Los ambientes extremos de los ecosistemas terrestres limitan la supervivencia, crecimiento y reproducción de las plantas. Un equipo de científicos españoles desvela ahora nuevas funciones de los factores reguladores tanto en el tiempo de floración como en la tolerancia de distintos tipos de estrés.
Las futuras colonias de nuestro satélite o de Marte podrán cultivar vegetales gracias al trabajo de biólogos como este español del CSIC, que acaba de recibir un premio de la NASA. “No se podrán lanzar semillas a la superficie y esperar a que crezcan”, aclara. Tendrán que desarrollarse en invernaderos, después de superar los daños generados por la ausencia de gravedad.
Un estudio, liderado por españoles, muestra que el incremento de la aridez puede alterar la capacidad para albergar vida y limitar la provisión de servicios ecosistémicos fundamentales a más de 2.000 millones de personas residentes en estos entornos.
Cada año, 2.100 especies de plantas fascinan a las 250.000 personas que visitan el jardín botánico de la Universidad de Harvard en Boston. Su director, que lleva 40 años estudiando los misterios de las plantas, confiesa que el mundo vegetal nunca dejará de sorprenderle.
Como ocurre en las ciudades, las comunidades de animales y plantas se organizan en barrios étnicos donde las especies menos abundantes se agrupan para fomentar su persistencia frente a las más competitivas. La descripción de este excepcional patrón en ecología es la principal conclusión de un estudio internacional en el que participan ocho instituciones españolas.
Existen regiones que presentan una gran riqueza de especies vegetales, conocidos como puntos calientes de biodiversidad, pero también están los llamados puntos fríos que se caracterizan por poseer menor abundancia. Un nuevo estudio demuestra que los puntos calientes pierden, como consecuencia de la actividad humana, un mayor número de especies y más rápido en comparación con los fríos.
La vitamina E es un potente antioxidante que podría actuar como un centinela en los vegetales, enviando señales moleculares desde el cloroplasto (un orgánulo celular) hasta el núcleo. Así se desprende de un estudio publicado por la Universidad de Barcelona que apunta que se trata de un mecanismo molecular que facilitaría la respuesta adaptativa de las plantas ante situaciones de estrés fisiológico, como sequías o falta de nutrientes.
La Montaña Palentina alberga una planta originaria de los Alpes que, en la península ibérica, solo crece en riscos innacesibles donde es muy difícil de estudiar. Ante este problema, investigadores de la Universidad de León han utilizado simulaciones matemáticas para desarrollar un método que permite censar especies de plantas en este tipo de ambientes extremos, reduciendo los recursos necesarios y consiguiendo una gran precisión.
Dos expertas en crisis climáticas, la estadounidense Joanne Chory y la argentina Sandra Myrna Díaz, han sido las galardonadas con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2019. El jurado ha querido destacar sus contribuciones “pioneras al conocimiento de la biología de las plantas, trascendentales para la lucha contra el cambio climático”.
Investigadores de la Universidad de Málaga han descubierto que los microorganismos Bacillus subtilis y Pseudomonas tiene un papel protector de las plantas cuando se encuentran en un mismo espacio. Los resultados podrían servir, además de para aplicaciones en la agricultura, para trabajos sobre resistencia a los antibióticos.