Día Mundial de los Océanos

El hombre que unió los cinco continentes a brazadas

El aventurero Nacho Dean, el primer español en dar la vuelta al mundo a pie, acaba de completar una nueva expedición surcando la Tierra a nado. Ahora quiere dar testimonio de lo que ha visto: océanos devastados por los plásticos, el cambio climático, la sobrepesca y el tráfico marítimo.

El hombre que unió los cinco continentes a brazadas
Nacho Dean en el Atlantis Aquarium de Madrid. / Álvaro Muñoz Guzmán (SINC)

Unos 15 kilómetros separan África de Europa a través del estrecho de Gibraltar, que une a su vez el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. Por estas aguas nadan cachalotes, rorcuales, orcas, calderones y delfines que tratan de esquivar los más de 106.000 buques que se calcula que circulan por las mismas rutas cada año.

Tras recorrer más de 33.000 km en tres años y cruzar 31 países, Nacho Dean tenía una deuda pendiente con los océanos

Fue en esta zona marítima donde hace un año dio comienzo la Expedición Nemo, un reto personal del aventurero Nacho Dean (Málaga, 1980), primer español en dar la vuelta al mundo a pie. Tras recorrer más de 33.000 km en tres años, cruzar 31 países, gastar 12 pares de zapatillas y enfrentarse a multitud de peligros por su camino, Dean tenía una deuda pendiente con los océanos.

“Vivimos en un planeta donde más del 70 % de la superficie es agua”, expone a Sinc Dean, que es hijo de marino y que trabajó hace unos años en el Cepesma para el estudio y protección de especies marinas. Durante su travesía terrestre, que completó en 2016 y que contó en su libro Libre y salvaje, el español tuvo que cruzar en varias ocasiones mares y océanos. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de lo olvidados que están.

Así nacía la idea de unir los cinco continentes a nado para lanzar un mensaje de conservación de los océanos. “Nadar los estrechos es algo simbólico, es una manera para mí de asociar un desafío, una aventura, con un mensaje medioambiental. Pero lo que realmente es útil es cambiar nuestros hábitos y estilos de vida”, confiesa el también embajador azul de la Marine Stewardship Council (MSC) de pesca sostenible.

El pasado mes de marzo, el aventurero alcanzó la costa de Jordania desde Egipto nadando 10 km a través del golfo de Áqaba en el mar Rojo. Así terminaba su expedición, uniendo el continente africano con el asiático. Antes, Dean había enlazado África con Europa a través del estrecho de Gibraltar, Europa con Asia a través de la travesía Meis-Kas, Asia con América a través del estrecho de Bering y Asia con Oceanía a través de la travesía de Papúa Nueva Guinea.

“Con mis propios ojos he podido comprobar lo castigado que está el mar por la acción humana”, lamenta Dean

Océanos castigados

Su periplo le ha convertido en la primera persona en dar la vuelta al mundo a pie y unir los cinco continentes nadando. Pero su logro ha estado plagado de problemas burocráticos, retrasos en los viajes y meteorología desfavorable, y lo que se encontró en todos estos lugares le perturbó. “Con mis propios ojos he podido comprobar lo castigado que está el mar por la acción humana”, lamenta.

El español notó la presencia humana incluso en el estrecho más remoto, el de Bering. “Allí hay gente viviendo y vi que las consecuencias de la actividad humana son palpables”, comenta. Tráfico marítimo, contaminación por plásticos, especies invasoras, aumento del nivel del mar, sobrepesca, acidificación, etc. Este es el estado de cada uno de los mares atravesados a nado por Nacho Dean. Esto es lo que vio, nadando.

Estrecho de Gibraltar: tráfico marítimo

Con el agua a una temperatura de 16 ºC, el aventurero atravesó los 15,1 km que separan la isla Palomas (España) de Punta Cires (Marruecos). Tardó 3 horas 55 minutos, fue su primera aventura en la Expedición Nemo y también la primera gran toma de conciencia de la grave situación en la que se encuentran los océanos.

