Un iceberg que se desprende del glaciar de la Antártida y que navega a la deriva muestra al cabo de una década más vida de la que podamos imaginar en ese solitario escenario. La fusión entre el agua dulce que se desase del témpano y el agua de mar, una situación similar a la desembocadura de un río, hace que proliferen microalgas en las capas del iceberg formando una peculiar “piel del hielo”. Pero el aumento de la temperatura de los océanos podría acabar con el iceberg antes de que el fitoplancton se forme a su alrededor.