Aunque son famosas por emigrar en masa en enjambres, las langostas suelen tener unos hábitos bastante solitarios. Para estudiar el efecto de estos enjambres en las langostas, un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge seleccionó varios ejemplares y los crió en solitario durante tres generaciones. Cuando compararon el cerebro de estos ejemplares con el de langostas gregarias, los científicos observaron unas diferencias muy marcadas: el cerebro de las segundas era un 30% más grande.
Además, cada tipo de langosta tenía más desarrolladas unas zonas del cerebro: en las solitarias las partes del cerebro dedicadas a la visión y al olor son más grandes, mientras que en las gregarias las partes de mayor tamaño son las dedicadas al aprendizaje y al procesamiento de información compleja. Los investigadores consideran que las langostas gregarias necesitan cerebros más grandes para hacer frente a los desafíos de una vida en movimiento. Sus resultados se publican en Proceedings of the Royal Society B.