El objetivo de este trabajo, que cuenta con la participación de la Estación Biológica de Doñana, es comprobar si la melanina es un factor protector contra la radiación y si existen patrones de adaptación a la radioactividad.
La Universidad de Oviedo ha liderado el estudio más detallado hasta la fecha de las comunidades microbianas de la llamada zona de exclusión. El trabajo registra los mismos valores de riqueza microorgánica en los humedales muestreados dentro y fuera de esta zona, que abarca 30 km alrededor del lugar del accidente nuclear.
Dos universidades españolas han relacionado la presencia en Tenerife de radiación de Cesio con el accidente nuclear ocurrido en 1986. Habría llegado a la isla por el polvo en suspensión del Sahara.
En la Zona de Exclusión de Chernóbil, un equipo liderado por Germán Orizaola de la Universidad de Oviedo ha realizado un estudio que sugiere la existencia de respuestas adaptativas frente a la radiación en vertebrados. Los ejemplares con mayores niveles de melanina, habrían sufrido un menor impacto de la radiación liberada por la catástrofe nuclear.
El Organismo Internacional de Energía Atómica ha perdido el contacto con los sistemas de datos de la central ucraniana de Chernóbil, que, aunque lleva cerrada desde el año 2000, se ha quedado sin suministro eléctrico por la presencia de las fuerzas rusas. Esto viola la garantía de un aporte constante de energía a este tipo de instalaciones y es motivo de preocupación por la seguridad del material nuclear almacenado dentro.
Hace hoy 35 años, la central nuclear de Chernóbil sufrió un accidente tan grave que obligó a delimitar una zona de exclusión de 30 km, ahora convertida en una reserva natural. Sin humanos, lobos, osos pardos, linces boreales, ranas y caballos, entre otros, proliferan y se adaptan en un área radiactiva, cuyo futuro sigue sin estar claro, según el ecólogo español Germán Orizaola que trabaja sobre el terreno desde hace cinco años.
Se cumplen 35 años del fatídico incidente en la central nuclear de Chernóbil, cuyas consecuencias reales han sido muy difíciles de estimar. Dos estudios publicados en la revista Science analizan los efectos genéticos de la radiación en las personas que sobrevivieron y en su descendencia.
El 26 de abril de 1986 se produjo el accidente nuclear más grave de la historia, en el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, cerca de Kiev (Ucrania). Veinticinco años después, el 11 de marzo de 2011 tuvo lugar la segunda catástrofe más importante de este tipo, esta vez en los reactores de Fukushima, en la costa noreste de Japón. En el fondo, lo que causó los dos accidentes fue lo mismo: las complicaciones derivadas de un corte de suministro eléctrico al reactor. Aunque las causas y la duración del corte fueron completamente distintas, al final, ambas condujeron a la fusión del núcleo del reactor.
En 2015, la periodista y escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich se convertía en la primera periodista ganadora del Premio Nobel de Literatura. Uno de sus libros más reconocidos es Voces de Chernóbil, que refleja los testimonios de decenas de afectados recogidos durante veinte años de trabajo. Este es un viaje por sus páginas cuando se cumplen tres décadas de la tragedia nuclear.