La aprobación esta semana de una batida de lobos en Cantabria ha reavivado la controversia sobre la gestión del lobo ibérico. Tras estar al borde de la extinción el siglo pasado, la lenta recuperación de la especie ha resucitado viejos odios y polémicas. Regular adecuadamente la caza, establecer prácticas seguras para la ganadería y desarrollar alternativas sostenibles, como el turismo lobero, son las cuestiones centrales para garantizar que la supervivencia del animal sea compatible con los intereses humanos.
“Debido a los daños producidos al ganado por los lobos, la Dirección General de Montes del Gobierno de Cantabria ha autorizado una cacería el próximo 13 de junio desde primera hora de la mañana”, proclama el bando difundido esta semana por el Ayuntamiento de Rasines. Un edicto, que aunque es apoyado por los directamente afectados, ha levantado una fuerte polémica en las redes sociales y resucita el debate entorno a este animal.
“Traer el lobo es traer la guerra”, piensa Ramón, dueño de uno de los grandes rebaños de ovejas de la localidad ganadera de Armuña (Segovia), que Sinc visitó hace unos meses. El lobo ibérico (Canis lupus signatus) había sido algo remoto desde la generación de sus abuelos, hasta que entre 2001 y 2006 sus rebaños sufrieron sucesivos ataques. “En cada uno de ellos morían 20 o 30 ovejas y las demás quedaban estresadas y sufrían complicaciones durante el embarazo”, recuerda el ganadero.
Desconcertado por esta nueva amenaza y ante la resistencia de las autoridades a admitir la presencia de lobos en la zona, Ramón instaló una trampa en la que cazó a una hembra, que falleció como consecuencia de las heridas. Así el ganadero consiguió probar que tenía razón.
Hace un siglo, no era necesario demostrar la presencia del lobo porque se extendían por prácticamente toda la península ibérica. Sin embargo, la caza masiva y el uso indiscriminado de veneno impulsados por la Junta de Extinción de Alimañas durante el franquismo casi provocaron la extinción de la población lobuna, que prácticamente quedó recluida a unos pocos núcleos del noroeste peninsular.
Gracias a la prohibición de estas prácticas con la llegada de la democracia, los lobos iniciaron una lenta recuperación natural –todavía en curso– que les ha permitido volver a atravesar la frontera natural del río Duero y regresar a territorios que habitaron durante muchos años. Una expansión que en algunos casos ha resucitado el odio del hombre hacia una especie a la que tradicionalmente ha considerado su gran enemigo en el reino animal.
Al igual que Ramón, las asociaciones de agricultores y ganaderos han sido las más activas contra el lobo, una beligerancia que en ocasiones llega a extremos tan virulentos como la aparición en 2014 de un ejemplar ahorcado en una señal de tráfico de Asturias.
Pero según las asociaciones ecologistas, los daños provocados por el animal no son tan graves, ya que los ataques denunciados solo afectan a menos del 1% de la ganadería en extensivo, y generan un gasto de dos millones de euros, una cantidad comparativamente pequeña respecto a los ingresos de sector. Los ecologistas subrayan, sin embargo, que los ganaderos no son la única amenaza de los lobos.
Caza de lobos porque ¿hay demasiados?
La caza sigue siendo una de las prácticas utilizadas para limitar la población lobuna. Está prohibida en Cataluña y al sur del Duero debido a la escasez de lobos. No obstante, en otras zonas donde se considera que hay muchos ejemplares la solución es la caza. En este sentido, Castilla y León, Galicia, Cantabria y la Rioja conceden más de 200 permisos en total, una cantidad que se ha quintuplicado en los últimos 20 años.
“La decisión del número de cupos se basa más en la presión de ganaderos y cazadores que en las necesidades reales”, afirma Theo Oberhuber, responsable de biodiversidad de Ecologistas en Acción. En las subastas organizadas por los ayuntamientos, cada uno de estos permisos puede alcanzar un precio de hasta 5.000 euros.
Un ejemplar atrapado en un lazo / Tomás Pérez (Ecologistas en Acción)©
A las críticas de las ONG, se unen las evidencias científicas: la caza no es una práctica realmente eficaz para disminuir los ataques sufridos por el ganado. De hecho, estas agresiones han aumentado en las zonas del noroeste peninsular donde se han aprobado la eliminación selectiva de la población lobuna, según demostraba una investigación pormenorizada efectuada en 2013 por el biólogo Alberto Fernández Gil.
