No estamos seguros. Sí, ha leído bien: no lo sabemos con certeza. Todos los datos disponibles hasta la fecha apuntan a que los animales domésticos han sido, como en otras ocasiones, víctimas colaterales y anecdóticas por ahora de esta crisis sanitaria. A perros, gatos y grandes felinos se unen visones, susceptibles al virus, y que podrían haber infectado a un trabajador de una granja. Pero faltan muchos datos para confirmarlo.
Está claro que si ponemos en una balanza el número de casos animales descritos (11 gatos, cuatro perros, un tigre, un león y varias granjas de visones) y el número de casos humanos (más de 5,2 millones de casos en todo el mundo), se puede considerar que COVID-19 es una enfermedad de humanos transmitida fundamentalmente entre humanos.
De hecho, las medidas de control contra la propagación de SARS-CoV-2 dirigidas exclusivamente a humanos (distanciamiento, confinamiento, lavado/desinfección de manos, etc.) están teniendo un impacto decisivo en el control de esta epidemia.
Como afirman importantes instituciones en el campo de la Sanidad Animal, como la Organización Mundial para la Salud Animal (OIE), los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) o la Asociación Americana de Medicina Veterinaria (AVMA), considerando la información actualmente disponible, los animales domésticos no parecen desempeñar un papel epidemiológico relevante en la propagación de COVID-19.
La mayoría de los casos animales de SARS-CoV-2 (detección de ARN vírico y/o anticuerpos frente al virus) descritos hasta la fecha mostraban una sintomatología leve o inexistente refiriendo un contacto previo con personas (dueños, cuidadores, etc.) diagnosticadas de COVID-19 o con sospecha de enfermedad como la causa más probable de contagio. Es decir, la dirección de transmisión de este nuevo coronavirus en los casos puntuales descritos en animales ha sido de humanos a animales y no al revés… Hasta hace tres días.
Hace poco más de un mes, supimos que SARS-CoV-2 había sido detectado en dos granjas de visones en Holanda. Dos semanas después, se describían otras dos granjas de visones afectadas por COVID-19 en este mismo país. Este virus, por tanto, había llegado a una nueva especie animal causando en algunos individuos cuadros gastrointestinales y sintomatología respiratoria, e incluso bajas.
El porcentaje de morbilidad y mortalidad causado por SARS-CoV-2 es bajo y parece que la enfermedad afecta más acusadamente a hembras preñadas. En realidad, esta noticia no es tan sorprendente.
Diferentes estudios ya habían puesto de manifiesto que los hurones, que son mustélidos al igual que los visones, son una especie muy susceptible a SARS-CoV-2. De hecho, los hurones se plantean como un buen modelo animal para estudiar aspectos relevantes (patogenicidad, transmisibilidad, eficacia vacunal, entre otros) de SARS-CoV-2.
Este nuevo caso de COVID-19 en una especie doméstica ha revelado aspectos muy importantes de esta enfermedad: si bien se cree que los animales se infectaron primariamente por trabajadores que habían desarrollado con anterioridad síntomas compatibles con COVID-19, se investigará si ha podido existir una posible transmisión entre visones.
Previamente se ha observado que tanto gatos como hurones pueden transmitir la enfermedad a otros congéneres en condiciones experimentales muy específicas, que suelen distar mucho de las condiciones naturales en las que viven los animales domésticos.
Además, se han hallado visones infectados asintomáticos que, por tanto, pueden pasar desapercibidos a un examen clínico. Se ha analizado también a 11 gatos de las granjas afectadas, de los que tres han resultado seropositivos a COVID-19. Esto revela que han estado en contacto con el virus y que podrían haber desempeñado algún papel en el ciclo de transmisión.
Y, por último, se investiga si un empleado de una de las granjas afectadas hubiera contraído SARS-CoV-2 a partir de los visones. Esta posibilidad, aún por confirmar, se basa en un estudio genético de cepas del virus recuperadas de varios animales y humanos, pero cuya conclusión apunta a la necesidad de aportar más datos.
Si así fuera, y aunque parezca un cambio drástico en el paradigma de que COVID-19 es una enfermedad esencial –pero ya no únicamente– humana, estaríamos hablando de un caso puntual en un contexto epidemiológico muy singular. La epidemiología requiere de datos poblacionales y, por tanto, abundantes. La excepción es solo eso.
En esta situación, las autoridades neerlandesas en la materia han implementado una serie de medidas para garantizar la salud pública, la sanidad animal y generar el conocimiento necesario que permita conocer el alcance real del particular caso de COVID-19 en los visones.
Hemos de huir de mensajes alarmistas que pongan en peligro el bienestar animal, pero también debemos ser conscientes de (permítannos la metáfora) que a este puzle le faltan aún muchas piezas. Solo cuando tengamos una imagen (más) completa del problema se podrán tomar medidas de control y prevención basadas en la evidencia, que es la mejor estrategia para luchar con eficiencia contra este virus que ha cambiado el rumbo de nuestra historia.
Este es un nuevo escenario en el que, una vez más, médicos, veterinarios y otros actores sanitarios debemos trabajar juntos y coordinados a través de la visión de Una Salud, a cuyo concepto ha venido a ayudar, sin quererlo, un virus que ha demostrado que vivimos en un mundo totalmente conectado para lo bueno… y para lo malo.
En definitiva, es necesario investigar, investigar e investigar.
Marta Pérez-Sancho y Víctor Briones son investigadores en el departamento de Sanidad Animal, en la Facultad de Veterinaria y Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET), de la Universidad Complutense de Madrid.