Los últimos estudios indican que los casos más graves de COVID-19 se deben a una respuesta excesiva del sistema inmunitario. Investigar el despliegue de este ejército celular en cada fase de la infección puede ayudar a hacer pronósticos y tomar decisiones. En hospitales españoles ya se usa una molécula para determinar en quiénes puede ser efectivo un fármaco que frenaría la progresión de la enfermedad.
Que la infección del SARS-CoV-2 produzca síntomas leves o una neumonía grave depende de la respuesta inmunitaria de cada paciente, un sistema defensivo basado en la acción coordinada y específica de células de decenas de tipos distintos.
Estudiar el despliegue de este ejército en cada fase de la infección puede proporcionar marcadores que pronostiquen la evolución de cada paciente. Ya hay avances. Una molécula del sistema inmunitario se usa ya en hospitales españoles para decidir en quiénes puede ser efectivo un tratamiento experimental que frenaría la progresión de la enfermedad.
Cecilia Muñoz Calleja, especialista del servicio de Inmunología del Hospital de La Princesa, en Madrid, está recibiendo más de quince muestras de sangre al día de enfermos en cuidados intensivos. Según comenta a SINC, “son muchas y no es bueno porque significa que hay muchos pacientes, pero a la vez eso permitirá obtener resultados antes”. Esta inmunóloga mide en las muestras la IL6, una molécula secretada por el sistema defensivo humano y que es tóxica en grandes cantidades.
Los niveles altos de IL6 en sangre –en términos simples– se asocian a una respuesta de defensa excesiva, que se vuelve en contra del propio paciente: se desencadena una inflamación exagerada que no cura sino lo contrario, y que es, en última instancia, la causa de las neumonías graves y, en algunos casos, de muerte.
Es, como explica Muñoz Calleja, lo que los inmunólogos llaman una “tormenta de citoquinas”, un fenómeno que también produjo los casos más graves de las anteriores epidemias con coronavirus, el SARS-CoV-1 y MERS, y que se cree que estuvo detrás de la gran mortalidad durante la terrible gripe española de 1918.
Afortunadamente hay un fármaco, el tocilizumab (RoActemra), aprobado contra la artritis reumatoide –entre otras indicaciones–, que bloquea la IL6. Y ya ha empezado a usarse de manera experimental en casos graves de COVID-19. Pero todo es por ahora “muy empírico”, aclara Muñoz Calleja. “No hay experiencia, faltan datos”.
De hospitales italianos llegan indicaciones. El tocilizumab sería efectivo cuando la IL6 supera ciertos niveles en sangre, si hay neumonía bilateral, dificultad para respirar y si en dos días se observa un empeoramiento. De ahí la necesidad de las medidas de IL6 en las muestras de sangre.
Algunas de las integrantes del Servicio de Inmunología de La Princesa. De izquierda a derecha, Reyes Tejedor, Ana Alcaraz y Ana Marcos. / Hospital de La Princesa
Sin embargo, “podríamos estar llegando tarde”, dice esta experta. “Los médicos no quieren esperar a que los pacientes estén tan mal”. Su objetivo es analizar cuantas más muestras mejor, también de enfermos menos graves, y estudiar si el tocilizumab puede usarse precisamente para evitar su empeoramiento.
Dado el alto número de muestras disponibles, “podríamos tener resultados en unas semanas”, señala la inmunóloga que admite estar trabajando “sin parar”.
Es el objetivo más urgente, pero hay otros. El servicio de Inmunología de La Princesa tiene experiencia en estudiar la enorme variedad de poblaciones de células que intervienen en la respuesta inmunitaria, y ahora la aprovechará para investigar las que se activan contra el SARS-CoV-2. Ya han empezado a tomar datos.
“Entender la respuesta inmunitaria de los pacientes es crucial”, recalca. Las variaciones en esta respuesta explican, por ejemplo, la gravedad de la infección en los mayores, porque “el sistema inmuninario también envejece”, dice Muñoz Calleja.
Los investigadores quieren saber con precisión qué poblaciones de células entran en juego en cada etapa, cuáles se activan, cuáles se agotan… Algo así como desvelar la estrategia de un ejército altamente especializado que va desplegando sus tropas. De esa manera podrán saber qué falla en los enfermos que evolucionan mal, y cómo ayudarlos.
Es lo que están haciendo inmunólogos en todo el mundo. Ya se ha publicado el primer trabajo en profundidad que narra, como en los fotogramas de una película, los movimientos de las tropas defensivas en varios puntos temporales de la evolución de una enferma leve en Melbourne (Australia). La mujer, de 47 años, había llegado de Wuhan once días antes y llevaba cuatro con síntomas.
Investigadores del Instituto Peter Doherty de Infecciones e Inmunidad de Australia estudiaron su respuesta inmunitaria en relación a su evolución clínica y de carga viral. Observaron, en concreto, un aumento de las células secretoras de anticuerpos; de linfocitos T de varias clases (citotóxios CD8 y cooperadores CD4); y de diversos anticuerpos que se unen al coronavirus. Los cambios inmunológicos “persistieron al menos siete días después de la desaparición de los síntomas”, según publicaron en Nature Medicine el 16 de marzo.
Los autores proponen “que estos parámetros del sistema inmunitario se caractericen en grandes cohortes de pacientes con COVID-19 de diferente gravedad, para determinar si podrían ser usados para predecir la evolución de la enfermedad”, y estudiar posibles tratamientos y como referencia para evaluar candidatos a vacunas.
Para Marcos López Hoyos, jefe del Servicio de Inmunología del Hospital Marqués de Valdecilla, en Santander, es un trabajo valioso porque “han mirado las poblaciones de células adecuadas” para dar una visión completa de la respuesta inmunitaria: la ‘innata’–la que planta el organismo ante cualquier agente extraño– y la ‘adaptativa’, que es específica contra el nuevo agente; así como la celular –los diferentes tipos de linfocitos– y la humoral –los anticuerpos–.
El laboratorio de López Hoyos enfoca ahora todo el esfuerzo en dar apoyo a los servicios que atienden a los pacientes, pero aspira a poner a punto las técnicas de análisis de poblaciones celulares en muestras de sangre con fines de investigación clínica.
Quedan aún muchas preguntas, como por qué los niños pasan la infección con síntomas leves o por qué en algunos jóvenes sin patologías previas sucede, por desgracia, todo lo contrario.
Lo que no dudan los inmunólogos es que superar la COVID-19 garantiza el desarrollo de memoria inmunitaria, por lo que “si se dan segundas o terceras infecciones por el mismo virus la enfermedad será mucho más leve”, concluye Cecilia Muñoz Calleja.