Si hacer carrera como arqueólogo ya es complicado, la crisis en Europa ha hecho casi imposible ejercer esta profesión. Las oportunidades se presentan ahora en lugares como América Latina donde el crecimiento económico y la toma de conciencia sobre sus tesoros prehispánicos han impulsado la arqueología de forma extraordinaria. Muchos investigadores españoles se están yendo a países como Ecuador, Perú o Chile, pero no todo es un camino de rosas: la metodología es diferente y la corrupción planea sobre una actividad en la que se están inviertiendo gandes cifras, dicen.
Ya tiene su billete a Ecuador. Se va sin trabajo pero con unas expectativas muy altas de encontrarlo en poco tiempo. Su formación y su experiencia en Europa parecen ser el mejor aval posible para desarrollar una carrera en América Latina, como han hecho muchos otros arqueólogos españoles. “Parece que se ha abierto la veda para que empecemos a cruzar el charco y dar el salto que permita una colaboración y un desplazamiento más fluidos entre ambos lados del Atlántico a nivel arqueológico”, afirma Eva González, que en menos de tres semanas pisará la tierra que un día dominaron los incas en busca de oportunidades.
Sus razones están claras. “Mi contrato se acabó hace un mes y medio y no tengo esperanza de encontrar trabajo de arqueóloga en España a corto plazo. Me parece una gran oportunidad para viajar y descubrir una nueva cultura y también avanzar laboralmente, conocer nuevas metodologías y ramas de investigación”, afirma. “Parece que el hecho de haberse formado en España está bien valorado y ayuda a optar a un puesto”, comenta.
Igual que a los exploradores de siglos pasados, al otro lado del Atlántico le esperan las fascinantes culturas prehispánicas. “A mí me encantaría excavar en México o en Perú”, reconoce Fran González de la Fuente, licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, “pero Ecuador ofrece la posibilidad de construir desde cero un nuevos discurso arqueológico, hay tanto por hacer desde la base que asusta, pero emociona como oportunidad”.
Alejandra Sánchez Polo, en una excavación de Ecuador.
Desde hace unos meses trabaja en una excavación llamada Las Orquídeas, cerca de Ibarra, en la provincia de Imbabura. Se trata de una tola, una gran elevación artificial del terreno muy común en el Ecuador precolombino y que parece remontarse del año 250 a. C., aunque “aún queda procesar los materiales en el laboratorio y hacer las pruebas del carbono 14”.
Lo que más le impresiona es la “brutal cantidad de materiales cerámicos” que suelen aparecer en las excavaciones precolombinas, con formas muy particulares y pastas depuradas, “radicalmente diferentes de lo que conozco de la península ibérica”. Y, “por supuesto, la obsidiana”, una roca volcánica muy oscura con la que los indios americanos elaboraban numerosos objetos, especialmente, armas.
El método Harris
Antes de esta experiencia, Fran González ya trabajó documentando las rutas de comunicación entre la sierra y el este del país. En su opinión, la arqueología de Ecuador aún “adolece del nivel científico que resultaría deseable”. En la mayoría de los yacimientos no se emplea el método Harris, un sistema de estratigrafía arqueológica por el que a cada estrato o capa le corresponde una edad o periodo diferente y, por lo tanto, según el estrato donde se localice un hallazgo, se puede datar su antigüedad. “Algunos no emplean método alguno”, explica.
Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en España, “aquí la arqueología se paga muy bien”, lo cual no es bueno en todos los sentidos. “Existe algo de corrupción y clientelismo, pero también gente con ganas de superar eso y construir una arqueología centrada en la investigación y no en el lucro”.
Francisco Javier Marcos Herrán se muestra mucho más crítico, ya de vuelta de su aventura americana después de trabajar en la supervisión, elaboración gráfica del informe y didáctica de la excavación de un cementerio de la cultura Diaguita, anterior a la dominación Inca, en la ciudad de Ovalle (Chile). “No veo opciones de volver a excavar como profesional en España”, asegura, y a pesar de todo “no me volvería a ir”, puesto que en Chile “la visión del español es negativa”.
Con una experiencia de casi 20 años dedicado a la arqueología de gestión en Asturias y Castilla y León, prefiere encaminarse por otros derroteros y ya tiene su propia empresa de servicios y productos arqueológicos, Flashback Archaeologica. En su opinión, la ausencia del método Harris hace que la metodología de trabajo sea “como volver a la década de 1970”.
Cultura Maranga
Desde Lima, opina lo mismo Patricia Aparicio Martínez, del Museo de Arqueología Josefina Ramos de Cox, dependiente del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú. “Los métodos son diferentes aunque conocidos, en España algunos ya han dejado de usarse, al igual que los procedimientos, encajados además en una burocracia muy compleja”.
