Un iceberg que se desprende del glaciar de la Antártida y que navega a la deriva muestra al cabo de una década más vida de la que podamos imaginar en ese solitario escenario. La fusión entre el agua dulce que se desase del témpano y el agua de mar, una situación similar a la desembocadura de un río, hace que proliferen microalgas en las capas del iceberg formando una peculiar “piel del hielo”. Pero el aumento de la temperatura de los océanos podría acabar con el iceberg antes de que el fitoplancton se forme a su alrededor.
El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés) ya lo dijo en su último informe: el 80% del calor absorbido por el plantea corre por cuenta de los océanos, lo que provoca una expansión del mar. La causa es el calentamiento global que aumenta las temperaturas de la Tierra y que repercute en el desprendimiento, cada vez más frecuente, de grandes bloques de hielo en los polos. No hay duda, las plataformas polares se resquebrajan.
En los últimos 60 años, la desintegración del hielo en ambos lados de la península antártica ha supuesto un incremento de la frecuencia de iceberg en el Mar de Weddell y por tanto, una transformación de la superficie marina. Una vez que un témpano se aleja de su plataforma de hielo, en su superficie marina empieza a crearse vida en forma de microorganismos como algas. Pero para ello, se tienen que dar las condiciones adecuadas.
Para María Vernet, bióloga de la Universidad de San Diego (EE UU), las altas concentraciones de zooplancton y aves marinas alrededor de cada iceberg se deben al enriquecimiento de sedimentos terrestres contenidos en el hielo. La abundancia de hierro disuelto, por ejemplo, se convierte en micro-nutriente de importancia para la producción de algas en el océano antártico.
“Todos los niveles de la cadena trófica están afectados (fitoplancton, zooplancton y aves) y además, los témpanos cuentan con comunidades epibiónticas (flora y fauna) hasta ahora desconocidas”, explica la bióloga argentina. Las microalgas unicelulares, que son el primer eslabón de la cadena trófica, viven en el hielo, en concreto, en pequeños canales del hielo marino cuando éste se forma durante el invierno polar del Antártico.
Formación de vida en la superficie del iceberg
En un estudio publicado en la revista Science, durante la primavera austral de 2005, en diciembre 2005, un equipo de científicos extrajo muestras de dos iceberg de 0,1 y 30,8 km2 en el norte del Mar de Weddell, y extrapoló los resultados a todos los témpanos de similar tamaño y rango. Este hallazgo, junto a las investigaciones vía satélite, ha servido para demostrar que los iceberg afectan al ecosistema pelágico del Océano Sur en un 39%.
La formación de vida en la capa superficial del iceberg permite crear un sistema de retroalimentación que invierte los efectos del CO2 contenido en el océano. Las masas de hielo se convierten en áreas de mayor población de especies que contribuyen a la retirada de carbono orgánico del fondo del mar.
El aumento de los témpanos permite, además, “balancear y equilibrar el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera”, subraya Vernet, de tal forma que tanto las plantas como los microorganismos que se generan aumentan su absorción de CO2 que, a su vez, es uno de los factores por los que se desprenden los icebergs.
El escenario que se crea en la “piel del hielo” es similar a la función de los ríos que desembocan en el mar en regiones templadas y tropicales, y de los estuarios y deltas que están asociados a zonas costeras productivas. Los témpanos también pueden aumentar la producción del mar aunque, en este caso y como señala la investigadora, “el proceso es diferente ya que parecen poder enriquecer aguas contiguas a distancia (en tiempo y espacio) del punto de formación”.
Un proceso largo que no siempre funciona
Sin embargo, cuando las plataformas de hielo colapsan y producen un mar de témpanos de hielo, no favorecen la producción primaria, “sino que la obstaculizan porque ocupan un área que podría estar libre de hielo”, señala Enrique Isla, investigador del Departamento de Geología Marina del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC.
Según el investigador, “para que haya producción primaria tiene que haber poco hielo”. En los primeros años después del colapso de grandes plataformas de hielo, los témpanos no son tan productivos, sino que “tienen que alejarse de la zona, y crear grandes espacios abiertos entre ellos para que haya florecimiento de fitoplancton”, añade Isla.
El científico explica que “la relación entre el colapso de las grandes plataformas de hielo, el aumento de producción primaria y por tanto la reducción de CO2 en la atmósfera, no es tan evidente y rápida como se podría pensar”. El sistema de retroalimentación no ocurre de un año para otro, sino de una década a otra, como demuestran algunas investigaciones que analizaron que había menos producción primaria en el témpano un año después de separarse de la plataforma de hielo.
“Los témpanos se convierten en centros de producción primaria sólo cuando están en mar abierto y a una distancia suficiente como para no permitir la formación de hielo marino entre ellos y la plataforma desde donde se desprendieron”, concluye Isla.
Logren o no generar microorganismos, los témpanos son el resultado de un cambio que se produce con el cambio climático y el aumento de las temperaturas en todo el mundo. Su desprendimiento provocará también el aumento del nivel del mar, pero una vez más, la naturaleza intenta equilibrar y paliar los efectos que la obligaron a mutar.
La plataforma antártica en estado de colapso
El 19 de marzo de 2009, la revista Nature publicó un artículo donde investigadores de la Universidad de Pensilvania y Massachussets (Estados Unidos) aseguraban que el aumento de 5ºC de los océanos provocará el colapso de la capa de hielo del Antártico Oeste. Los científicos señalan que esta plataforma es, en la actualidad, inestable, y cualquier cambio de temperatura, por pequeño que sea, podría llevar a la rápida desintegración o al derrumbe del hielo.
El equipo ha creado modelos que simulan las variaciones de la capa de hielo antártica de los últimos cinco millones de años para comprobar la evolución entre tierra y hielo marino. Los resultados demuestran que en sólo en los últimos miles de años la plataforma ha pasado de estar completa a un momento de colapso.