El ímpetu de las oriónidas

La lluvia de estrellas de las Oriónidas pudo contemplarse este año en su máximo esplendor el pasado 20 de octubre. Los científicos las llaman así porque los meteoros parecen salir de la constelación de Orión. Durante estas lluvias las agencias espaciales toman medidas para proteger de posibles daños a los satélites que tienen en el espacio. En las próximas semanas, el punto de mira se pondrá en las Leónidas, las más numerosas, cuya actividad se produce cada año entre el 15 y el 21 de noviembre.

El ímpetu de las oriónidas
Lluvia de Oriónidas. Foto: Mila Zinkova

“A media noche las estrellas empezaron a caer como lluvia”. Esta cita científica del 6 de marzo del año 687 es una de las primeras referencias de las lluvias de meteoros, un fenómeno que se produce por la fricción con la atmósfera terrestre de pequeñas partículas de gases y polvo que se desprenden de los cometas.

Aunque las lluvias de estrellas más famosas son las Perseidas en agosto y las Leónidas en noviembre, las Oriónidas tienen un interés científico especial debido a su creciente aumento por tercer año consecutivo. Su cometa progenitor pasó cerca del Sol hace casi 20 años. Cuando la Tierra atraviesa el camino de partículas que deja el cometa, éstas interaccionan con la atmósfera y producen el fenómeno que todos conocemos como estrella fugaz. De hecho, su formación se debe a la erosión que ese escudo natural provoca en el meteoro hasta desintegrarlo. La luz que se desprende es la energía generada por el proceso de destrucción de la partícula. Puede ocurrir que en el propio camino del cometa Halley la densidad de partículas en unas zonas sea mayor que en otras y provoque una actividad inusual, como ha ocurrido en los últimos tres años, especialmente en 2006.

En septiembre de 2007, la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society publicaba un estudio que explicaba la causa de la mayor intensidad de las Oriónidas en 2006. La investigación fue realizada por tres lumbreras de las estrellas: Josep María Trigo Rodríguez, investigador en el Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y en el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña, José María Madiedo, profesor de Ingeniería Química de la Universidad de Huelva, y Jordi Llorca, de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Según Trigo, esta lluvia de estrellas “fue tres veces mayor de lo normal, y producida mayoritariamente por bolas de fuego, meteoros más luminosos que el planeta Venus”.

La influencia de Júpiter en la distribución de partículas

El trabajo de los científicos ha delimitado la influencia de Júpiter en el enjambre de partículas y las implicaciones que puede tener para futuros encuentros con grandes fragmentos del cometa Halley. Si en la madrugada del 21 de octubre de 2007 se confirmó una actividad superior a la normal, aunque no tan fuerte como en 2006, este año la intensidad ha sido también superior a la normal, con un máximo en la madrugada del 20 de octubre.

“Por algún motivo el cometa Halley, en algún momento de su órbita a lo largo del Sistema Solar (SS), debió sufrir algún proceso que produjo este tipo de partículas con cierta intensidad. Ahora esas partículas están llegando a nosotros”, explica Madiedo.

Para el Director del Observatorio Astronómico Ramón María Aller en Santiago de Compostela, José Ángel Docobo, el camino de partículas que dejó el cometa Halley (la Tierra lo atraviesa dos veces al año), “está sometido a perturbaciones gravitatorias por los demás miembros del SS, sobre todo por Júpiter, que es el planeta con más masa”.

Docobo, que pertenece como Trigo y Madiedo a la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos augura que “en unos años, la exploración del SS dará un paso importante”.

Hoy el flujo de partículas procedentes de cometas es relativamente bajo comparado con las fases iniciales de formación del SS. El estudio de los meteoroides desde la Tierra se realiza con equipos que permiten obtener información sobre estas partículas, y sobre los cuerpos de las que éstas proceden, sin necesidad de llegar hasta ellos. “Todo revierte en el conocimiento del medio interplanetario: características físicas, composición química, consistencia, tamaño y masa”. Este equipo de investigación obtuvo el año pasado cerca de 1200 imágenes con el objeto de estudiar las trayectorias que seguían esas partículas en el SS antes de chocar con la Tierra.

Vigilancia permanente del cielo

El desarrollo técnico ha permitido conocer más las lluvias de estrellas. A partir de las imágenes de los bólidos y meteoros se reconstruyen las trayectorias reales hacia la atmósfera y se determinan los posibles lugares de caída donde se buscarán los fragmentos. “Tenemos cámaras CCD (Dispositivos de Cargas Interconectadas) y cámaras de vídeo en diez estaciones de registro continuo en toda la Península Ibérica, que registran permanentemente el cielo”, cuenta Trigo.

Las cámaras CCD proporcionan imágenes tomadas en un intervalo de tiempo de entre 30 y 90 segundos, con un registro de la actividad producida que cubre el cielo en todo detalle. Su precisión es del orden de un minuto de arco. Es lo que permite obtener información certera sobre el punto por el que pasó un objeto.

