Las invasiones de medusas en algunas costas han potenciado la creencia de que sus poblaciones aumentan alarmantemente a escala mundial, pero los científicos aseguran que aún no existen evidencias de este crecimiento. La jornada ‘El papel global de las medusas en el océano’ en Madrid reunió a investigadores de todo el mundo que elaboran la primera base de datos global sobre ellas para averiguar si realmente los mares se están convirtiendo en una sopa de medusas.
Hay investigadores que llevan sus búsquedas al límite de la aventura. Se lanzan en medio del océano unidos por cabos a contenedores en los que van depositando las medusas que atrapan con delicadeza, una a una. Estos cnidarios son organismos muy frágiles y las redes de plancton y de pesca los destruyen, por lo que esta es la única forma de hacer el muestreo.
Uno de estos exploradores científicos es Carlos Duarte, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC-UIB). “Estamos haciendo un inventario global de todo el conocimiento sobre la abundancia de medusas y su variación en el océano”, explica. Duarte se refiere a la ‘Iniciativa de base de datos de medusas’ (JEDI, por sus siglas en inglés), que tiene ya 530.000 registros y está completada en un 90%.
JEDI es un programa en el que participan instituciones de decenas de países, aunque su fuente principal sean las contribuciones individuales de gente apasionada por la biología oceánica. Entre los cazadores de 'mariposas marinas' está el equipo de buceo de Laurence Madin, del Instituto Oceanográfico Woods Hole (EE UU).
Madin, Duarte y otros compañeros de JEDI se han reunido en Madrid durante el debate ‘El papel global de las medusas en el Océano’, organizado por la fundación BBVA y la Estación de Investigación Costera del Faro de Cap Salines.
Preparados para la invasión
JEDI tiene un objetivo concreto:”a partir de un análisis de esta base de datos, sabremos si las proliferaciones de medusas son un fenómeno mundial y continuo o local y transitorio”, anuncia Duarte. Para marzo de 2012 se tendrá una respuesta sobre esta cuestión, no basada en ejemplos sino en una evidencia científica rigurosa.
En los últimos años se ha creado la percepción social, impulsada por los comentarios de algunos ecólogos marinos y por el eco mediático de los informes de proliferaciones puntuales, de que la población de medusas aumenta alarmantemente a escala mundial. Tanto que podrían acabar dominando los ecosistemas oceánicos.
Recientemente ha habido episodios de invasiones de medusas en las costas europeas, en Estados Unidos, en Japón, en el Mar Negro, etc. Las observaciones se han realizado en sitios muy remotos, lo que parece sugerir que es un hecho global. Pero para recibir el aval de la ciencia, unos datos puntuales y aislados no son suficientes.
Hay evidencias de que la variación de abundancia de medusas presenta ciclos muy largos, de 12 o 15 años. Por tanto, para evaluar si está aumentando o no globalmente hay que tener registros de décadas. “Si no, se puede interpretar la parte de subida de un ciclo como una proliferación, cuando los ciclos son subidas y bajadas continuas”, advierte Duarte.
Pero no es ninguna novedad. Testimonios artísticos en Grecia y narraciones de historiadores romanos ilustran las proliferaciones de medusas en lejanas épocas. El capitán Cook describía en sus anotaciones grandes cúmulos de medusas al entrar en las bahías de Australia. Más recientemente, en la época documentada con datos científicos hay registros en diversas partes del mundo, y el registro fósil ha grabado este proceso en su inventario.
Triunfo evolutivo
Los restos fósiles también atestiguan el éxito evolutivo de las medusas: en 500 millones de años, apenas han variado su morfología. Esta misma semana se describía en Science el mecanismo que explica su ventaja frente a otras especies competidoras. El resultado, obtenido por científicos de la Universidad de Oviedo, relaciona el tamaño de las medusas con su eficiencia en el ciclo del carbono. Son capaces de alcanzar grandes dimensiones con poca inversión de carbono, simplemente incorporando agua.
“El paper habla del potencial de las medusas de sobrevivir a variaciones en el clima. En particular, se compara con el de los peces”, explica durante la jornada Kylie Pitt, de la Universidad de Griffith (Australia), que ha comentado el artículo para la revista Scientific American.
