El número de personas en tratamiento antidepresivo ha aumentado en momentos clave de la recesión, según un estudio realizado en Cataluña en la población de entre 15 y 85 años. Otros trabajos indican que la incidencia de la depresión en España ha crecido un 19,4% en los últimos cinco años y las consultas por ansiedad, un 8,4%.
El consumo de antidepresivos ha aumentado en España "coincidiendo con el aumento de las cifras del paro en el año 2008, momento de inicio de la crisis económica, y también a comienzos de 2010", afirma el doctor Josep María Elorza, del Instituto Catalán de la Salud, autor de un estudio sobre la población de entre 15 y 85 años en Cataluña, que se ha presentado en Bilbao en el XXXII Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
No es la primera vez que los profesionales de la salud alertan de los oscuros efectos de la recesión. En abril se publicó el primer estudio que analizaba las consecuencias de la crisis socioeconómica sobre la salud mental de los españoles. El resultado más llamativo indica que en los últimos cinco años han aumentado un 19,4% los casos de depresión.
“Cuando empezamos el trabajo epidemiológico en 2006 no sabíamos que iba a venir la crisis”, reconoce a SINC Margalida Gili, investigadora del Institut Universitari d’Investigació en Ciències de la Salut (IUNICS) en Baleares y primera autora del estudio.
Al principio, su objetivo era medir la prevalencia de los trastornos mentales en los centros de atención primaria. “Posteriormente, y a raíz de los comentarios de los médicos, decidimos hacer la segunda parte del estudio para saber si trastornos como la depresión, la ansiedad y la somatización estaban aumentando”.
Gili y su equipo internacional de científicos compararon las consultas de atención primaria por trastornos mentales de 7.940 pacientes entre los años 2006 y 2007, y de otros 5.876 entre 2010 y 2011. Las conclusiones, publicadas en The European Journal of Public Health, muestran cómo con la recesión ha aumentado la frecuencia de los trastornos mentales y el abuso de alcohol, especialmente entre el tercio de encuestados que sufría desempleo y dificultades en el pago de la hipoteca.
Además de la depresión, creció un 10,8% la incidencia de distimia, un trastorno depresivo crónico. Los problemas de ansiedad aumentaron un 8,4%, los de somatización, un 7,3% y los ataques de pánico un 6,4%. También la dependencia y el abuso de alcohol: un 4,6% y un 2,4% respectivamente. El único resultado no significativo fue el de los desórdenes alimentarios, que solo crecieron un 0,15%.
El estudio también revela que entre varones de 40 años con características similares, la incidencia de la depresión se duplica entre los desempleados con otro miembro de la familia en paro y problemas para llegar a final de mes.
La precariedad al acecho
Pero los parados no son los únicos perjudicados; los trabajadores que conservan su puesto también sufren, concretamente, estrés y ansiedad. “El miedo a perder el empleo puede ser peor que perderlo”, dice a SINC David Stuckler, científico de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y coordinador de la misma investigación. La Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) advirtió en el XXV Congreso de Salud Mental, celebrado la semana pasada en Tenerife, que uno de cada cuatro trabajadores sufre desgaste laboral y estrés.
La ansiedad del trabajador quemado o síndrome de ‘burnout’ se asocia a la incertidumbre y la precariedad laboral, y, por supuesto, no afecta a todos por igual. “No es lo mismo disponer de un trabajo fijo que de uno eventual, bien o mal remunerado, con o sin derechos laborales, adecuado o no a las propias competencias profesionales”, puntualiza a SINC el doctor José Antonio Espino Granado, jefe del servicio del Centro de Salud Mental de Majadahonda.
Además, cada persona responde a su manera ante la misma situación. Las principales reacciones del trabajador quemado son emocionales, como la ansiedad, pero también puede sufrir taquicardias y alteraciones del sistema inmunológico y endocrino; incluso cambios conductuales, como el absentismo y las adicciones.