Desde 2007 los investigadores cuentan con más equipos y técnicas de observación para identificar el número de partículas que llegan en función de la radiación electromagnética que reflejan estas partículas cuando se desintegran en la atmósfera.

Efectos sobre la tierra

Se estima en 80.000 toneladas la masa total que puede llegar al año a la Tierra. Para Carme Jordi, que estudia la caracterización física de las estrellas en la Universidad de Barcelona, son fragmentos tan pequeños que la mayoría no llega a la superficie, “se manifiestan simplemente como estrellas fugaces que se quedan en la ionosfera terrestre, aunque hay fragmentos de mayor tamaño que pueden sobrevivir a su paso por la atmósfera y llegar al suelo”.

La repercusión de las lluvias de estrellas sobre la Tierra depende mucho del tamaño de los fragmentos que puede llegar. Un impacto con un satélite artificial o una lanzadera espacial que esté haciendo una misión puede provocar algún daño irreversible en las naves o en los satélites.

Interesa recabar la mayor información posible sobre estas partículas para valorar su viabilidad y proteger los satélites. Según el responsable de las misiones de exploración del SS de la Agencia Espacial Europea (ESA) Marcello Coradini, en el lanzamiento de las misiones se estudia si hay desechos naturales (polvo espacial, micrometeoritos, etc.) o artificiales. “En los lanzamientos de las misiones tenemos mucho cuidado y evitamos, por ejemplo, los momentos en los que atravesamos las Perseidas o la cola de un cometa”, explica.

A pesar de que la intensidad de la lluvia de las Oriónidas no es tan acusada, es muy importante conocer su actividad. “Las previsiones futuras indican que en 2009 las Oriónidas pueden continuar con una actividad más alta de lo normal”, concluye Madiedo.

Aunque en todo lo relacionado con el espacio siempre hay cierta incertidumbre.

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ALGUNOS CONCEPTOS:

LLUVIA DE ORIÓNIDAS: La evolución orbital del polvo desprendido del cometa Halley es todavía parcialmente desconocida. En particular, el cometa Halley produce dos enjambres meteóricos importantes que caen en forma de lluvia: las Eta Acuáridas, que ocurren en la primera semana de mayo, y las Oriónidas, desde mediados de octubre hasta noviembre. Todas son partículas que llegan con diferentes velocidades geocéntricas a la Tierra, y producen lluvias de meteoros visibles desde la Tierra desde hace siglos, (la antigua civilización china ya dejó constancia de ellos).

ENJAMBRE DE PARTÍCULAS: Los cometas y asteroides desprenden al degradarse fragmentos que inicialmente siguen órbitas muy similares a la de su cuerpo progenitor. De ese modo se originan los enjambres de meteoroides que cuando se encuentran con la Tierra producen las llamadas lluvias de estrellas fugaces o meteoros.

PERIODO ORBITAL: Parámetro que indica cuánto tiempo tarda un astro en realizar una órbita alrededor del Sol. La Tierra lo hace en un año, mientras que la mayoría de asteroides tarda de 3 a 12 años en hacerlo, pues se suelen situar principalmente entre las órbitas de Marte y Júpiter.

POLVO COMETARIO: Materiales agregados en forma de fino polvo que constituye los cometas. Estos primitivos materiales formaban el disco protoplanetario hace 4550 millones de años, mucho antes de que se formasen los planetas. En muchos cometas se han mantenido inalterados desde su formación. Por ello, proporcionan información sobre las etapas iniciales de formación del Sistema Solar.

METEOROIDE: Así se denominada a todo cuerpo sólido que gira alrededor del Sol con dimensiones de pocas micras hasta 10 metros. Cuando entra en la atmósfera de un planeta, se calienta y se vaporiza parcial o totalmente. El rastro de vapor brillante se llama meteoro o estrella fugaz. Cuando son más brillantes que el planeta Venus se denominan bólidos y las partículas que lo producen, si son suficientemente grandes, pueden sobrevivir hasta llegar al suelo (en forma de meteorito).

LEÓNIDAS: Pueden dar lugar a grandes tormentas de meteoros cada 33 años debido a que el polvo de su cometa progenitor, el Tempel-Tuttle, está mayoritariamente concentrado en grandes husos de material recientemente desprendido. La última tormenta de Leónidas de gran intensidad en España tuvo lugar en 2002. El color de estos meteoros suele ser rojizo y dejan con frecuencia una estela de color verde. Son muy rápidos, debido a que la Tierra los encuentra de frente.

ALGUNOS DATOS:

240.000 km/h es la velocidad máxima que pueden alcanzar las partículas de cometas al entrar en la atmósfera de la Tierra.

La lluvia de las Oriónidas posee una escasa consistencia de sus materiales constitutivos, a alturas de entre 110 y 70 km, la distancia máxima que pueden profundizar.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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