“Pero no hay evidencias de que las medusas estén suplantando a los peces en los ecosistemas oceánicos. Para este tipo de aseveraciones hacen falta estudios sistemáticos de grandes bases de datos de poblaciones, como JEDI”, puntualiza Rob Condon, investigador de la Universidad de Alabama (EEUU) invitado a la jornada. “Reamente sabemos muy poco del papel de las medusas en las redes alimentarias del mar, no conocemos bien sus predadores ni sus fuentes de alimento. Apenas sabemos nada de lo que son”.
Buceo azul
Casi todos los registros de JEDI están situados en la zona costera, ya que la observación de medusas en océano abierto es muy complicada. Aun así, hay quienes, como Laurence Madin, se atreven a sumergirse en las profundidades para encontrar ejemplares desconocidos. Madin, pionero del 'buceo azul', es uno de los responsables del Censo De Vida Marina, publicado en 2010. Tras diez años de trabajo, han conformado una detallada fotografía de la biodiversidad oceánica.
“Hicimos numerosas expediciones para capturar muestras. También desarrollamos información genética que nos permitirá distinguir nuevas especies, ya que hasta ahora, hay muy pocos expertos en taxonomía de estos animales y es difícil establecer una clasificación mediante observaciones”, argumenta Madin.
Efectivamente, apenas hay 100 expertos en el mundo en cuerpos gelatinosos. Esto provoca un gran desconocimiento que deriva en una alerta desmesurada ante las invasiones masivas en las costas.
La mala fama de las medusas
Una parte es cierta. El aumento de medusas no solo supone un impacto a nivel medioambiental, también afectan a las pesquerías, interfieren con la acuicultura y molestan a los turistas. Este verano, varias plantas nucleares tuvieron que reducir su producción porque las tomas de agua para la refrigeración estaban obstruidas por medusas.
Claro que, aunque mucha gente no lo sepa, las medusas también aportan beneficios. “Los juveniles de peces, por ejemplo, se ocultan a menudo de los predadores entre sus tentáculos. Las tortugas y muchas otras especies de peces comen medusas. Y cada año se recolecta casi medio millón de toneladas de medusas para consumo humano, sobre todo, para el mercado asiático”, explicaba en su intervención Kylie Pitt.
Aun así, globalmente, el balance es negativo para la imagen de estos cnidarios. “Su mala fama se debe sobre todo a su potente picadura”, relata Pitt. “En España, hay solo seis especies que deberían preocuparnos. Y ninguna de ellas es mortal, aunque nos dejen un recuerdo doloroso”, cuenta Josep Maria Gili, investigador del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona, también invitado al encuentro. No podemos quejarnos. En las costas de Australia sí existen variedades letales para los humanos.
Pitt describe la situación sin demasiada gravedad: “En Australia tenemos la variedad más peligrosa: Chironex fleckeri. Se han registrado más de 60 muertes causadas por esta especie en los últimos 200 años. Pero hay muchas medidas para protegerse, hemos aprendido a convivir con ello”.
En las playas hay barreras que impiden la entrada de estas medusas. Además, existen trajes especiales para hacer submarinismo sin ningún riesgo de picadura. En los puntos en los que están localizadas, durante determinadas épocas del año, es necesario tomar precauciones añadidas. Sin alarmas innecesarias, “lo importante es la información. Debemos saber que no podemos ir a la playa como si fuera una piscina”, apunta Josep Maria Gili.
Convivir con ellas
“No hay que olvidar que las medusas no son extraterrestres que han aparecido en el océano, sino que llevan 500 millones de años poblando el planeta. Y tienen un papel en los ecosistemas marinos”, recuerda Duarte. Ayudan a preservar la biodiversidad, aunque aún no se sepa detalladamente cómo.
Para ello existen misiones como JEDI, para construir una imagen amplia y objetiva de la situación global de estos animales y, en el caso de que sea necesario, tomar medidas para reequilibrar el desajuste poblacional. Mientras tanto, los investigadores se contentan con observar la belleza de estos animales suspendidos en todas las regiones del océano.