El Homo sapiens euroasiático no es tan sapiens como él creía. O, al menos, comparte genes con una rama más antigua y que hasta ahora se creía extinta sin haber dejado rastros genéticos en la humanidad moderna. Pero una pequeña parte de sus descendientes, formada por el equipo de arqueólogos que dirige el prehistoriador y arqueólogo de la Universidad de Oviedo Marco de la Rasilla, asiste a la Tierra para que cada 12 meses dé a la luz desde Asturias algunos de los secretos que están conmocionando al ser humano en el conocimiento de sí mismo.
Su trabajo aporta la materia prima para los análisis genéticos, y se centra en tratar de conocer mejor la historia de aquella otra especie humana que reclama su lugar en nuestro propio linaje: ¿Quiénes eran y cómo vivían los miembros de aquel experimento de la evolución humana que ha dejado huella en nosotros antes de extinguirse? Las evidencias de canibalismo que presentan los restos neandertales de El Sidrón, en Asturias, ¿se debieron a un ritual o tienen su explicación en el hambre? Para tratar de responder a estas y otras preguntas, el equipo que trabaja sobre el terreno en el yacimiento de El Sidrón monta “puzles”, reconstruye procesos de fabricación de herramientas, y dibuja la trayectoria de un colapso en el terreno que ha enterrado en Asturias un pedazo del mundo de hace 50.000 años.
“Hemos conseguido encajar entre sí las herramientas que hemos encontrado junto con los huesos. De esta forma, podemos reconstruir el canto rodado a partir del que fueron fabricadas, lo que ofrece pistas sobre las técnicas de fabricación que utilizaban, y que, aunque en esencia eran bastante similares a las de los sapiens, presentan a veces algunas ligeras diferencias”. Ese trabajo, que se conoce como remontaje, ha sido parte de la tesis doctoral de David Santamaría, uno de los miembros del equipo de arqueólogos que dirige Marco de la Rasilla. Pero el estudio de las herramientas puede aportar muchas otras respuestas: los huesos neandertales presentan hendiduras hechas con esas herramientas, señales de canibalismo. “El hecho de que se haya podido remontar el 16% de los restos de herramientas de El Sidrón indica que los instrumentos para separar la carne del hueso se hicieron en ese mismo lugar”, afirma Marco de la Rasilla.
Pero “ese mismo lugar” continúa siendo un misterio para los arqueólogos: la excepcional conservación de los restos humanos se debe a las peculiares condiciones
Una parte del equipo de El Sidrón, en las inmediaciones del yacimiento. / Foto: J. Fortea / M. de la Rasilla
físico-químicas de la zona en la que están. Su hallazgo en el interior de la cueva se debe a que cayeron desde el exterior como consecuencia de un colapso originado en un momento de fuertes lluvias y su posición no es la original, sino que se encuentran en lo que se denomina “posición secundaria”, lo que dificulta la interpretación. “Es como caer del tercer piso al primero, con lo que todos los objetos se desparramarían y removerían de su sitio. Así aparecen los restos de El Sidrón”, explica Marco de la Rasilla.
Para tratar de resolver ese problema, investigadores de la Universidad de Salamanca colaboran en El Sidrón aplicando técnicas de gravimetría, tomografía eléctrica y topografía. De esta forma tratan de reconstruir cómo era ese terreno hace unos 50.000 años, lo que permitirá determinar cómo puede haber fluido el agua y en aquel entonces y con ella, la tierra y los restos y reconstruir la trayectoria que siguieron los restos humanos desde su posición original en la superficie hasta el yacimiento.
Como indica el investigador, “está claro que allí hicieron algo que aún no conocemos del todo. Por ahora, del canibalismo sólo podemos decir que fue una práctica culinaria, aunque tratamos de comprobar si hubo algo más, ligado a lo cultural y simbólico, o si se debió a una hambruna”. Y es que, aunque su estado de salud era bueno en general, los “otros humanos” de El Sidrón pasaron episodios de carencias alimentarias que han dejado su huella en los dientes: marcas (hipoplasia) que indican estrés nutricional (como en el destete o en épocas de hambre).
