Un pequeño vidrio con dos canales casi imperceptibles que forman una cruz, o, según como se mire, una espada. A primera vista, no resulta muy llamativo, pero se trata de un sensor gestado en la Universidad de Oviedo como se fabrican pocos en el mundo. De estos vidrios ha brotado una pequeña empresa que ha comenzado a diseñar, producir y utilizar estos dispositivos, capaces de efectuar por sí mismos todo el proceso de análisis químico.