, en el sur del país, que estuvieron entre las zonas más afectadas por el mayor terremoto de la historia, cuyos efectos en las comunidades y los ecosistemas siguen vigentes.
La activación de una falla inversa ha ocasionado el catastrófico seísmo de magnitud 6,8 que ha desatado muerte y destrucción en la región de Marrakech-Safí, especialmente en el Alto Atlas. No podemos predecir ni parar estos fenómenos naturales, pero el desastre sí es una responsabilidad humana, ya que son nuestras construcciones las que causan los fallecidos al derrumbarse.
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han desarrollado un disipador de energía capaz de controlar las vibraciones que experimenta un edificio bajo la acción de terremotos tanto moderados como extremos.
El sismo, de magnitud 6,8, sacudió el viernes varias provincias sureñas del país magrebí y ya se han contabilizado más de 2.100 muertos y 2.400 heridos. Tuvo su epicentro en la localidad de Ighil, 63 km al suroeste de Marrakech. España es uno de los países aceptados para prestar apoyo sobre el terreno.
Unos depósitos de roca estudiados en el Cabo Cope, en Murcia, fueron arrastrados por fuertes olas causadas por un maremoto ocurrido hace aproximadamente entre 800 y 1.400 años, según una investigación de la UNED, la Universidad de Alcalá de Henares y la Universidad del Oeste de Inglaterra. Los autores sostienen la necesidad de implementar planes de actuación local en la costa mediterránea.
Dos nuevos terremotos han vuelto a sacudir Turquía en la noche de ayer. A la vista de estas réplicas y de los efectos tan catastróficos de estos fenómenos, cabe preguntarse por qué la ciencia no es capaz de saber cuándo y en qué lugar se producirán. Las nuevas técnicas de procesamiento masivo de datos mejoran la prevención sismológica, pero sigue siendo un desafío predecirlos.
Dos temblores de magnitudes 6,4 y 5,8, respectivamente, han tenido lugar en la noche del lunes en la provincia turca de Hatay. La catástrofe ha ocurrido dos semanas después de los seísmos que dejaron más de 40.000 fallecidos.
Los devastadores terremotos del sur de Turquía y el norte de Siria han dejado ya más de 46.000 muertos, pero lo peor puede estar aún por venir. Los supervivientes se enfrentan ahora a riesgos sanitarios que van desde las complicaciones que pueden sufrir por las fracturas y amputaciones, a enfermedades infecciosas y brotes de cólera por la destrucción de los sistemas de saneamiento. Además, el coronavirus puede ser una nueva amenaza en esos lugares, debido al hacinamiento en los refugios.
La respuesta a la pregunta de si se aprendió algo de los grandes terremotos de 1999 y 2011 en Turquía es clara: se aprendió, y mucho. Los ingenieros y arquitectos turcos disponen del conocimiento para diseñar y construir edificios resistentes a terremotos. Los han sufrido históricamente. Saben qué se puede hacer, y qué no, para una edificación segura. Desafortunadamente, este conocimiento no se ha llevado a la práctica.
Una vez más la Tierra nos recuerda que no habitamos un planeta estático, y que sus procesos geodinámicos golpean a nuestra sociedad dramáticamente con una tozuda recurrencia. Tras la activación de varias fallas, los movimientos sísmicos que han afectado a Turquía y Siria han producido aceleraciones en el suelo con valores especialmente altos, lo que podría explicar la gran cantidad de daños, con la pérdida de miles de vidas humanas.