Otro retazo de aquel tiempo que los investigadores han podido extraer es que los diez individuos de los que se han encontrado restos en el yacimiento “no están en el lugar en que vivían, pero ese yacimiento puede estar cerca”: Marco de la Rasilla explica que han llegado a esta conclusión al observar, entre otras cosas, la escasez de restos de fauna que habrían resultado de la alimentación del grupo si éste hubiera residido en ese mismo lugar. Han excavado en varias ubicaciones de la zona que podrían haber constituido un refugio para aquel grupo humano, pero hasta ahora no lo han encontrado. “La búsqueda en superficie se ve dificultada por el terreno agreste, lleno de vegetación y rocas”, señala el investigador.
La próxima campaña de excavación, financiada por la Consejería de Cultura del Principado de Asturias, será en septiembre. Como afirma el director arqueológico de la investigación, “hemos excavado una pequeña parte de El Sidrón, y esperamos que continúen apareciendo restos”. Nueva prehistoria está por escribir al pie de la Sierra de El Sueve.
Sobre los hallazgos genéticos de El Sidrón
Mandíbulas de neandertal encontradas en la cueva asturiana de El Sidrón.
Asturias alberga uno de los cuatro yacimientos arqueológicos que están cambiando la idea de los orígenes del ser humano con la evidencia de una hibridación entre los homo sapiens y neandertales. Los restos neandertales hallados en El Sidrón, junto con otros extraídos en Rusia y Alemania, han proporcionado a la comunidad científica respuestas para las preguntas que planteaba el borrador del genoma del neandertal, decodificado un equipo internacional liderado desde el Instituto Max Planck de Alemania y publicado hoy en la revista Science.
Los estudios genéticos coordinados por el paleogenetista del CSIC Carles Lalueza y los estudios de paleobiología, que dirige Antonio Rosas, también del CSIC, han dado a conocer a la comunidad científica internacional que aquellos humanos tenían la piel clara, el pelo rojizo, la base neuronal del habla, que su grupo sanguíneo era igual que el de los homo sapiens y que en torno al 50% de ellos podía detectar el sabor amargo, mientras que en la población actual ese porcentaje asciende al 70%. Hallazgos que han sido posibles gracias al trabajo del equipo de Paleogenética que dirige Carles Lalueza y que ha sido el primero en todo el mundo en analizar el ADN nuclear de los neandertales.
El catedrático de prehistoria de la Universidad de Oviedo Javier Fortea, fallecido el 1 de octubre de 2009, fue el impulsor e investigador principal del estudio científico del yacimiento. Desde los inicios de los trabajos en El Sidrón, en el 2000, hasta su fallecimiento, Javier Fortea dirigió junto con Marco de la Rasilla la excavación, y fue el responsable de confeccionar y organizar el equipo de arqueólogos.
Cuando en 2005 se incorporaron a la investigación de los restos de El Sidrón los estudios genéticos coordinados por Carles Lalueza desde el CSIC, el equipo codirigido por Javier Fortea y Marco de la Rasilla puso en práctica un protocolo de extracción que consiste no sólo en utilizar trajes estériles, sino también en congelar la muestra para evitar contaminar el ADN neandertal con ADN humano moderno y ADN bacteriano, entre otras fuentes de contaminación.
También se secuenció el ADN de los investigadores, para ver en qué medida se había mezclado con los restos extraídos hasta el momento de la aplicación del protocolo: “Las conclusiones apuntaron a que, aunque había partes de ADN de distintos miembros del equipo, el ADN moderno más presente en los restos era el de Javier, puesto que había sido el que más contacto había tenido con ellos”, señala Marco de la Rasilla. Un buen ejemplo de la entrega de Javier Fortea a la investigación de la prehistoria y, en concreto, al yacimiento de El Sidrón. Ahora, su esencia está ya unida a la de los ancestros.