Las técnicas de interrogatorio coercitivas empleadas durante el mandato de Bush para obtener información de sospechosos de terrorismo es probable que hayan sido infructuosas y que hayan tenido muchos efectos negativos no intencionados en la memoria y las funciones cerebrales de los sospechosos. Así lo indica un nuevo estudio publicado hoy en la revista Trends in Cognitive Science.
“Teniendo en cuenta nuestros conocimientos neurobiológicos cognitivos actuales, es improbable que los interrogatorios coercitivos que van acompañados de estrés extremo faciliten la obtención de información verídica procedente de la memoria a largo plazo”, explica Shane O’Mara, autor de la investigación y catedrático del Instituto de Neurociencias del Trinity College de Dublín (Irlanda).
Por el contrario, los resultados de este trabajo, publicados hoy en la revista Trends in Cognitive Science, muestran que estas técnicas provocan un estrés intenso, repetido y prolongado que pone en peligro el tejido cerebral que sustenta tanto la memoria como la toma de decisiones.
Los informes publicados por el Departamento de Justicia de EE UU en abril de 2009, en los que se daban detalles sobre técnicas de interrogatorio coercitivas, indican que los periodos prolongados de conmoción, estrés, ansiedad, desorientación y falta de control son más efectivos que las técnicas de interrogatorio habituales para hacer que los sujetos revelen información verídica procedente de su memoria.
“Esto se basa en la suposición de que los sujetos estarán más motivados para revelar información verídica y así poner fin al interrogatorio, y en que ese estrés, esa conmoción y esa ansiedad extremos no afectan a la memoria”, apunta O'Mara. “Pero las pruebas científicas no respaldan en absoluto este modelo”.
Los estudios psicológicos indican que durante los periodos de estrés y ansiedad extremos, la persona presa estará condicionado a asociar el hecho de hablar con periodos de seguridad. Para el captor, cuando el prisionero habla, el objetivo de conseguir información se habrá alcanzado y se verá liberado de la desagradable tarea de generar estas condiciones de estrés.
Por tanto, “es difícil o imposible determinar durante el interrogatorio si el prisionero está revelando información verídica o simplemente hablando para escapar de la tortura”, continua O’Mara. “Es más, la investigación también ha mostrado que el estrés extremo tiene un efecto dañino en el lóbulo frontal y está asociado con la producción de recuerdos falsos”.
La memoria queda afectada
El hipocampo y la corteza prefrontal, regiones cerebrales que son esenciales en los procesos de la memoria, son ricas en receptores de hormonas que se activan por el estrés y la falta de sueño y que se ha demostrado que tienen efectos perniciosos en la memoria. La literatura científica revela que el estrés prolongado y extremo inhibe los procesos biológicos que se cree que sirven de apoyo a la memoria en el cerebro.
“Por ejemplo, los estudios del estrés extremo llevados a cabo con soldados de las Fuerzas Especiales han mostrado que la recuperación de información previamente aprendida se veía mermada después del episodio de estrés. En concreto, la asfixia simulada con agua es una causa de estrés extremo y tiene la capacidad de desencadenar en el cerebro cambios inducidos por el estrés”, concluye O’Mara.
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Referencia bibliográfica:
O'Mara et al. "Torturing the Brain: On the folk psychology and folk neurobiology motivating 'enhanced and coercive interrogation techniques'". Trends in Cognitive Science, 21 de septiembre de 2009.
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