“El 50 % del tráfico marítimo mundial se desarrolla en el Mediterráneo. Es el mar con más tráfico del planeta”, indica

“El 50 % del tráfico marítimo mundial se desarrolla en el Mediterráneo. Es el mar con más tráfico del planeta”, indica Dean. Parte de ese tráfico entra por el estrecho de Gibraltar, un corredor muy estrecho con una intensa actividad humana. “Cuando lo tienes que cruzar nadando, el tráfico de buques mercantes es un factor muy a tener en cuenta, además del oleaje, las corrientes, la larga distancia…”, señala el español, quien se cruzó con decenas de barcos durante su travesía.

Cada día unos 300 buques atraviesan esas aguas saliendo al Atlántico o entrando al Mediterráneo, el mar con más sobrepesca del mundo. A pesar de la concentración del tráfico marítimo, el ruido y la contaminación, los grandes mamíferos marinos como calderones, orcas, cachalotes y delfines siguen realizando su migración por las mismas rutas.

Para que una sola persona pudiera atravesarlo a nado con total seguridad, la Capitanía Marítima tuvo que avisar a los barcos de que mantuvieran un kilómetro de resguardo con el nadador. “Si no, es imposible”, advierte Dean.

Con la misma amenaza de las colisiones se enfrentan los cetáceos, en especial las orcas que se adentran en el Mediterráneo en busca de su principal presa, el atún rojo, cada vez más escaso. A ello se suma la contaminación por los vertidos de hidrocarburos –5.000 petroleros al año pasan por el estrecho– y la creciente industrialización de la zona.

Nacho Dean ha tardado un año en completar la Expedición Nemo. / Álvaro Muñoz Guzmán (SINC)

Travesía Meis-Kas: especies invasoras

En el Mediterráneo, donde solo el 7,6 % de la superficie está protegida, Nacho Dean completó los 7 km que separan la isla griega Kastelórizo de la población turca Kas. Nadó dos horas a través del Área Marina Protegida Kaş-Kekova para unir Europa y Asia. Aunque fue la travesía más amable para el aventurero, la zona presenta también ciertas amenazas.

“Es una región muy contaminada por plásticos porque todas las corrientes del Mediterráneo van a parar a esa región oriental”, constata el aventurero

“Está muy contaminada por plásticos porque todas las corrientes del Mediterráneo van a parar a esa región oriental, es decir, que aparecen plásticos de Libia”, constata Dean. En esta área protegida se han documentado unas 1.000 especies, de las cuales la foca monje y la tortuga boba, ambas amenazadas, han establecido poblaciones. Pero otras, como el mero o el pargo, están experimentando declives importantes en los últimos años, debido a la presión pesquera que se está ejerciendo sobre ellos.

La importancia de la zona reside también en la presencia de posidonia oceánica, esencial para proporcionar oxígeno a los ecosistemas marinos y una fuente fundamental de alimentos para los organismos herbívoros. Sin embargo, el área llega años sufriendo la invasión del cangrejo araña (Percnon gibbesi), originario del Pacífico o el Atlántico, que fue observado por primera vez en el Mediterráneo en 1999.

Un estudio, que se centró en el área Kaş-Kekova, reveló que esta especie alóctona en el Mediterráneo ha incrementado su distribución a gran velocidad, llegando a duplicar sus poblaciones cada año.

Estrecho de Bering: aumento del nivel del mar

Sin duda, una de las travesías más impactantes para Nacho Dean fue la del estrecho de Bering, que separa América de Asia al norte del Pacífico. “Es como estar en el fin del mundo”, relata a Sinc. El español nadó casi cuatro kilómetros entre dos islas que pertenecen cada una a un continente (Diómedes Mayor a Rusia y Diómedes Menor a EE UU) con el agua a 3 ºC y acompañado por fauna marina debajo de él por la poca profundidad del estrecho. Los dos peñones están separados además por la línea internacional de cambio de fecha.

