Una larva de insecto que vivió durante el cretácico, hace unos 110 millones de años, y que aparece recubierta de restos vegetales, es la evidencia de camuflaje en insectos más antigua conocida hasta ahora, según un artículo que publica la última edición de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). El trabajo se basa en el estudio de una pieza excepcional de ámbar descubierta en el año 2008 en el yacimiento de El Soplao (Cantabria), el más extenso y rico en ámbar de la era mesozoica en Europa.
Con un tamaño similar a un melón mediano y cerca de un kilo de peso, la pieza de ámbar hallada en el yacimiento de San Just en Utrillas (Teruel) se convierte en la más grande encontrada hasta la fecha en el sitio turolense y en una de las mayores de España. El fragmento ayudará entender los procesos de formación de las masas de resina fósiles.
Hace 110 millones de años, en plena era de dinosaurios, un grupo de insectos que transportaba polen quedó atrapado en gotas de resina. Eran cuatro hembras de tisanópteros —o trips—, con el cuerpo recubierto de granos de polen, que se han conservado hasta ahora en una pieza de ámbar de Álava. Se trata de la evidencia de polinización más antigua conocida hasta hoy, y la única del Mesozoico (hace entre 250 y 65 millones de años).
Cuatro momentos de la evolución han quedado atrapados en un depósito de ámbar con protoplumas de dinosaurio y plumas de las primeras aves. Los restos indican tanto el posible color, como estructura y función del plumaje de estas especies.
Una pequeña pieza de ámbar expuesta en una feria geológica que se celebró en Vitoria-Gasteiz hace dos años despertó el interés del científico Vicente Ortuño, de la Universidad de Alcalá (UAH). El ámbar albergaba en su interior un escarabajo del género Calathus, una especie hasta ahora desconocida que vivió hace 40 millones de años, la más antigua conocida hasta la fecha. Sus descendientes más cercanos siguen vivos hoy.
Un equipo liderado por la Universidad Complutense de Madrid y el CSIC ha utilizado novedosas técnicas de microscopía de alta resolución para indagar en el ‘corazón’ de fósiles microbianos con una precisión no alcanzada hasta la fecha. La investigación ha arrojado resultados sorprendentes