El buque Prestige se hundió frente a las costas gallegas el 19 de noviembre de 2002. Casi ocho años después, y con el último vertido todavía en el golfo de México, una investigación española advierte de que los efectos respiratorios que sufrieron las personas encargadas de recoger el chapapote persistieron hasta dos años después.
El estudio, realizado por científicos de A Coruña, Madrid y Barcelona y publicado en la revista Annals of Internal Medicine, revela que los marineros que participaron en las labores de limpieza tenían cambios genéticos y problemas pulmonares años después del vertido. El daño detectado en los cromosomas de los linfocitos está relacionado con un mayor riesgo de cáncer.