La detección del número de personas con trastornos obsesivos compulsivos o TOC ha aumentado en los últimos años. Esta semana se han reunido en la Fundación Ramón Areces de Madrid los mejores expertos internacionales en la enfermedad. Los datos son bastante optimistas: con tratamiento adecuado, las tasas de mejoría clínica significativa están en torno al 80%.
“Penny, Penny, Penny”. Así es como Sheldon Cooper –el famoso físico teórico de la serie Big Bang Theory que rige su vida con una programación excesiva de hábitos y horarios– llama a la puerta de su vecina. Tres veces: ni una más, ni una menos.
Esta podría ser una de las muchas rutinas que debe llevar a cabo una persona con trastorno obsesivo compulsivo (TOC), que afecta a aproximadamente al 2% de la población general. Pero no todas son tan llevaderas, algunos de los pacientes ven trastocada completamente su vida a causa del trastorno.
“Aunque en la población general es normal tener algún pensamiento similar a los de los pacientes con TOC, en estos últimos la frecuencia y el malestar que generan conduce a un deterioro significativo del funcionalismo del paciente, con grave repercusión social, familiar y laboral”, explica a SINC María del Pino Alonso Ortega, miembro del Centro de Investigación en Red de Salud Mental (CIBERSAM) del Instituto de Salud Carlos III.
Suele ir acompañado de graves limitaciones en la calidad de vida, consecuencia de la evitación de situaciones y el consumo de tiempo en los comportamientos rituales, como lavarse las manos, repetir palabras o caminar por un determinado lado de la acera. Se calcula que en el mundo más de 100 millones de personas sufren este trastorno, más que el número de pacientes diagnosticados de anorexia, esquizofrenia o trastorno bipolar.
De hecho, el TOC está reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la décima causa médica más frecuente de deterioro personal. A pesar de ello, en la actualidad no se conoce una causa específica para su desarrollo.
Tal y como afirma Amparo Belloch Fuster, de la unidad de trastornos obsesivos y alimentarios de la Universidad de Valencia (UV), “los modelos causales de una sola dirección, causa-efecto, explican muy poco las enfermedades que nos aquejan”.
Los trastornos obsesivo-compulsivos tienen causas biológicas y psicológicas. “Además, como unas y otras interactúan entre sí a diferentes niveles, tanto esas interacciones como las consecuencias se convierten a su vez en causas de otros problemas”, apunta Belloch.
En el caso del TOC, las causas biológicas no siempre pesan lo mismo en todos los pacientes, ni en cada una de las fases de la vida, ni en los diferentes episodios o crisis que atraviesan.
“Y lo mismo ocurre para las causas psicológicas, que pueden actuar como precipitantes de una vulnerabilidad biológica, mantenedoras de la enfermedad una vez que se manifiesta, agravantes y, por supuesto, precipitantes de las recaídas”, añade la investigadora de la UV.
¿Obsesivo o TOC?
La línea que separa una persona obsesiva de otra con TOC es muy fina. Según los expertos, los síntomas obsesivo-compulsivos son la manifestación extrema y disfuncional, es decir, no útil, de ciertos pensamientos normales que se experimentan con frecuencia: los pensamientos intrusos desagradables.
“Se producen sobre todo en situaciones de estrés, presión, tristeza o nerviosismo. Les llamamos intrusos precisamente porque se cuelan en el fluir normal de nuestros pensamientos. Por ejemplo, dudas sobre si hemos hecho o dicho algo correctamente o sobre si queremos realmente a nuestra pareja”, subraya Belloch.
Al parecer, el problema reside en prestarles demasiada atención y comenzar a hacer algo para quitar estos pensamientos de nuestra mente, como tranquilizarnos comprobando que cerramos bien la puerta o recordando si realmente dijimos o hicimos algo mal.
Es a partir de este momento cuando aumenta la probabilidad de que ese pensamiento reaparezca y sea necesario neutralizarlo. Si este ciclo se produce varias veces, es posible que la idea acabe convirtiéndose en una obsesión, y las acciones realizadas para controlarlo, en una compulsión.
No todos somos iguales ante estas obsesiones. “Si la persona tiene una vulnerabilidad biológica a padecer un TOC, esas posibilidades aumentan de manera exponencial y seguramente no es necesario que el ciclo se repita muchas veces, porque puede bastar con que el pensamiento intruso se cuele una sola vez para que se convierta en una idea obsesiva”, indica Belloch.
