Los factores de riesgo cardiovascular no controlados y la falta de cultura alimentaria son determinantes. En el momento de la prejubilación debería iniciarse un cambio en los hábitos de vida que permita dar vida a los años y envejecer saludablemente. Es conveniente someterse a una analítica anual para detectar carencias nutricionales, anemias, etc. y, asimismo, someterse a una valoración de capacidad cognitiva mediante escalas neurológicas.
“Angina de pecho, cardiopatías, ictus, vasculopatías… Son algunas de las numerosas enfermedades cardiovasculares por las que en Europa y en particular en España fallecen más de la mitad de las personas de más de 65 años”, según explica el doctor Javier García de Monlleó, presidente del Comité Organizador del 50º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) que se celebra a partir de hoy en Granada y en el que se dan cita más de un millar de especialistas en la asistencia sociosanitaria de las personas mayores.
La falta de control de los factores de riesgo cardiovascular, como el tabaquismo, no practicar ejercicio físico, consumo inadecuado de alcohol, hipertensión arterial, colesterol elevado y carencias nutricionales, son la causa fundamental de esta elevadísima morbimortalidad cardio y cerebrovascular de los españoles que han superado la edad laboral.
“La prevención”, advierte el doctor García de Monlleó, “es un aspecto fundamental para reducir esta elevada mortalidad. Y la edad no puede ni debe ser una excusa. Independientemente de factores como la hipertensión arterial o el colesterol, que se controlan clínicamente, antes de la prejubilación todos deberíamos emprender pautas de vida para envejecer saludablemente y darle vida a los años. Caminar entre media hora y una hora al día, recuperar los hábitos sanos de alimentación propios de la dieta mediterránea, moderar el consumo de alcohol a las dosis recomendadas y dejar de fumar son medidas sencillas de llevar a la práctica y que van a incidir en una mayor calidad de vida cuando se abandone la vida laboral, además de prevenir los temidos accidentes cardiovasculares y el infarto cerebral”.
La alimentación, un factor clave
Uno de los problemas más frecuentes en las personas mayores es el de la malnutrición. Es cada vez más frecuente el desvío de la tradicional dieta mediterránea durante la etapa laboral, que condiciona a la comida rápida y a la pérdida de la cultura alimentaria. Y esto es especialmente relevante en las personas mayores, ya que con la edad el organismo tiene más dificultades para absorber los diferentes nutrientes, como es el caso de determinadas vitaminas y oligoelementos.
“Una de las carencias habituales en los ancianos”, aclara el doctor García de Monlleó, “es la vitamina E, que es un potente antioxidante e impide la aparición de radicales libres, que origina lo que se denomina estrés oxidativo, un tema que se abordará en el 50º Congreso de la SEGG. Asimismo, el déficit de vitaminas del grupo B se empieza a comprobar que está relacionado con el deterioro neuronal e incluso con las enfermedades cardiovasculares, especialmente el ictus, también llamado infarto cerebral”.
Capacidad intelectual activa
Un aspecto importante a tener en cuenta es que el ictus conlleva un deterioro cerebral por mínimo que éste sea. De hecho, es cada vez más frecuente encontrar personas que presentan una merma de su capacidad intelectual por esta causa. “También encontramos cada vez más demencias de origen dual”, comenta el presidente del comité organizador del 50º Congreso de la SEGG, “en las que hay una combinación de Alzheimer y accidentes cerebrovasculares. Por eso insistimos mucho que hay que emprender cuanto antes el desarrollo de hábitos saludables con el fin de prevenir todos estos problemas. Y en este punto no basta con una alimentación sana, el ejercicio físico y controlar los factores de riesgo. Es necesario también mantener una actividad intelectual activa para retrasar el deterioro cognitivo”.
Chequeos periódicos
“Es conveniente”, concluye el doctor García de Monlleó, “que las personas mayores se sometan de forma periódica a una analítica con el fin de detectar posibles carencias nutricionales o anemias, además de controlar la hipertensión arterial, el colesterol y el azúcar en sangre. También sería recomendable someterse a una valoración de capacidad cognitiva mediante escalas neurológicas, con el fin de detectar lo antes posible el deterioro cognitivo y, de este modo, poder frenar su evolución”.