Los alimentos que ingieren las pardelas (Calonectris diomedea) les dejan una “firma química” en las plumas que permite saber dónde nacen y se reproducen estas aves marinas que recorren cada año miles de kilómetros. Los investigadores españoles que han realizado el proyecto determinan por primera vez el origen y procedencia de estas aves para diseñar estrategias de conservación.