Además de la ineficacia, otro estudio también alerta del riesgo que estas prácticas pueden causar en la supervivencia de la especie en España, que pese a la leve mejora experimentada todavía no tiene asegurada su conservación a largo plazo. Jorge Echegaray, uno de los coautores, señala a Sinc que el principal problema de las cuotas "es que supuestamente se conceden en función de la población de lobos, pero no se dispone de datos precisos”.
Para obtener estas cifras es necesario efectuar análisis genéticos de los restos dejados por estos cánidos en la naturaleza, por lo que lo único que se pueden hacer son estimaciones que en el caso de la Península son poco precisas.
En octubre del año pasado, un artículo publicado en la revista PLoS ONE por científicos españoles desarrolló un nuevo método basado en el patrón de comportamiento de los lobos, y permitió relacionar la concentración de indicios con la probabilidad de cachorros en una manada. Aunque fue utilizado en ciertas regiones de Cantabria, es todavía demasiado costoso para ser aplicado en grandes áreas.
Otro problema añadido es que, debido a que cada comunidad autónoma se encarga de la gestión, solo se efectúan controles regionales de la población. El último censo completo elaborado a nivel nacional se remonta a 1988 y estimaba que existían 2.000 lobos, cifra que desde entonces podría haber aumentado en 500 ejemplares según algunos cálculos.
La evolución de la población ha sido desigual: mientras que en el norte se ha visto favorecida por la llegada de individuos de Francia y Portugal –países donde el lobo goza de una protección completa–, cada vez son más las sospechas de que podrían haber desaparecido las pocas familias que sobrevivían en Extremadura y Andalucía.
Indemnizaciones problemáticas
Además de las cuotas de caza, casi todas las comunidades autónomas han optado por un sistema de indemnizaciones para compensar a los ganaderos por sus pérdidas. “El problema de este sistema es que se basa en la entrega de dinero a posteriori, pero no incentiva la prevención”, explica Echegaray.
Su referencia es el modelo seguido en Alemania y los países escandinavos. En estas regiones, a los ganadores se les concedieron ayudas cuantiosas durante varios años para desarrollar sistemas de protección del ganado frente al lobo. A partir de entonces no se les otorgó ninguna indemnización por ataques.
Las tres medidas concretas propuestas por el experto para poner a salvo a las ovejas son “el adiestramiento de mastines, encerrar al ganado por la noche e instalar pastores eléctricos (unas vallas conectadas a una batería que dan una descarga cuando el animal intenta saltar el cercado o excavar la tierra de debajo)”, enumera.
Ante estas propuestas, los ganaderos no parecen estar satisfechos. Para Ramón, los perros son difíciles de entrenar y caros de mantener. Además, critica el esfuerzo extra para encerrar al ganado e instalar el cercado eléctrico cada noche. “Al fin y al cabo, ¿por qué tengo que pagar por algo que no he introducido yo?”, concluye.
Talegón explica las caracteristicas del lobo / Llobu
Turismo lobero, una alternativa económica
Una forma de rentabilizar la presencia del cánido es la del turismo lobero, una modalidad surgida en Canadá y Estados Unidos, y que en España están impulsando emprendedores como Javier Talegón, fundador de Llobu.
Esta empresa ofrece actividades relacionadas con los lobos: observación en la naturaleza, recorridos por los hábitats donde viven, visita a los restos de antiguas trampas loberas, charlas divulgativas sobre el animal y talleres en los que se muestra su presencia en la cultura popular.
Según los datos recogidos en la zona de la sierra de la Culebra (Zamora), el turismo lobero aportó ingresos por valor de 600.000 euros, frente a los 36.000 obtenidos por la caza. Esteban de la Peña, del departamento de Economía Aplicada de la UNED, aseguraba en su tesis doctoral que si se potencia esta actividad, se podrían obtener hasta seis millones solo en esta zona.
Este tipo de turismo, desarrollado adecuadamente y respetando las necesidades del lobo, “puede ser divulgativo y compatible con la vida del animal, y permite cambiar la percepción social”, añade Talegón. Una oportunidad para enterrar viejas polémicas, y que hombre y lobo puedan por fin convivir en armonía.