Hasta ahora, la caza ha sido uno de los métodos más empleados para controlar las sobrepoblaciones de animales salvajes, pero su efectividad y ética están cada vez más cuestionadas. Así, los tratamientos contraceptivos para este propósito van ganando terreno en diferentes lugares del mundo. En el caso de España, diversos proyectos abren las puertas a estas alternativas al sacrificio que replantean el modelo de gestión de la fauna salvaje.
Un fuerte ruido despierta de madrugada a los vecinos de Terrassa en Cataluña. No es el camión de la basura, como podrían pensar en un primer momento, sino una familia de jabalíes hurgando entre los desechos. Esta escena se repite cada vez más en numerosos municipios españoles.
Sin embargo, además de los cerdos salvajes, en el territorio humanizado también es frecuente ver a corzos cruzando carreteras, manadas de lobos cazando ganado, bandadas de palomas excrementando en las ciudades, o conejos invadiendo campos de cultivo.
Los animales se guían por instintos y no entienden de civismo, así su intrusión en terrenos agrícolas y zonas urbanas puede provocar pérdidas económicas en el sector primario, accidentes de tráfico, suciedad e inseguridad. Además, en los casos de sobrepoblación animal, dañan y deterioran los ecosistemas naturales.
Pero los animales no son los culpables. “El ser humano es el responsable de las plagas porque ha desestabilizado los ecosistemas naturales”, asegura a Sinc Santiago Lavín, director del grupo de investigación de ecopatología salvaje de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Frente a esta circunstancia, se toman soluciones drásticas, y se reducen las poblaciones de las especies consideradas como plaga a través de la caza. Pero en diferentes comunidades españolas, pese al sacrificio de miles de animales, los problemas persisten.
Según el plan de seguimiento de jabalíes en Cataluña, en la temporada 2015-2016 se mataron 17.589 ejemplares –la mayor batida desde el inicio del programa– y aún así, la densidad de jabalíes continua siendo excepcionalmente alta. En Castilla y León en los últimos años se están cazando más corzos, cabras y jabalíes, pero los agricultores siguen sufriendo los perjuicios de la fauna salvaje en sus terrenos.
En la búsqueda de alternativas a la escopeta, el grupo de investigación sobre infertilidad de la UAB ha impulsado un proyecto piloto para evaluar la efectividad de una vacuna anticonceptiva en el control de las poblaciones de jabalíes en zonas urbanas y periurbanas.
La iniciativa comenzó en el año 2016 y se desarrolla en los municipios próximos al Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac y en Sant Cugat del Vallès. El objetivo es capturar y vacunar a 100 jabalíes anuales durante tres años y estudiar los efectos contraceptivos antes y después de la inoculación.
Un verinario coloca un crotal en la oreja de un jabalí. / Grupo de Investigación sobre Infertilidad de la UAB
El tratamiento es inmunocontraceptivo y se fundamenta en los principios de la vacunación: se inyecta una proteína similar a la hormona GnRH, responsable del ciclo reproductivo de los mamíferos, enlazada a un inmunógeno –sustancia capaz de producir una respuesta inmunitaria–. Una vez reconocido este compuesto, el organismo genera anticuerpos que se unen a las GnRH propias del animal e impiden el correcto funcionamiento de ovarios y testículos.
La capacidad anticonceptiva de esta vacuna puede durar hasta seis años, aunque a algunos jabalíes solo les hace efecto uno o dos años. La investigación analiza los factores vinculados a esta inmunidad, y otros parámetros, como el nivel de hormonas de la reproducción, tamaño testicular o la ausencia de gestación.
“El planteamiento a la hora de controlar una plaga es precisamente no permitir que una especie llegue a adquirir esta categoría”, explica a Sinc Manel López Béjar, líder del estudio y profesor del departamento de Sanidad y Anatomía Animal de la universidad catalana. Según el experto, la prevención es esencial para evitar que haya sobrepoblaciones, y en este marco la contracepción puede desempeñar un papel notorio.
“En Cataluña se ha podido constatar, mediante trabajos de seguimiento por parte de la Administración, que la caza no es un medio adecuado para gestionar la superpoblación del jabalí”, sostiene López Béjar. Así, el éxito de esta investigación abriría las puertas a un control ético que, de momento, complementaria a la actividad cinegética.
Pero la Real Federación Española de Caza (RFEC) no opina lo mismo: “Una caza racional y especializada es la herramienta más eficaz para gestionar las poblaciones de fauna cinegética”, declaran a Sinc desde la organización.
En cuanto a las plagas de jabalíes en el territorio catalán, este colectivo responsabiliza a la Administración de que sigan ocurriendo al no permitir que se puedan cazar más ejemplares. “Si se quiere reducir más la población de jabalíes en Cataluña es el Departamento de Agricultura de la Generalitat que tiene que determinar las actuaciones y los procedimientos”, destacan desdela RFEC.