“Los inuits tienen que ir cada vez más lejos, cada vez hay menos morsas para cazar”, cuenta Dean

“Una isla está en un día y la isla que ves al otro lado a 4 km es mañana. La isla que estás viendo enfrente es otro país, otro continente y otro día. La travesía fue pasar a mañana y volver a ayer”, explica Nacho.

Durante los días que el equipo permaneció en el mar de Bering convivió con inuits en la única isla habitada, la americana. “Estaban construyendo muros de contención para evitar las embestidas del mar en una región que antes se congelaba y que ahora son bloques de hielo flotando en ríos de mar”, se alarma Dean, que pudo comprobar por sí mismo la subida del nivel de un mar. El agua se congela cada vez más tarde y se descongela antes, y esto hará que se refresque cada vez más debido al deshielo.

Esta región lleva dos décadas sufriendo alteraciones climáticas, con años en los que la formación de hielo es mínima y las temperaturas en verano cálidas; y otros años con formación de hielo relativamente extensa y temperaturas frías en verano. Este fenómeno está obligando a algunos peces, como el colín de Alaska, el bacalao del Pacífico –especies con interés comercial–, peces planos e incluso medusas a cambiar su distribución espacial, según científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE UU (NOAA, por sus siglas en inglés).

El español observa los tiburones en el acuario Atlantis de Madrid. / Álvaro Muñoz Guzmán (SINC)

Pero el derretimiento de las masas de hielo de la zona está también aumentando la vulnerabilidad de los mamíferos marinos, con la apertura de nuevas rutas que permitirían a mediados de siglo el paso de buques. Aunque los efectos en los mamíferos marinos árticos se desconocen aún, un estudio, publicado en PNAS y que ha medido los riesgos, señala que el estrecho de Bering será hasta dos o tres veces más vulnerable que otras regiones remotas por su posición geográfica.

La situación está afectando a los nativos que dependen del hielo para cazar. “Los inuits tienen que ir cada vez más lejos, cada vez hay menos morsas. Todas se van retirando al norte y cada vez son más pequeñas, crecen menos porque tienen menos que comer”, cuenta Nacho tras convivir con ellos.

Travesía Papúa Nueva Guinea: captura de tiburones

Para unir Asia y Oceanía, Nacho rozó el agotamiento físico. Por un error de cálculo de las autoridades locales, su travesía se extendió a 22 km, que completó en 6 horas y 30 minutos nadando en un agua a 30 ºC en el mar de Bismarck. Tuvo que atravesar una zona donde el agua se mezclaba con barro y troncos por la desembocadura de un río. Se adentró en el mar para evitar zonas de manglares y sus temidos habitantes: los cocodrilos marinos. También sufrió la picadura en la cara de una medusa irukandji.

“No hay una cultura de gestión de residuos. Es un hábito tirar la basura [al mar]. En el fondo ves neumáticos, cascos, etc. Es muy deprimente”, lamenta

“Meterme ahí a nadar fue todo menos agradable”, confiesa. En esa zona le llamó la atención la contaminación por plásticos y todo tipo de basura. “No hay una cultura de gestión de residuos. Es un hábito tirar la basura [al mar]. En el fondo ves neumáticos, cascos, etc. Es muy deprimente”, lamenta.

Esa área ha experimentado un alto número de capturas de tiburones, con Indonesia a la cabeza, en los últimos 20 años. Para arrojar información sobre las especies y condiciones de pesca de estos peces perseguidos por sus aletas, un grupo de científicos ha evaluado el estado de esta actividad y concluye que es insostenible. Las capturas comprenden juveniles, y la sobrepesca conlleva una disminución en el número de ejemplares, su tamaño y la diversidad de especies. El tiburón baleta, el arenero y el gris son los más vulnerables.

