Los océanos son víctimas de la contaminación, el calentamiento del agua, y la calcificación de organismos, entre otros, provocados por las actividades humanas. Pero no todos los animales se ven afectados por igual. Pulpos, calamares y sepias se han beneficiado de los cambios: en los últimos 60 años estos cefalópodos han incrementado sus poblaciones.
Imagina un meteorito de varios kilómetros cayendo en un océano. Se origina un tsunami gigantesco, con olas de hasta 120 metros de altura que penetran más de 600 km en el interior de un continente. Este escenario apocalíptico pudo ocurrir en Marte hace millones de años, según los depósitos y las huellas geológicas que se han encontrado ahora en las llanuras del planeta rojo.
Las regiones antárticas son laboratorios naturales para estudiar la biodiversidad y el impacto del cambio climático. En la Antártida, algunos ecosistemas marinos son especialmente vulnerables a la acidificación del océano, causada por un exceso de emisiones de CO2 a la atmósfera. Estudiar los briozoos antárticos –invertebrados marinos que viven en colonias y forman esqueletos mineralizados– puede abrir nuevas perspectivas para comprender los efectos globales de la acidificación en los océanos.
Por segundo año consecutivo el hielo del océano Ártico ha marcado un nuevo récord al reducir su expansión durante el invierno. Así lo confirman los científicos del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve (NSIDC) y de la NASA, que han recreado en un vídeo la evolución de esta masa helada desde septiembre de 2015 hasta marzo de 2016.
Si las emisiones de gases de efecto invernadero son demasiado elevadas en el año 2100, el nivel del mar podría aumentar entre 60 y 130 centímetros, según revela un estudio internacional en el que participa la Universidad Complutense de Madrid. El modelo, que combina métodos computacionales y estadísticos, tiene en cuenta tanto el comportamiento de las capas de hielo de Antártida y de Groenlandia, como el de los glaciares de montaña, y el de la expansión térmica del océano.
Crean y albergan vida, a la vez que regulan todo el sistema climático de la Tierra. Los océanos son esenciales para nuestra subsistencia. Sin embargo, el aumento de las temperaturas está perturbando de forma sigilosa hasta lo más profundo de los mares. Poco a poco las consecuencias del cambio climático empiezan a percibirse en las especies marinas, la pesca, los modelos climáticos, y el nivel del mar, entre otros.
Hasta hace dos siglos los océanos se estaban enfriando debido a las erupciones volcánicas, que favorecen el enfriamiento de la superficie del mar, pero este proceso se detuvo con la llegada de la Revolución Industrial. Así lo apunta un estudio internacional, con participación española, que ofrece una nueva perspectiva sobre las variaciones de temperatura superficial oceánica antes de la aparición del cambio climático influido por la actividad humana.
Científicos de la Universidad de Sídney (Australia) han creado el primer mapa digital de la geología del fondo marino del mundo, que constituye el 70% de la superficie de la Tierra. Para generar los datos han analizado y categorizado alrededor 15.000 muestras tomadas durante más de medio siglo desde los buques de investigación.
El proceso de formación de las nubes y su influencia en la temperatura de la Tierra son dos factores relevantes en las investigaciones sobre el clima. Ahora, un equipo internacional de científicos, ha analizado el modo en que las formas de vida microscópica que pueblan el océano Antártico varían la concentración de las nubes que están sobre sus aguas. Las características de las gotas de agua que se generan a partir del fitoplacton provocan que las nubes tengan un mayor albedo, lo que implica una mayor reflectividad de la luz solar.