Fran González de la Fuente trabajando en Ecuador. /Foto cedida por Fran González
Su trabajo consiste en registrar y ordenar colecciones de un sitio arqueológico denominado Pando, que pertenece a la cultura Maranga, además de colaborar en el inventario de piezas de la excavación Pachacamac. “Me resulta interesantísimo el potencial que tienen estas culturas para el estudio de la arqueología del paisaje, que es mi especialidad”, aunque para eso “tienes que adaptarte a nuevos estudios con visiones arqueológicas diferentes a las que estabas acostumbrado”.
“Mi sueldo no es especialmente alto”, pero “Perú es un lugar fantástico con un montón de posibilidades académicas”, mientras que en España “me estaba empezando a quedar atrás académica y profesionalmente”, afirma Patricia Aparicio, que cuenta con un máster de la Universidad Autónoma de Madrid. En su opinión, también hay opciones de trabajar en empresas privadas, teniendo en cuenta el gran desarrollo que vive el país.
También en la Pontificia Universidad Católica del Perú encontramos a uno de los principales arqueólogos peruanos, aunque de origen polaco, Krzysztof Makowski Hanula, que ha sido testigo de la llegada de científicos extranjeros, un fenómeno que ha estado protagonizado principalmente por los investigadores estadounidenses. Sin embargo, para él recibir a arqueólogos españoles no es nuevo, puesto que ya hace años integró en su equipo a un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Una de ellas, María Jesús Jiménez, ha escrito un libro junto a él y se ha convertido en una de las mayores especialistas en textiles andinos prehispánicos.
Castillo de Huarmey
Krzysztof Makowski Hanula investiga la cultura Huari, una civilización andina que floreció entre los siglos VII al XIII d. C. En el Castillo de Huarmey, una impresionante pirámide de adobe, su equipo logró un sorprende éxito el año pasado: localizar un gran mausoleo imperial de 63 tumbas y 1.300 objetos. Este descubrimiento fue considerado por la revista Archaeology como uno de los 10 hallazgos más importantes de 2013.
En opinión de este experto, la arqueología vive un magnífico momento en los Andes. “Cuando comencé mi carrera aquí, hace 32 años, conocía a todos los arqueólogos en activo por su nombre y apellidos. Ahora sería imposible, porque debe haber más de 2.000 en el país y con una preparación muy desigual”, comenta. El número de estudiantes y doctorandos se ha multiplicado y también el de especialidades dentro de la arqueología. Además, los proyectos disfrutan de “presupuestos abultados” que llegan al millón de dólares anuales y, en algunos casos, hasta los cuatro millones.
Perú, cuna de civilizaciones
Se trata de grandes iniciativas estatales, como el Sistema Vial Incaico o proyecto Qhapaq Ñan, una iniciativa internacional que incluye a Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina y da trabajo a un elevado número de arqueólogos. “El Estado peruano siente que haber sido la cuna de una de las civilizaciones más originales de la historia de la humanidad supone una ventaja comparativa, pero también conlleva la obligación de conservar este patrimonio”, afirma. Sin embargo, Krzysztof Makowski expresa su preocupación porque este tipo de intervenciones están más orientadas a la puesta en valor de los lugares arqueológicos como atractivo turístico que a la investigación. “La plata destinada a arqueología está muy bien gastada, pero podría estar aún mejor si se pensara que lo primero es excavar y lo segundo, conservar”, declara.
Las decisiones de políticos, ingenieros o arquitectos están por delante de la opinión de los arqueólogos. El investigador de la PUCP considera que se deberían crear museos al aire libre cuyos encargados permanentes fueran equipos de arqueólogos con la autonomía suficiente como para separarlos de los aspectos políticos y económicos y, por lo tanto, de la corrupción.
Por el contario, la mayor parte de las intervenciones arqueológicas tienen lugar ante la aparición de restos arqueológicos cuando se realizan obras y esto hace que el trabajo no sea estable. Además, Perú no ha logrado institucionalizar centros de investigación que ofrezcan condiciones de vida adecuadas a los arqueólogos.
Más cerca de la antropología
Aunque la mayoría de los arqueólogos españoles que cruza el charco se ve sorprendido por los métodos de trabajo e incluso los critica abiertamente, estas diferencias con respecto a los procedimientos europeos no son necesariamente negativas para todos. “Aquí hay otras formas de trabajar, otros enfoques que enriquecen la práctica arqueológica, especialmente, el trabajo conjunto con las comunidades locales, que toman protagonismo en la toma de decisiones”, comenta Alejandra Sánchez Polo, que trabaja para el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural en yacimientos de la costa ecuatoriana fechados en el siglo XVI justo antes de la llegada de los españoles. Su objetivo, el de “conocer los sistemas políticos, sociales y económicos que se desintegraron con la imposición del sistema colonial”.
En su opinión, la colaboración con las comunidades locales “no mina los objetivos científicos de la arqueología”. Además, otros especialistas explican que el estudio de la historia a través de las excavaciones tiene en América Latina una perspectiva mucho más cercana a la antropología y que este aspecto es esencial para comprender lo que aparece en los yacimientos.