La zona de Indonesia y Australia también comprende la barrera de coral, cada vez más afectada por la absorción de CO2 de los océanos. “Esto está provocando no solo el blanqueamiento de los corales, sino también que especies como los crustáceos les cueste cada vez más fabricar y producir sus conchas”, precisa Nacho.

Golfo de Áqaba: blanqueamiento de corales

En su última aventura, Nacho Dean tardó 1 hora y 40 minutos en unir África y Asia en el golfo de Áqaba con fuertes corrientes a favor. En esa zona la mayor dificultad radicó en la obtención de permisos porque son cuatro países los que están implicados: Egipto, Israel, Jordania y Arabia Saudí.

“Vuelvo con la sensación de que el mar es el gran desconocido. No somos conscientes de la gran influencia y dependencia que tenemos”

“Cruzar esa zona nadando y volando drones fue lo más difícil, pero me sorprendió la calidad del agua y el estado de los corales que hay a apenas unos metros de la orilla”, señala el nadador. El mar Rojo alberga algunos de los más diversos y productivos arrecifes de coral. Hasta hace poco esa zona permanecía inalterada, sobre todo la región norte donde ha nadado Dean, que se mantenía como un refugio de biodiversidad.

Sin embargo, el incremento de la actividad industrial en la zona, las técnicas de desalinización y otras prácticas están ejerciendo presiones en los ecosistemas situados más al sur del mar Rojo, a lo que se une el aumento de la temperatura del agua y la acidificación. Los científicos proponen establecer áreas marinas protegidas, regular la pesca y restaurar los arrecifes como medidas de intervención en este mar.

Al culminar este recorrido el pasado mes de marzo, Nacho completaba con éxito la Expedición Nemo. Ahora sueña con inspirar a las personas y concienciar sobre el cuidado del planeta. “Vuelvo con la sensación de que el mar es el gran desconocido. No somos conscientes de la gran influencia y dependencia que tenemos de los océanos en nuestra vida”, reconoce Dean. “Vamos todos en el mismo barco”.

Nado Dean surfea una ola de plástico en el acuario Atlantis, muestra de lo contaminados que están los océanos. / Álvaro Muñoz Guzmán (SINC)

Nadar al límite

En la travesía de Papúa Nueva Guinea, en la que nadó 22 km –el equivalente a seis veces la distancia de natación de un Ironman–, Nacho Dean confiesa a Sinc que se planteó abandonar. Las condiciones ambientales, la humedad, la temperatura del agua a 30 ºC, la fauna marina y la larga distancia pusieron su cuerpo al límite. Estuvo a punto de desfallecer.

El aventurero Nacho Dean. / Álvaro Muñoz Guzmán (SINC)

“Me hice un plan de avituallamiento cada 45 minutos, pero lo tuve que hacer cada 20 minutos porque me estaba deshidratando”, cuenta el aventurero, para quien la alimentación y el descanso en los días previos son esenciales. La temperatura de 3 ºC en el estrecho de Bering también comprometió su bienestar. “Es casi hielo, rocé la hipotermia”, relata.

Lo sorprendente de Nacho es que no era nadador de toda la vida. “Una cosa es nadar largos y otra, 20 km en el mar“, señala Dean. Durante los meses anteriores a la Expedición Nemo, el español siguió un entrenamiento estricto de tres horas diarias, en las que nadaba seis kilómetros cada día, aparte del ejercicio en el gimnasio. En total, fueron 2.500 km de entrenamiento para enfrentarse a su nueva aventura.

“En el mar, si tienes las piernas muy fuertes, se hunden. Son muchas horas haciendo un movimiento muy repetitivo, por eso tienes que trabajar en el gimnasio los músculos antagonistas para evitar lesiones”, explica el aventurero, que no contó con entrenador personal. Al final consiguió una brazada eficiente gracias a una buena técnica y así pudo completar su último reto.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
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