Una factura a largo plazo
Los profesionales advierten que las secuelas psicológicas de la crisis podrían ir más allá y comprometer la capacidad del sistema de salud pública. Gili opina que “aunque la administración debe hacer un gran esfuerzo en recortar el gasto, habría que distinguir bien los recortes que pueden devenir en un aumento del gasto a medio plazo”. Según su estudio, “las reducciones de personal en el apoyo social y en la primera línea de los servicios de salud podrían empeorar los riesgos de salud mental entre las poblaciones más vulnerables”.
Espino añade que el descenso en la protección sociosanitaria provoca “menos cuidados de la salud y mayor tasa de pobreza y riesgo de suicidio”. No es nada nuevo. La literatura científica ha analizado ampliamente la relación entre los flujos socioeconómicos y los índices de mortalidad y morbilidad. En épocas de recesión, el número de defunciones suele disminuir y la tasa de suicidios crece.
“El número de suicidios empezó a aumentar en Europa en 2008, incluida España, después de haber revertido durante la última década”, dice Stuckler. Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España en 2010 hubo un suicidio por cada 100 defunciones, lo que lo convirtió en la primera causa externa de muerte por encima de los accidentes de tráfico.
Cabe ser precavido con la interpretación de estos datos. Después del crack del 29, se decía que los inversores de Wall Street se tiraban por las ventanas de los rascacielos neoyorquinos, pero la epidemia de saltos suicidas tan solo fue una leyenda. En cambio, de 2007 a 2009, el número de suicidios entre varones en Grecia e Italia han incrementado, según datos de ambos gobiernos. En comparación con estos países y el resto de vecinos europeos, la tasa de suicidio en España es baja.
No cabe duda de que ver a la prima de riesgo abriendo los telediarios afecta a la moral de los ciudadanos. “La situación económica repercute sobre el resto de áreas de la vida”, asegura Bravo. Por su parte, el doctor Jiménez Arriero añade que “la crisis afecta a la persona en todas sus dimensiones, desde las más básicas cuando uno no tiene para comer, a las más elevadas, cuando se deja de creer en el sistema”.
En las consultas de atención primaria, donde se detectan los primeros síntomas de un trastorno psicológico, "la prevalencia anual de depresión se calcula alrededor del 15% y llega al 20% en mayores de 65 años", ha afirmado Carlos Calderón, del Centro de Salud de Alza en Donostia, durante el congreso de semFYC. Su diagnóstico no es fácil en estas consultas, en las que el médico cuenta con un tiempo limitado para distinguir depresiones graves de cuadros leves de ansiedad.
Los expertos advierten del peligro de dejarse llevar por el desánimo generalizado y no dar importancia a los síntomas de un trastorno psicológico que podría resolverse con la terapia adecuada. “El tratamiento es crucial para abastecer al paciente de un arsenal de estrategias que le permitan afrontar las situaciones problemáticas”, dice Gili.
La narración evolutiva ha demostrado que no sobrevive el más fuerte, sino el que mejor se adapta. “El ser humano está preparado para que su comportamiento no siempre le proporcione los beneficios deseados y, como en cualquier situación vital, la recesión será una oportunidad para algunos y una catástrofe para otros”, asegura el doctor Jiménez Arriero. Por eso lo más importante es disponer de los recursos necesarios para sobreponerse al momento y salir adelante. Como ya pasó en otras crisis, porque esta no es la primera.
En una crisis económica, como en cualquier momento de cambio, las situaciones en principio desfavorables pueden convertirse en nuevas oportunidades, lo importante es contar con los recursos necesarios. Margalida Gili, investigadora del Institut Universitari d’Investigació en Ciències de la Salut (IUNICS), da estas claves para la salud mental ante situaciones adversas:
- La actitud personal determina la conducta.
- Busque nuevas estrategias adaptativas en sustitución de las anteriores, ya obsoletas.
- No se angustie con lo que ya ha pasado.
- No se agobie con lo que pasará en el futuro.
- Esfuércese en manejar las propias emociones sin dramatismo.
- Evite la previsión de hechos, es más útil centrarse en la situación actual.
- La mayoría de las cosas que nos preocupan no llegan a pasar nunca.
- Las crisis no son eternas, son ciclos.
- En tiempos de tribulación, es mejor no hacer mudanzas.