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Investigadores canadienses han identificado contaminantes emergentes y de larga duración en las orcas, protagonistas de #Cienciaalobestia. Estos compuestos aparecen en productos humanos de uso cotidiano y podrían afectar a la salud de cetáceos en peligro de extinción. Su hallazgo en depredadores superiores también indica que son una amenaza para toda la cadena alimentaria.
Los gemelos digitales de nuestro planeta ayudarán a monitorizar, modelizar y predecir las actividades naturales y humanas, así como a crear y probar escenarios para un desarrollo más sostenible.
Un equipo liderado por el Centro de Regulación Genómica y la empresa Pulmobiotics ha diseñado la primera ‘píldora viva’ para tratar infecciones pulmonares. El tratamiento consiste en una bacteria modificada dirigida contra Pseudomonas aeruginosa, un microorganismo resistente a muchos antibióticos y fuente habitual de infecciones hospitalarias.
Científicos en EE UU han desarrollado un algoritmo de inteligencia artificial que analiza la huella digital que dejan los usuarios en Google y las redes sociales. De esta forma, el sistema es capaz de predecir el aumento de casos de covid-19 en un territorio con hasta seis semanas de antelación.
Gracias a una campaña de ciencia ciudadana, se ha comprobado que la reducción de estrellas visibles se asocia a un aumento anual del 9,6 % en el brillo del cielo nocturno por la contaminación lumínica. A este ritmo, un niño o una niña que al nacer observaran 250 estrellas, cuando cumplan 18 solo verán unas 100.
La valenciana Quibim ha desarrollado algoritmos que permiten extraer e interpretar datos cuantificables de imágenes médicas de un tejido sin la necesidad de contar con una muestra, es decir, de forma no invasiva. Su actividad principal se centra en los tumores.
La Organización Nacional de Trasplantes espera alcanzar el objetivo de los 50 donantes por millón de habitantes y llegar a las 5.500 operaciones en 2023, una cifra que se habría alcanzado en 2020 de no ser por la covid-19.
Dos profesores la Universidad de Sevilla y la Universidad de Bristol consiguen explicar la centenaria incógnita sobre la inestabilidad en la trayectoria de una burbuja de aire cuando asciende en el agua.
Este dispositivo volador puede aterrizar y tomar muestras de ADN de las especies que habitan los bosques. Esto abre a los científicos una nueva oportunidad para vigilar la biodiversidad con más facilidad.
El proyecto SynEry creará glóbulos rojos sintéticos que imiten las características de los naturales y que puedan fabricarse en el futuro de forma rentable.