Hace años era muy sencillo conocer el origen de los alimentos que consumíamos. Podíamos saber dónde pastaban las vacas, quién mataba el ganado que comprábamos, cómo se fabricaba el queso o con qué uvas se hacía el vino. Sin embargo, el auge de las grandes superficies y la exportación de los productos impide en la actualidad que los consumidores conozcan no sólo el origen de sus alimentos sino los procesos a los que son sometidos desde la granja hasta la mesa, con la consecuente merma de confianza del consumidor en los alimentos que compra.
El proyecto RFID From Farm fo Fork trata de recuperar esa confianza perdida en lo que comemos empleando sistemas de radiofrecuencia que permitan crear una base de datos europea a la que puedan acceder los compradores a través de un teléfono móvil con sólo acercarlo al producto. Para poner en marcha este sistema similar al código de barras los 10 organismos participantes en este proyecto desarrollan varias experiencias piloto en los cuatro países implicados. La Universidad de Vigo, junto con la de Cartagena, representa a España, colaborando con grupos de Italia, Reino Unido y Eslovenia en el consorcio que este miércoles se reunió en el campus vigués para poner en común los resultados y avanzar en las estrategias futuras.
Mientras el grupo de Sistemas de radio dirigido por el profesor Íñigo Cuiñas tiene ya instaladas las antenas y los sensores en la bodega Viña Costeira de Ribadavia, otros grupos centran su estudio en empresas cárnicas, piscifatorías o queserías. Para compartir experiencias en esta reunión organizada por el investigador Íñigo Cuiñas, se dieron cita en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación el coordinador del proyecto, Robert Newman, de la Universidad de Wolverhampton (Reino Unido), y los representantes de la Universidad de Ljubljana (Eslovenia), de la Universidad de Salento (Italia), de la Universidad Politécnica de Cartagena, así como miembros de empresas del consorcio e investigadores del proyecto.
Como explica el propio Cuiñas, el objetivo final es crear una red a nivel europeo a la que se puedan adherir las empresas interesadas en garantizar la calidad de sus productos. A través de esta base, productores, fabricantes, distribuidores y, sobre todo, consumidores podrían conocer toda la información de los productos, desde el origen hasta la temperatura en la que se conservan, sistemas de almacenamiento, tratamientos a los que fueron sometidos, ingredientes, aditivos, etc.
El uso de esta tecnología RFID (identificación por radiofrecuencia) permite que los bodegueros, por ejemplo, conozcan el origen de las uvas que compran, la temperatura o humedad a la que fueron sometidas o cualquier tipo de dato que necesite para garantizar la calidad del producto final. Hasta ahora las primeras impresiones de las empresas implicadas están siendo muy positivas, como comprobaron este martes en una visita a la bodega Viña Costeira, y los promotores esperan que los beneficios que supone la tecnología RFID despierten el interés del sector de la alimentación para poner en marcha la red europea que en el futuro ayude al ciudadanos a conocer y confiar en el que comen. Este sistema podría jubilar al conocido código de barras, ya que dejaría de ser preciso el uso del lector manual y sencillamente se accedería a través del teléfono móvil a la base de datos para consultar la información que el consumidor considere de su interés.
Si para las grandes multinacionales no resulta muy complicado conocer todos esos datos sobre sus productos, para las PYMES el proceso se complica y se encarece. Por este motivo el proyecto trabaja con pequeñas y medianas empresas del sector de la alimentación, que son las que necesitan alianzas de este tipo con universidades para contar con datos sobre todas las etapas de la cadena alimenticia, desde la granja, el campo o el barco hasta el consumidor final, permitiendo realizar un seguimiento riguroso de la calidad de las materias primas utilizadas en la elaboración de alimentos. Así, explica el profesor Cuiñas, esta sería una buena fórmula para que las empresas pequeñas hagan frente, certificando la calidad y la trazabilidad de sus productos, a las grandes corporaciones que compiten con precios más bajos.