Sin embargo, para el líder del estudio buscar soluciones éticas a los métodos letales también responde a una demanda ciudadana. “La sociedad pide actuaciones que no impliquen el sacrificio de animales. Debemos desarrollar estrategias que nos permitan adelantarnos a la situación de plaga y que consigan poblaciones naturales en equilibrio con el medio”, indica Manel López Béjar.
En caso de que los resultados sean positivos, el coste de actuación no sería tan elevado como el del proyecto piloto, que requiere de un seguimiento más exhaustivo del animal, asegura el profesor de la UAB. Además, se está estudiando la posibilidad de aplicar el tratamiento vía alimento, lo que simplificaría el procedimiento y reduciría su precio. En la actualidad, el estudio está financiado con 66.000€ y cada vacuna cuesta 35€.
Controlar la fertilidad de los animales salvajes no es una idea nueva, las investigaciones se desarrollan desde hace más de 50 años. En las primeras décadas, los estudios se centraron principalmente en tratamientos con hormonas esteroideas. Pero las pruebas en animales cautivos demostraron que su aplicación en fauna libre era inviable: se necesitaban grandes dosis, la aplicación debía ser frecuente, el coste era elevado y causaban diferentes patologías a los animales.
Primeros tratamientos inmunocontraceptivos en fauna salvaje. / SCC
A partir de los años 90, los veterinarios optaron por la inmunocontracepción, un tratamiento científicamente probado en humanos, y que cumplía con las condiciones para emplearse en especies salvajes. Desde entonces es el método más utilizado.
Las vacunas principales son la GnRH y la PZP (zona pelúcida porcina), que genera anticuerpos para impedir la adhesión del esperma en la capa externa del ovulo, concretamente en la zona pelúcida (la capa externa que rodea el ovocito de los mamíferos).
Por medio de dardos, ambas se pueden administrar a distancia y no generan ningún tipo de residuo. Después de la inyección, el dardo se desprende del músculo del animal y puede ser recuperado.
“En los tratamientos con vacunas PZP normalmente se dispara a cada ejemplar dos veces el primer año, y después solo es necesario un recordatorio anual”, explica a Sinc Kimberly Frank, miembro del Centro de Ciencia y Conservación (SCC) de Montana (EE UU), una organización referente en inmunocontracepción mediante PZP. En caso de tratar con un gran número de animales, “existen dardos que, además de inyectar la vacuna, también marcan al animal para reconocerlo al año siguiente”, añade.
En Estados Unidos, numerosas poblaciones de búfalos de agua, alces, bisontes y sobretodo caballos salvajes son reguladas con PZP. El proyecto más famoso es el del Parque Nacional de la Isla de Assateague, en Maryland, que lleva 29 años reduciendo de forma sostenible su población equina sin recurrir al sacrificio. Decenas de reservas africanas también emplean vacunas inmunocontraceptivas para controlar a las manadas de elefantes. Además, según el SCC, la demanda de este tratamiento aumenta cada año en todo el Mundo.
A pesar de los casos de éxito, los científicos sostienen que es necesario seguir investigando para optimizar los tratamientos. Uno de los principales objetivos es aumentar la duración de la contracepción. “Actualmente se está estudiando la posibilidad de administrar a distancia vacunas de PZP en forma de comprimidos de larga duración, y de momento los resultados están siendo positivos, sobre todo en ciervos”, detalla Frank.
El PZP se obtiene de una proteína que se extrae en la zona pelúcida de los ovarios de las cerdas. Por eso, para los expertos, otro de las propósitos es producir una vacuna sintética de este compuesto y fabricarlo en grandes cantidades. De esta manera, se reduciría el coste –que ahora es de 24 dólares americanos– y se ampliaría su uso.
Las formas de contracepción varían según la especie y la región en la que se encuentran los animales. Para las plagas de palomas en zonas urbanas, la opción más eficaz es el pienso anticonceptivo, una alternativa a los sacrificios masivos que están empezando a utilizar los ayuntamientos de Barcelona, Valencia, Alicante y más de 20 municipios catalanes.
El pienso se distribuye mediante dispensadores colocados en los lugares que frecuentan las palomas, y contiene nicarbacina, un compuesto que impide la fecundación de forma temporal. Tras cuatro días sin consumir el alimento las secuelas desaparecen. Así, las aves que transitan de forma eventual por estas localidades no se ven afectadas.
Al tratarse de proyectos recientes –el más antiguo tiene dos años–, todavía no hay datos sobre la eficacia de este sistema. Aunque, según Santiago Lavín, director del programa de Barcelona, "basándonos en experiencias anteriores, el primer año de tratamiento se espera una reducción de alrededor del 20-30%, aunque pueden existir fluctuaciones según las zonas, y un descenso del 80% respecto a la población inicial después de cuatro o cinco años”.
Independientemente de la elección del método de control de fauna salvaje, los expertos creen conveniente concretar por qué y cuándo hay que reducir las poblaciones de animales salvajes, y en qué casos es conveniente recurrir a la contracepción. Solo así se podrá determinar el futuro modelo de gestión más adecuado para la fauna salvaje.
Una bandada de palomas comiendo maíz. / Pixabay