Desde que el controvertido magnate hizo efectiva la compra de Twitter el pasado 27 de octubre, la sensación es de absoluto descontrol. Ha tomado una serie de decisiones que no han tenido el efecto esperado y nos tiene en vilo, conteniendo a duras penas una fuga de usuarios y anunciantes que ya ha empezado.
¿Qué pretende hacer Elon Musk con Twitter? Es una pregunta que nadie, excepto él mismo, puede responder. Las razones que aludió para la compra de Twitter fueron, sobre todo, garantizar la libertad de expresión y eliminar bots y aquellas cuentas que contribuían a la desinformación. Sin embargo, las primeras medidas que ha tomado no van precisamente en esa dirección. Y es que a los 44.000 millones de dólares que le ha costado la compra hay que añadir los 13.000 millones de deuda que tiene la empresa: un agujero que tiene que cerrar como sea y que sigue aumentando día a día.
Posiblemente, por ese motivo las primeras decisiones que ha tomado nos han llevado a la situación actual. ¿Cómo conseguir que Twitter sea rentable? Reduciendo costes y aumentando ingresos. Lo primero, con un plan agresivo de despidos. Lo segundo, imponiendo un modelo de pago que, en parte, ya estaba en marcha.
La llegada de Musk a Twitter implicó el despido de prácticamente la mitad de la plantilla el 4 de noviembre. Esa primera tanda hizo que pasara de 7.500 personas a unas 3.800. Una decisión que, además de a lo personal, afectaba también a la parte técnica de la red social; en ese primer bloque de despidos estaban aproximadamente el 80% de los ingenieros que trabajaban allí. De hecho, el mismo domingo se pidió a algunas personas que volvieran a la compañía.
From Twitter Slack: “sorry to @- everybody on the weekend but I wanted to pass along that we have the opportunity to ask folks that were left off if they will come back. I need to put together names and rationales by 4PM PST Sunday.
— Casey Newton (@CaseyNewton) November 6, 2022
Musk trajo de Testa a parte de su plantilla, pero si has trabajado con código te puedes hacer una idea de la complejidad que tiene hacerse cargo de un programa que ha escrito otra persona. Y si no, te lo adelanto: no es fácil en absoluto. Y menos aún cuando se trata de un producto que está en funcionamiento.
Pero eso no fue suficiente, y aquí es donde entró la decisión más dudosa y que hizo que la gente se replanteara su forma de manejar la empresa. Se dio un ultimátum al personal para que se quedara quien estuviera realmente comprometido con Twitter. Es decir, quien estuviera dispuesto a trabajar 12 horas al día, 7 días a la semana, en condiciones duras. El plazo: el 17 de noviembre a las 17h. Más de 1.000 personas no aceptaron las condiciones y dejaron en ese momento su puesto de trabajo. Entre quien se quedó, posiblemente muchas personas con visados H1 o H2 que necesitaban el puesto de trabajo para continuar en el país.
Personas con diez y once años de experiencia. Una década de conocimiento esfumado. Departamentos de 80 o 100 miembros reducidos a dos, algunos incluso a cero. No se estaba seguro de si alguien podría garantizar la gestión de las copias de seguridad. Todo eso hizo que el viernes 18 la comunidad tuitera estuviera expectante para ver en directo la caída de la red social. Afortunadamente para algunos, quizá no para otros, la red sigue en marcha en el momento de escribir esta columna, no sé si cuando lo leas lo estará todavía. Probablemente sí.
Pero el momento caótico sin duda se lo lleva la verificación de las cuentas. Ya existían en determinadas zonas un servicio: Twitter Blue, que daba acceso a funciones extras por un precio de 2,99 dólares: eliminación de anuncios, destacar o editar tuits o carpetas para guardar elementos. Por otra parte, la deseada marca azul se podía obtener gratis demostrando que eras una marca o alguien de relevancia.
La "gran idea" de Elon Musk fue sugerir que quien quisiera mantener la marca debía pasarse a este programa y pagar por ella 20 dólares al mes. No era pagar por la cuenta verificada sin más, simplemente había que entra en este programa para optar a la cuenta verificada. La indignación no se hizo esperar. Una de las respuestas más celebradas fue la del escritor Stephen King.
$20 a month to keep my blue check? Fuck that, they should pay me. If that gets instituted, I’m gone like Enron.
— Stephen King (@StephenKing) October 31, 2022
A lo que Musk contestó con la rebaja a los ocho dólares que se volvieron definitivos. Sin embargo, a los pocos días de activarlo se encontró con cuentas parodia verificadas que podrían confundirse con las reales, como la de los expresidentes George W. Bush y Tony Blair, el jugador de la NBA LeBron James, Jesucristo o la propia cuenta de Tesla.
El caso más sonado fue la cuenta falsa del gigante farmacéutico Eli Lilly anunciando que la insulina iba a ser gratis, lo que provocó una caída en bolsa de la empresa de un 4,3 %. Para complicarlo más, apareció una segunda marca con el tick y la palabra "oficial" para cuentas de empresas y organizaciones principalmente. Actualmente, tanto la validación de cuentas como el servicio de pago está interrumpido.
Pero es un movimiento que ha venido para quedarse. Elon Musk quiere para Twitter un modelo freemium, que mezcla usuarios gratis con usuarios de pago por servicios extra, disminuyendo así la dependencia de los anunciantes. Su objetivo, inalcanzable en mi opinión personal, es llegar a un 50 % de cuentas de pago. La media actual en este modelo de negocio ronda el 1 %, con algunos casos, como Dropbox, que pueden llegar al 4 %. La única rara avis es Spotify, que tiene 20 millones de usuarios de pago de un total de unos 75 millones de personas. Pero ni siquiera ella se acerca al porcentaje que pretende Musk.
El único efecto que ha conseguido hasta ahora es que un volumen nada despreciable de usuarios abandone Twitter (la cuenta oficial ha perdido un millón de seguidores) o se cree una cuenta en un servicio semejante con un modelo ligeramente distinto: Mastodon. Se trata de una red social de microblogging, como Twitter pero que, en lugar de centralizada, se encuentra distribuida en una federación de servidores independientes. Te puedes crear una cuenta en cualquiera de ellos, como una cuenta de correo electrónico, pero puedes seguir a cualquier persona de cualquier servidor. Imagínate que puedes tener una cuenta en Whatsapp, Telegram o Signal y estar en grupos mezclados de todas ellas.
La alternativa de Mastonon no es perfecta y también tiene sus luces y sombras, como las cámaras de eco que se crean al estar en comunidades cerradas, la falta de privacidad de ciertos servidores y el coste de mantenerlos.
Esto acaba de empezar. Vamos a ver cambios profundos en Twitter: unos nos gustaran y otros no. No olvidemos que Twitter es una empresa, es su herramienta y puede hacer con ella lo que quiera. Te puedes quedar o te puedes marchar, nadie te obliga. Tenemos alternativas y si no es en esta, nos veremos en otras redes, o en lo que sea que venga después.
Miguel Rebollo Pedruelo es investigador del Instituto de Investigación para la Inteligencia Artificial (vRAIN) y profesor del Sistemas Informáticos y Computación de la Universidad Politécnica de Valencia