Por ello, la diferencia entre una persona sin TOC y otra con TOC está, desde un punto de vista psicológico, en cómo maneja esos pensamientos y qué efecto producen en su estado de ánimo.
El diván de los TOC
Como ocurre en muchas enfermedades, un gran número de casos no son diagnosticados ni tratados hasta muchos años después de su aparición. Históricamente conocido como problema psicológico, este trastorno se ha ido enmarcando dentro de las enfermedades mentales condicionadas biológicamente.
La investigación en distintos campos, desde la genética molecular hasta la neuropsicocirugía funcional, está aportando distintas alternativas de tratamiento. Por el momento, las terapias actuales consisten básicamente en que la persona entienda que solo se trata de pensamientos que no revelan nada especial y que, por tanto, no se debe asustar ni hacer nada para contrarrestarlos.
“Es un proceso que requiere de un buen entrenamiento por parte del terapeuta y una buena disposición por parte del paciente, pero es muy satisfactorio”, señala Belloch. En todo caso, la colaboración del psicólogo clínico con el psiquiatra es casi siempre esencial para que el proceso culmine con éxito.
“Desafortunadamente, esto no siempre se produce. A veces es por falta de profesionales entrenados, otras veces por desconocimiento mutuo, y otras por las dificultades que unos y otros encuentran para llevar a cabo un trabajo colaborativo eficaz, a pesar de que quieran llevarlo a cabo”, advierte.
Sin embargo, los datos relativos al pronóstico de estos trastornos son bastante optimistas: con tratamiento adecuado, las tasas de mejoría clínica significativa están en torno al 80%, y sobre el 60% en el caso de recuperación.
Tratamiento eficaz, buen pronóstico
“El TOC de inicio infantil muestra un mejor pronóstico que el de aparición tardía, de forma que el 50% de los niños y adolescentes diagnosticados no muestran síntomas de la enfermedad cuando alcanzan la vida adulta, lo que sugiere que, al menos algunos casos infanto-juveniles, corresponderían a patologías del neurodesarrollo”, sostiene por su parte Alonso Ortega.
En el caso del TOC de inicio en adultos, la evolución suele ser variable con tendencia a la cronicidad. Es más, “los pacientes con necesidad de orden o simetría son los que tienden a mostrar una respuesta discretamente peor a los fármacos o la terapia de conducta”, garantiza.
En lo que están de acuerdo los expertos es en que, si el tratamiento ha sido eficaz, el pronóstico es bueno. La cuestión es que no todos los pacientes responden bien a los tratamientos, ni tienen acceso a ellos de igual forma.
“Una parte muy importante de estos pacientes ocultan su problema durante años, lo que empeora el pronóstico. Además, las recaídas son todavía frecuentes, de modo que es necesario que la patología se detecte lo antes posible para evitar su cronificación y facilitar el acceso del enfermo a los tratamientos eficaces”, concluye Belloch.
Quizá personajes como el entrañable Sheldon de Big Bang Theory, con su extraordinaria preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, logren acercar más este trastorno a la sociedad y disminuir con ello el encubrimiento de su gravedad.
El TOC se caracteriza por la presencia de dos fenómenos clínicos íntimamente ligados: las obsesiones y las compulsiones o rituales. Las obsesiones son pensamientos, imágenes, ideas o impulsos que aparecen de forma súbita e involuntaria en la mente del paciente, tienden a repetirse a pesar de sus esfuerzos por librarse de ellos y, por su contenido, generan un intenso malestar.
Las compulsiones o rituales son aquellas acciones, mentales o manifiestas, que los pacientes llevan a cabo para tratar de reducir el malestar provocado por los pensamientos obsesivos. Dado que estos últimos son repetitivos, las compulsiones tienden a tener también un carácter reiterativo y estereotipado.
Estos trastornos suelen iniciarse en edades tempranas de la vida, con dos picos de aparición, uno infantil, alrededor de los diez años, y otro en los primeros años de la vida adulta, en torno a los veinte años. Afecta por igual a hombres y mujeres, aunque las formas de inicio infantil son más frecuentes en varones.